El azote de la estaci¨®n
Las citas homosexuales llevan la tensi¨®n a la nueva terminal de Atocha
Ingenieros, ministros y arquitectos se devanaron los sesos para edificar una nueva estaci¨®n de Atocha de multimillonario presupuesto. Escaleras mec¨¢nicas, dise?o de vanguardia y un gran aparcamiento con mirador de vistas privilegiadas. Pero ni ingenieros ni ministros, sab¨ªan, seguramente, que la antigua terminal era punto de encuentro de homosexuales poco cuidadosos y que se iban a trasladar a la nueva. Los resultados son parad¨®jicos: un mirador vedado a los mirones, un estacionamiento regado de orines, unos lavabos vigilados y una pelea entre un fornido controlador y un jubilado.
Una especialidad de la estaci¨®n de Atocha son los contactos de homosexuales con menores. Los que conoc¨ªan bien la antigua terminal aseguran que era tradici¨®n, y el jefe de la misma corroboraba ayer que el problema le trae de cabeza desde hace tiempo.El sistema ideado para erradicarlo le toc¨® de cerca el martes a un jubilado de 64 a?os, de profesi¨®n encofrador, cuyo delito es su entusiasmo por las mastod¨®nticas obras de la terminal en la que parar¨¢n los trenes de alta velocidad, y su resistencia a abandonar el espl¨¦ndido mirador del aparcamiento, dise?ado precisamente para eso: para ver pasar en el futuro los ferrocarriles y contemplar una inmensa parte del sur de Madrid.
Ricardo Polo Garc¨ªa, el jubilado, asegura que el joven controlador del aparcamiento le conmin¨® con malas maneras a abandonar un lugar que es p¨²blico. Al resistirse, el controlador le propin¨¦ un par de pu?etazos -le rompi¨® las gafas- y le tir¨® al suelo. Uno de los obreros, Jos¨¦ Luis Saceda, intervino cuando vio a Polo derribado. "Si no le aparto, le pega todav¨ªa m¨¢s fuerte", dice Saceda, que ahora es metal¨²rgico, pero que en el pasado fue guarda jurado.
Pero el controlador asegura que s¨®lo invit¨® a Polo y a otros 50 mirones m¨¢s a abandonar el lugar. "?l me insult¨®", dice el guarda Juan Jos¨¦ Lamela, de 22 a?os. "Luego, empez¨® a pegarme. Lo ¨²nico que hice fue separarme de ¨¦l. Al darle con la mano tuve la mala suerte de romperle las gafas, aunque creo que tambi¨¦n tiene desprendimiento de c¨®rnea".
Ambos contendientes se denunciaron mutuamente en la comisar¨ªa, pero Polo, adem¨¢s, fue asistido en una casa de socorro, donde se le observ¨®, fundamentalmente, un hematoma en el lado izquierdo de la cara.
Ricardo Polo tiene apuntada la fecha exacta en la que se empezaron a hacer las obras de la terminal de alta velocidad. Se asombra de c¨®mo han cambiado los m¨¦todos de trabajo. Se?ala las enormes vigas de hierro y asegura que hay un operario que trepa por ellas como si fuera una ardilla. Vive cerca y acude a la estaci¨®n casi todos los d¨ªas.
Otro jubilado se preocupa por su estado de salud despu¨¦s del incidente. Jos¨¦ Junco L¨®pez era ingeniero, trabaj¨¦ para la Renfe y por eso mata el tiempo tambi¨¦n acudiendo a este lugar. "Aqu¨ª venimos muchos", dice Junco, "porque esto es curioso de ver. Por la tarde vienen m¨¢s familias con ni?os".
C¨¢mara en los urinarios
Los que trabajan en la estaci¨®n no consideran las cosas tan bonitas. Los homosexuales, dicen en la estaci¨®n, se hicieron due?os de los ascos. Un abogado de 25 a?os lleg¨® a presentar una denuncia por verse un d¨ªa rodeado por seis o siete de ellos con intenciones sospechosas. Adem¨¢s de la constante vigilancia, el jefe de la terminal decidi¨® situar una de las c¨¢maras del circuito cerrado de televisi¨®n apuntando a la puerta de los urinarios.
Ahuyentados del lugar, aseguran empleados y controladores, los homosexuales se fueron al aparcamiento, donde el sistema aplicado ha sido el m¨¢s dr¨¢stico: para impedir que ellos entren no se deja pasar a nadie.
Una tercera parte del estacionamiento, la que da al mirador m¨¢s espectacular, ha quedado clausurada. As¨ª, dicen en Renfe, se facilita el trabajo a los controladores. En Renfe informan de que se ha conseguido, de momento, echar a los homosexuales. Tambi¨¦n aseguran que en abril de 1992 el aparcamiento volver¨¢ a abrirse por completo.
Esta acera no es para caminar
El ambiente que describen los controladores del aparcamiento de la estaci¨®n de Atocha resulta algo desagradable."Aqu¨ª, mire usted, se citan viejos con menores y se dan por el culo -hablando mal y proilto- sin importarles qui¨¦n les vea", explica Juan Jos¨¦ Lamela. Otro joven compa?ero de trabajo corrobora que el lugar "est¨¢ lleno de maricas", y a?ade: "Los jubilados se orinan en todas partes, y cuando les llamas la atenci¨®n te dicen que es que tienen problemas de pr¨®stata. Este sitio est¨¢ lleno de excrementos, y no son de animales". Despu¨¦s, Lamela cuenta que algunas veces cierran los urinarios de la terminal por el problema de la invasi¨®n homosexual y que, efectivamente, no hay otro lugar cercano y algo m¨¢s reserv¨ªdo donde aliviar la vejiga. Los controladores visten de forma similar a los vigilantes jurados, pero no llevan armas. Aseguran limitarse a cumplir las ¨®rdenes recibidas en su empresa -Protesol- de no dejar que la gente pasee por all¨ª, tarea que defienden, aunque se les discuta entonces sobre la utilidad de aceras y miradores. "Esto es un aparcamiento para coches. ?Ha visto usted alguna vez un sitio as¨ª al que vaya la gente a pasear?".
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