Termina la semana de autor dedicada a Augusto Monterroso
Especialistas hispanoamericanos y espa?oles debatieron hasta ayer, durante cuatro d¨ªas, en torno a la figura y obra del escritor guatemalteco exiliado en M¨¦xico Augusto Monterroso, de 70 a?os, que tambi¨¦n asisti¨® a los debates. Entre los especialistas mexicanos se encontraban Gonzalo Celorio, Jorge Ruffinelli, Calos Monsiv¨¢is o Hugo Iriart. Y entre los espa?oles Jos¨¦ Manuel Blecua, Rafael Conte, Juan Antonio Masoliver, Luis Landero, Jos¨¦ Miguel Ul¨¢n y Jos¨¦ Antonio Mill¨¢n.
Uno de los misterios de esta sociedad literaria nuestra es por qu¨¦ Augusto Monterroso es a¨²n m¨¢s bien desconocido, siendo as¨ª que tiene la magia de Rulfo, la palabra de Garc¨ªa M¨¢rquez, el humor misterioso de Cort¨¢zar y, sobre todo, la cultura alejadrina y la sobriedad de Borges: m¨¢s sobriedad a¨²n.Quiz¨¢ se deba a que es t¨ªmido y , peque?o. Como ¨¦l dice en Estatura y poes¨ªa (es dif¨ªcil llamar cuentos a sus textos sin fronteras a los que no sobra ni una l¨ªnea), "sin empinarme, mido f¨¢cilmente 1,60. Desde peque?o fui peque?o...".
Cuando Monterroso es desde hace tiempo un cl¨¢sico vivo traducido a lenguas lejanas e improbables, incluido el lat¨ªn, s¨ªntomas hay de que las cosas comienzan a cambiar en Espa?a, como la casi completa publicaci¨®n de sus obras aqu¨ª, su participaci¨®n en unas jornadas de literatura hispanoamericana en Oviedo, hace dos a?os, su participaci¨®n como jurado en el reciente Premio Cervantes, o la semana de autor clausurada ayer en el Instituto de Cooperaci¨®n Iberoamericana.
Al menos la mitad de los participantes en esta semana eran mexicanos pues mexicano es casi este guatemalteco de 70 a?os, no s¨®lo porque permanece exiliado del su pa¨ªs desde hace 40 sino porque ha, pasado a integrarse en el paisaje literario de M¨¦xico hasta conformar uno de sus colores: en su casa se refugi¨® Garc¨ªa M¨¢rquez con su familia el d¨ªa en que el acoso de los periodistas se hizo excesivo, y en su taller literario, que se celebraba en el monterr¨®sico escenario de la enorme biblioteca de Alfonso Reyes, estudiaron las reglas de la extrema exigencia algunos de los escritores j¨®venes que toman hoy el relevo en aquel pa¨ªs. Uno de ellos, Juan Villoro, contaba hace poco en Madrid que asistir a uno de esos cursos era ya un ¨¦xito (s¨®lo se admit¨ªa a dos o tres alumnos) y sobrevivir, un triunfo. Pues Monterroso s¨®lo aceptaba, siempre con esa amabilidad socarrona de latinoamericano esc¨¦ptico, a quienes conceb¨ªan la literatura con la rabia que puso Rilke como condici¨®n: "Si usted cree que es posible vivir sin escribir, no escriba".
Original como ninguno
?l escribe exasperantemente poco -como mucho, 2.000 p¨¢ginas en toda su vida- y original como ninguno. A ¨¦l pertenece el cuento m¨¢s breve del mundo, un primer cuento (o casi) que se llama Obras completas, y un estilo que no admite dudas: "Esto es de Moriterroso", se dice de sus textos, sin vacilaci¨®n.Su estilo, su lenguaje, sobre todo su manera de ver el mundo y el extra?o g¨¦nero sin fronteras en que lo expresa conforman una obra que desaf¨ªa a los cr¨ªticos, profesores y ex¨¦getas de toda laya. Y sin embargo son necesarios. Alguna vez ha dicho que es m¨¢s lector que escritor, y as¨ª lo demuestra palabra a palabra, pues en definitiva sus cuentos son gui?os sobre una cultura personal que comienza a ser legendaria. Porque Monterroso no tuvo oportunidad de acudir a la escuela y, acomplejado por ello, no ha cesado de leer desde entonces. Est¨¢ claro que en sus saberes cabr¨ªa m¨¢s de un t¨ªtulo.
S¨®lo con semejante lectura (?y memoria!) es posible un ejercicio como el realizado en Movimiento perpetuo, donde, a la manera borgiana, se realizan toda un serie de citas eruditas -?sobre moscas!- que forzosamente han de ser falsas, piensa el lector a la vista de su vastedad y lo ins¨®lito de sus autores: Dante, Luciano Wittgenstein, Eckhart, Marcial Jaur¨¦s, Feij¨®o, Grimm, Pascal Schopenhauer, Yeats... Pues bien, son ciertas, como revel¨® esta semana en uno de los coloquios. Imponente revelaci¨®n.
Me atrever¨ªa a sugerir que la obra de Monterroso es poco conocida entre nosotros porque, bajo su apariencia leve y sonriente, es s¨®lida y moderna como ninguna. Y la prueba del nueve de ello es imaginarla en otro tiempo: no se puede. Cualquier aproximaci¨®n a ella, a trav¨¦s de su imperdonable avaricia, nos descubre el sonido de nuestro tiempo de una forma que es muy dif¨ªcil de escribir pero que tiene que ver con las brumas, la indeterminaci¨®n, la b¨²squeda constante y la ausencia de fronteras de nuestra cultura. La realidad ya no es exactamente la misma tras la lectura de Monterroso, entre otras cosas porque a partir de ah¨ª no sabemos qu¨¦ es reflejo de qu¨¦. Y eso a lo m¨¢ximo que puede aspirar un escritor cuando afronta por primera vez una p¨¢gina en blanco y decide para siempre la cuant¨ªa y el peso de su ambici¨®n.
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