Escoc¨¦s con hielo
Lloyd Cole, palad¨ªn escoc¨¦s de la melancol¨ªa, lleva su se?a de identidad hasta extremos peligrosos. La presentaci¨®n en Madrid de su nuevo disco, un elep¨¦ titulado Don't get weir on me, babe, se convirti¨® en un lineal recorrido por un repertorio marcado por la carencia de alternativas r¨ªtmicas. Canciones de hielo y, en m¨¢s de una ocasi¨®n, orchata en las venas.Acompa?an a Cole dos de los miembros de la formaci¨®n original de Los Commotions, su primera y m¨¢s importante banda (Neil Clark y Blair Cowan), y un pu?ado de sentimientos tan sinceros como confusos. La repetici¨®n mel¨®dica se ha convertido en el gran enemigo de un hombre que lucha, como tantos artistas pop, por superar la repercusi¨®n de un primer ¨¢lbum magn¨ªfico (Rattlesnakes, editado en septiembre de 1984).
Lloyd Cole
Lloyd Cole (voz solista, guitarra y arm¨®nica), Neil Clark (guitarra), Robert Vickers (bajo), Dan McCarroll (bater¨ªa) y Blair Cowan (teclados). Madrid, 19 de noviembre, sala Universal Sur. 1.100 personas. Precio de la entrada: 2.200 pesetas.
Han pasado siete a?os y cuatro discos. En los noventa, las canciones de su trabajo de deb¨² siguen siendo, por su originalidad y fuerza, las m¨¢s impactantes. Rattlesnakes, Perfect skin y Brand new friend, en versiones de gran potencia, llevan a la banda y 41 p¨²blico a la relaci¨®n perfecta: entusiasmo prudente que, sin llegar a la catarsis, deja un amplio margen para saborear los arreglos de guitarra y teclados.
Sin sorpresas
Cole y sus seguidores buscan la prudente intimidad de un pop que se mueve siempre al ralent¨ª, sin violencias y sin sorpresas. Su m¨²sica se revuelca entonces en unas cadencias evidentes que, para suerte del grupo, para unos son defectos y para otros aciertos.El directo de Lloyd Cole est¨¢ estructurado de forma tan sencilla como sus composiciones. Un primer tramo ac¨²stico, en el que ¨²nicamente destaca la monoton¨ªa vocal, da paso a un periodo el¨¦ctrico mucho m¨¢s excitante. Es en este ¨²ltimo cap¨ªtulo cuando el grupo da rienda suelta a sus instintos m¨¢s alternativos, y busca sonidos que escapen de la cuadriculada f¨¢brica de canciones del compositor escoc¨¦s.
Pasan 60 minutos desde el comienzo del recital; dos guitarras el¨¦ctricas, una bater¨ªa vitaminada y algunos detalles de arm¨®nica se encargan de revitalizan un concierto que amenaza con aletargarse. Entonces nadie a?ora a Los Commotions, y las nuevas canciones parecen casi tan vibrantes como las que les dieron a conocer. El milagro de la electricidad derrite el hielo, y el escoc¨¦s y su banda aparecen entonces como m¨²sicos c¨¢lidos y nada sensibleros.
Babelia
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