Diccionario para la cumbre de Maastricht
340 millones de personas ver¨¢n reglamentadas sus vidas en la nueva CE por normas y organismos unitarios
La respuesta a todas estas preguntas, y a muchas m¨¢s, se obtendr¨¢ en la reuni¨®n que celebrar¨¢n dentro de ocho d¨ªas los jefes de Estado y de Gobierno de los doce pa¨ªses miembros de la Comunidad Econ¨®mica Europea.Aunque se suprima el p¨¢rrafo que habla de la "vocaci¨®n federal" de la CE -lo que exige Gran Breta?a y seguramente obtendr¨¢- lo cierto es que la cumbre de Maastricht va a marcar un punto de no retorno en la construcci¨®n unitaria de Europa: 340 millones de personas -de momento, porque otros pa¨ªses han solicitado ya la adhesi¨®n- ver¨¢n reglamentadas sus vidas por unos ¨²nicos organismos y de acuerdo con unas ¨²nicas reglas.
Serprendentemente, los cambios y "transferencias de soberan¨ªa" que afectan a las vidas de todos los ciudadanos, se van a efectuar en medio de la apat¨ªa de las opiniones p¨²blicas que, salvo contadas excepciones, ignoran completamente qu¨¦ han decidido sus dirigentes pol¨ªticos. La ignorancia y el desinter¨¦s y la voluntad de los l¨ªderes europeos de trabajar "desde arriba", ha llevado a numerosas personalidades a denunciar, sin gran ¨¦xito, el "d¨¦ficit democr¨¢tico" y el desprestigio para la democracia que conlleva todo este proceso.
No todo est¨¢, sin embargo, completamente decidido: la discusi¨®n entre jefes de Gobierno en Maastricht ser¨¢ dura, aunque ya se vislumbran soluciones para algunos problemas. Lo ¨²nico que contin¨²a completamente bloqueado es la llamada "pol¨ªtica social". Los Doce se ponen de acuerdo f¨¢cilmente para decidir c¨®mo manejar la econom¨ªa e incluso son capaces de fijar normas de pol¨ªtica exterior 3 de defensa, pero pelean a muerte cuando se trata de los derechos laborales.
Los l¨ªderes europeos, por mucho que se esfuercen en ocultarlo, est¨¢n convencidos de que en un futuro pr¨®ximo habr¨¢ graves problemas en la ex Uni¨®n Sovi¨¦tica. Tiemblan incluso ante la posibilidad de que se dispersen las armas nucleares sovi¨¦ticas.
Saben tambi¨¦n que tienen que abrir las puertas de la CE a nuevos socios, (Austria, Suecia o, incluso, pa¨ªses del Este, como Checoslovaquia o Polonia). Y no ignoran que su bienestar econ¨®mico depende de su habilidad para competir con otras potencias, de conquistar nuevos mercados, y de garantizar la estabilidad pol¨ªtica en sus fronteras.
Hacer frente a todo eso, es casi imposible con las actuales reglas de la CE. Hoy en d¨ªa un pa¨ªs puede apoyar a Croacia y otro, a Serbia; o aumentar y disminuir su d¨¦ficit p¨²blico a voluntad. La Comisi¨®n puede subir indefinidamente el n¨²mero de sus miembros (?30, 50 comisarios?) y no es posible decidir casi nada salvo con unanimidad.
Todos son conscientes de que necesitan cambiar, modificar a fondo el Tratado de Roma por el que crearon la antigua Comunidad. De nada sirve ignorar el nuevo mapa europeo, el poder¨ªo de Jap¨®n o el enorme peso de la reunificada Alemania, con el apoyo que obtendr¨¢ adem¨¢s gracias a las nuevas adhesiones. El propio canciller alem¨¢n, Helmut KohI, remacha: "Esta es una ocasi¨®n ¨²nica. Si no somos capaces de dar un paso adelante en Maastricht, la Historia nos lo reprochar¨¢".
El problema no es ya dar el paso o quedarse quieto, sino el alcance del movimiento: descartados los kil¨®metros (la estructura federal), queda por decidir si ser¨¢n cent¨ªmetros o metros. Para eso precisamente se reunen en Maastricht.
Las reformas y novedades que se discutir¨¢n en la cumbre de los Doce se pueden dividir en 3 ¨¢reas, las que contiene el Tratado hacia la Uni¨®n Europea:
1) Modificaci¨®n del actual Tratado de Roma, con las reglas por las que determinadas materias (las que se decidan en la cumbre, pero que en cualquier caso incluyen la pol¨ªtica econ¨®mica y monetaria) funcionar¨¢n de manera unitaria y con voto por mayor¨ªa. El borrador actual incluye 20 puntos. Cada pa¨ªs intentar¨¢ modificarlos para exigir en algunos casos el derecho de veto.
