Recetas m¨¢gicas
EL PROBLEMA de la droga es tan grave que son de agradecer todas las ideas que tiendan a resolverlo. Desde esta perspectiva, es disculpable que se aporten recetas juzgadas poco menos que m¨¢gicas por sus inventores, pero que, examinadas con detenimiento, apenas si son otra cosa que mejunjes preparados deprisa y corriendo, al calor de la inquietud social que provoca un mal tan dif¨ªcil de combatir. Del mismo modo es disculpable que, en estas circunstancias, se eche mano de las ¨²ltimas experiencias ensayadas en otros pa¨ªses y que se proponga su traslado a Espa?a, obviando cualquier consideraci¨®n sobre su eficacia.Que estas actuaciones sean disculpables no las inmuniza, sin embargo, frente al riesgo del rid¨ªculo ni evita que, vistas de cerca, provoquen el pasmo y el estupor. Es lo que ocurre en gran medida con la proposici¨®n de ley para combatir la drogradicci¨®n presentada por el Partido Popular (PP) en el Congreso en las mismas v¨ªsperas del debate parlamentario sobre el problema de la droga. La f¨®rmula que se ha sacado de la manga el PP -o, mejor dicho, que dice haber sacado en parte de la experiencia italiana- tiene mucho de milagrera, aporta de su propia cosecha alguna que otra soluci¨®n de imposible pr¨¢ctica y lleva al paroxismo el concepto de que el drogadicto es, ante todo, un delincuente y, s¨®lo en segundo t¨¦rmino, un enfermo. Todo ello, evidentemente, con la mejor buena voluntad por su parte para encontrar una soluci¨®n al problema de la droga. No menos que la que se presupone en la ley Corcuera cuando aborda el tema con el procedimiento de la irrupci¨®n en el domicilio.
Visto el tenor de las propuestas del PP, se hace incomprensible su actitud de rechazo o de abstenci¨®n ante el proyecto del Gobierno sobre seguridad ciudadana, o la presencia de alguno de sus parlamentarios en la manifestaci¨®n del pasado domingo en contra de dicho proyecto. Desde el punto de vista represivo, cada uno de ellos tiene lo suyo. Pero en la propuesta del PP llama la atenci¨®n que la panoplia coactiva -desde la condena penal a la m¨¢s variada gama de sanciones administrativas- recaiga sobre la demanda -los drogodependientes- y se deje al margen a la oferta -los traficantes-. El deseo de rehabilitar al drogodependiente, contra su voluntad si es preciso, no justifica la desmedida persecuci¨®n que propone el PP. Algunas de las f¨®rmulas sugeridas son sencillamente impracticables, adem¨¢s de profundamente atentatorias a la dignidad humana: por ejemplo, las que pretenden un control poco menos que cuartelero de la vida del drogodependiente para obligarle a la rehabilitaci¨®n. Mucha alforja para viaje tan corto.
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