El caso lombardo
LA SORPRESA salt¨® en las elecciones comunales celebradas en el norte de Italia el domingo pasado. El avance logrado, concretamente en la ciudad de Brescia, por la Liga Lombarda, que se ha colocado en primera posici¨®n, desplazando a la Democracia Cristiana (DC) precisamente en un lugar considerado como uno de sus baluartes m¨¢s seguros. La Liga Lombarda -que ya en las municipales de 1990 hab¨ªa alcanzado un sorprendente 20% de los votos- ha dado un nuevo salto adelante hasta superar el 24%. Este resultado de castigo y advertencia al mismo tiempo es un aviso muy serio para todos los partidos del sistema democr¨¢tico, tanto de la derecha como de la izquierda.Hablar de fascismo a prop¨®sito de la Liga Lombarda (o de otras, ligas m¨¢s o menos semejantes que han surgido en otros lugares) ser¨ªa un alarmismo exagerado. No obstante, toda su propaganda va dirigida contra los partidos pol¨ªticos y el Parlamento, a los que acusa, sin discriminaci¨®n, de corruptos e incapaces. Sin programa preciso, propugna que la Italia rica e industrial del norte deje de pagar por las zonas depauperadas del sur, fomentando un peculiar racismo contra los italianos "holgazanes" e "incultos" de las provincias meridionales. Con ese mismo esp¨ªritu alimenta la xenofobia contra los extranjeros, sobre todo los originarios de ?frica.
El partido que m¨¢s ha perdido en Brescia ha sido el de los democristianos, pero tanto los socialistas como el Partido de la Izquierda (PDS, antiguos comunistas) han retrocedido sustancialmente. En particular, este ¨²ltimo. El resultado de Brescia es un indicador de los cambios que pueden surgir en las elecciones generales de 1992. El sistema pol¨ªtico puede verse seriamente atacado por grupos que juegan casi exclusivamente la carta de una cr¨ªtica gen¨¦rica no acompa?ada de alternativas, pero que encuentran eco entre unos electores decepcionados por las maniobras y combinaciones pol¨ªticas tan propias de la vida p¨²blica italiana.
El peri¨®dico de Tur¨ªn La Stampa se?ala que la campa?a sistem¨¢tica del presidente de la Rep¨²blica, Francesco Cossiga, sacando a la luz interioridades oscuras de la vida pol¨ªtica y atacando a los partidos, ha sido el mejor aliado de la Liga Lombarda. En todo caso, esa actitud de Cossiga, est¨¦ o no dentro de sus competencias constitucionales, encuentra una simpat¨ªa bastante grande entre muchos ciudadanos. En estas condiciones, es sorprendente la iniciativa de Achille Occhetto, l¨ªder del PDS, de pedir el procesamiento de Cossiga por violaci¨®n de sus deberes constitucionales. Tal iniciativa tiene escas¨ªsimas posibilidades de salir adelante, pero puede provocar reacciones contrarias al objetivo deseado por sus promotores.
En todo caso, y tras antecedentes como los de las elecciones locales de Austria, los del Estado alem¨¢n de Bremen o los de las legislativas de B¨¦lgica, los resultados de Brescia han venido a confirmar el creciente eco de los partidos y movimientos populistas, cuando no abiertamente racistas y antidemocr¨¢ticos, en diversos pa¨ªses de Europa. Su ¨¦xito depende menos de los remedios caseros que propugnan para problemas complejos que del car¨¢cter demag¨®gico de su mensaje, dirigido a estimular los m¨¢s bajos instintos del ser humano: desde la resistencia a pagar impuestos hasta el rechazo de los emigrantes. Denunciar la falacia de esos remedios y la vaciedad de su discurso es necesario. Pero para contener esa marea es preciso tambi¨¦n que los partidos tradicionales recuperen una mayor sensibilidad ante problemas nuevos surgidos en la sociedad moderna, singularmente en la periferia de las grandes ciudades: all¨ª donde se encuentra la principal cantera de votos de esos movimientos antisistema.
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