Hamlet se encarna en Mario Cuomo
El dubitativo gobernador de Nueva York mantiene en vilo a los aspirantes a la Casa Blanca
Cuentan con iron¨ªa en Albany que Mar¨ªo Cuomo vive en un tremendo desasosiego desde que se le apareci¨® el diablo en los pasillos del Capitolio estatal para tentarle con la Casa Blanca. "?No te das cuenta de que la gente quiere un cambio despu¨¦s de 12 a?os de Gobierno Reagan-Bush?". "Pero ?qu¨¦ puedo ofrecer yo, que ni siquiera he podido arreglar el d¨¦ficit econ¨®mico de mi propio Estado?", contest¨® el gobernador de Nueva York.
La tentaci¨®n volvi¨® a la carga: "?No te das cuenta de que lo ¨²nico que necesitan los dem¨®cratas para ganar las elecciones es un l¨ªder carism¨¢tico como t¨²?". Cuomo temblaba, atormentado por la duda: "Pero ?qu¨¦ puedo ofrecer yo, un viejo pol¨ªtico neoyorquino del que la mitad de este pa¨ªs debe pensar que soy un peligroso izquierdista?". "?Pres¨¦ntate!", insisti¨® el diablo. "?Y si pierdo? ?Se me acaba mi carrera!", replic¨® Cuomo. "Pero ?y si ganas?". "Eso s¨ª, ?y si gano?".Para los norteamericanos no hay forma m¨¢s f¨¢cil de explicarse las dudas que angustian a este cat¨®lico de ascendencia italiana que un conflicto de Mario Cuomo con su propia conciencia. Pero lo cierto es que esa duda, lo que se conoce ya como el efecto Cuomo, se ha convertido en uno de los factores m¨¢s importantes de la pol¨ªtica nor teamericana en estos momentos.
Ni republicanos ni dem¨®cratas podr¨¢n descansar tranquilos hasta que Mario Cuomo, la figura m¨¢s brillante de la oposici¨®n y uno de los hombres m¨¢s populares del pa¨ªs, decida si se presentar¨¢ o no a las elecciones presidenciales de 1992.
Los asesores del presidente George Bush preparan ya una estrategia para combatir a Mario Cuomo, convencidos de que, si decide presentarse, la carrera hacia la Casa Blanca que dar¨¢ reducida a un combate cuerpo a cuerpo entre estos dos hombres.
Los actuales candidatos dem¨®cratas se quejan amargamente de que la expectaci¨®n creada por el gobernador les impide incrementar su popularidad.
Sin desgastarse
Mientras tanto, Mario Cuomo interpreta pacientemente el papel de Hamlet en una larga escena que est¨¢ consiguiendo romper los nervios de todos los dem¨¢s sin que ¨¦l mismo sufra el m¨¢s m¨ªnimo desgaste. Nadie sabe si Cuomo resolver¨¢ esa duda en unos d¨ªas m¨¢s o esperar¨¢ hasta las elecciones primarias del 19 de marzo en California, oportunidad en la que, te¨®ricamente, se decide el nombre del aspirante a competir por la presidencia. Cuando se le pregunta por este asunto -y se le pregunta a diario-, Cuomo responde simplemente: "Ya lo dir¨¦. No me metan prisa".Los columnistas pol¨ªticos no pueden entender que una figura con su arrastre personal se niegue a plantearle batalla a Bush cuando el presidente ha empezado a dar muestras de vulnerabilidad en sus aspiraciones de reelecci¨®n. "Cuando lo ves en televisi¨®n, con ese humor, esa inteligencia, esa gracia y ese poder, todo el mundo se pregunta lo mismo: es fant¨¢stico, es mejor que los dem¨¢s. ?Por qu¨¦ no se presenta? ?Cu¨¢l es el gran misterio?", ha escrito A. M. Rosenthal en The New York Times.
Respuestas parciales
No hay una respuesta clara a esta duda, pero s¨ª existen algunas respuestas parciales. Cuomo teme que, despu¨¦s de terminar su ano fiscal como gobernador de Nueva York con un d¨¦ficit fiscal de casi 4.000 millones de d¨®lares, se le pueda reprochar su incapacidad para el manejo de la econom¨ªa. Teme tambi¨¦n que su imagen del tradicional pol¨ªtico liberal del Este fracase a la hora de arrancar votos en el interior del pa¨ªs.Mario Cuomo se siente, adem¨¢s, limitado por su condici¨®n de cat¨®lico hijo de emigrantes italianos. "Creo que ha llegado la hora de que un cat¨®lico y un italiano pueda ser presidente de Estados Unidos, pero no tan cat¨®lico y tan italiano como Cuomo", escrib¨ªa un comentarista pol¨ªtico. Existen sospechas incluso de que Cuomo pueda estar preocupado por alg¨²n punto oscuro en su pasado.
Es tal la obsesi¨®n con este personaje que el vicepresidente, Dan Quayle, y el portavoz de la Casa Blanca, Marlin Fitzwater, se han empe?ado en los ¨²ltimos d¨ªas en dirigirse a ¨¦l simplemente como Mario, sin duda para remarcar su origen y para restarle la talla que la mayor¨ªa de la prensa se empe?a en concederle. Desde sus propias filas del Partido Dem¨®crata se le ha exigido oficialmente que defina su futuro con urgencia. Los dem¨¢s candidatos de la oposici¨®n han empezado a pelearse con la sombra de Cuomo.
El senador por Iowa, Tom Harkin, actual portador de la bandera del liberalismo entre los dem¨®cratas, ha dicho: "Yo creo que todos estamos frustrados con la publicidad que rodea a las dudas de Cuomo. El gobernador ha ido tan lejos como para reclamar la ayuda de Dios para que le ilumine en su dilema, comparando su situaci¨®n con la conversi¨®n de san Pablo".
El gobernador de Virginia, Douglas Wilder, el ¨²nico negro en la carrera presidencial, ha pedido a los votantes "que ignoren a los pretendientes al trono que han provocado d¨¦ficit en sus propios Estados". Sin embargo, otro candidato dem¨®crata, el ex senador Paul Tsongas, ha animado a Cuomo: "?Vamos, gobernador! ?Ayude a salvar a los dem¨®cratas!".
Cuomo sabe que, a los 59 a?os, ¨¦sta puede ser tal vez su ¨²ltima oportunidad de ser presidente. A¨²n sin reconocerlo, empez¨® su campa?a exploratoria hace varios meses por medio de viajes por todo el pa¨ªs para denunciar la pol¨ªtica econ¨®mica de la Casa Blanca y asegurar que "la ¨²nica raz¨®n por la que Bush es favorito es porque, hasta ahora, los dem¨®cratas no tienen un programa para Am¨¦rica".
Rompiendo su tradici¨®n casera, el gobernador se decidi¨® en octubre pasado a visitar Jap¨®n para demostrar cu¨¢les ser¨ªan sus prioridades de pol¨ªtica exterior. Despu¨¦s de criticar repetidamente la excesiva dedicaci¨®n de Bush a las relaciones internacionales, cuando el presidente anul¨® su visita a Jap¨®n, Cuomo dijo, con todo el sarcasmo del que suele hacer gala, que ¨¦se era, precisamente, el ¨²nico viaje que no ten¨ªa que haber suspendido.
Presume de modesto
Cuomo presume en p¨²blico de su modestia. Sus asesores coleccionan solicitudes de entrevistas de los principales medios del pa¨ªs, pero Cuomo dice que los periodistas que se desplazan a Albany para interesarse por su vida no deben de tener nada mejor en lo que perder su tiempo y su dinero.Cuomo juega a no entender toda la expectaci¨®n que su persona despierta y confiesa que, cuando se ve a s¨ª mismo en la televisi¨®n, lo ¨²nico que piensa es: "?Qui¨¦n es ese tipo con la nariz tan grande?".
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