2) Disposiciones que permitan calificar de "acci¨®n com¨²n" algunos puntos de la pol¨ªtica exterior y de seguridad, de forma que lleven a la pr¨¢ctica por mayor¨ªa cualificada y
3) Disposiciones que permitan hacer lo mismo en temas de pol¨ªtica interior o relacionada con la justicia.
A la vista del borrador de Tratado, los principales puntos conflictivos, por orden de aparici¨®n, son los siguientes:
Vocaci¨®n federal: Las "disposiciones comunes", o el sombrero, que acoge bajo su ala a todo el texto articulado, habla de "proceso gradual hacia una Uni¨®n de vocaci¨®n federal". El primer ministro brit¨¢nico, John Mayor, se ha comprometido a no aceptar esta definici¨®n. Las ¨²ltimas declaraciones de Kohl permiten aventurar que se suprimir¨¢. Londres aceptar¨ªa que se hablara de una "comunidad pol¨ªtica", pero desea que quede bien claro que hay "poderes nacionales" y "poderes comunitarios" y que no existen pasarelas entre ambos. Al C¨¦sar lo que es del C¨¦sar.
Mecanismos de decisi¨®n: Algunos pa¨ªses, como Alemania, quieren reforzar los poderes del Parlamento Europeo. Defienden que la Euroc¨¢mara tenga poder de "codecisi¨®n", o, como se le llama ahora eufem¨ªsticamente, capacidad de usar el procedimiento del art¨ªculo 186 (que permite un veto final). El ¨²nico que se niega abiertamente, aunque tendr¨¢ que ceder en parte, es Londres.
Otros pa¨ªses, como Espa?a, han hecho un juego m¨¢s fino, pero igualmente contrario al PE. Consiste en dar la batalla en otro campo: ?cuando puede vetar el PE?. En todo lo que el Consejo de ministros haya decidido por mayor¨ªa, responde Bonn. En ese caso, proponen los cr¨ªticos, el Consejo no puede decidir por mayor¨ªa, sino por unanimidad, en todo lo que resulte molesto para uno de los miembros.
Es posible que Kohl ceda y no haya casi reforzamiento, si existe el compromiso de revisar todo en 1994. En el mejor de los casos, no se habr¨¢ resuelto el problema del "d¨¦ficit democr¨¢tico".
Pol¨ªtica social: Se ha ido convirtiendo en uno de los mayores problemas. El borrador prev¨¦ que los ministros puedan aprobar por mayor¨ªa propuestas de la Comisi¨®n relativas a condiciones del medio de trabajo, igualdad entre hombres y mujeres, derecho a la informaci¨®n y programas de integraci¨®n de parados.Por unanimidad se podr¨ªan tomar decisiones sobre la protecci¨®n de los trabajadores (por ejemplo, frente a la rescisi¨®n de su contrato laboral), condiciones de trabajo de personas de pa¨ªses terceros y contribuciones financieras para fomentar el empleo. Si se aprueba ese texto, la Comunidad no tendr¨¢ nada que decir sobre salarios, pensiones, derechos sindicales o derecho a la huelga, que ser¨¢n de la exclusiva competencia de cada gobierno. La Confederaci¨®n Europea de Sindicatos (CES) se opone con todas sus fuerzas, que, todo sea dicho, son pocas.
Los sindicatos son conscientes de que est¨¢n de capa ca¨ªda en casi toda Europa y de que su papel ser¨¢ a¨²n menor con esta estructura. "La Europa del 93 establece los derechos de las empresas, pero no dice absolutamente nada de los derechos de los sindicatos, y eso con 16 millones de parados", se queja la CES.La experiencia muestra que la Comunidad no se ha caracterizado por su sensibilidad en este campo. En diciembre de 1989 aprob¨®, con la oposici¨®n de Margaret Thatcher, una Carta Social Europea que no ha sido jam¨¢s puesta en pr¨¢ctica.
Alemania, Francia o B¨¦lgica estiman ahora que se podr¨ªa hacer un mayor esfuerzo, pero Gran Breta?a sigue oponi¨¦ndose radicalmente. Espa?a es probablemente el pa¨ªs que mantiene una posici¨®n m¨¢s parecida a la brit¨¢nica, aunque el Gobierno explica que por motivos diferentes: si aumentan los costes laborales, disminuye la competitividad de la econom¨ªa.
Cohesi¨®n econ¨®mica: Espa?a propone, con el apoyo de la Comisi¨®n, que se fijen nuevos mecanismos para asegurar que los pa¨ªses m¨¢s desarrollados ayudan a los menos pr¨®speros. En concreto, se solicita que la CE se financie tambi¨¦n con un nuevo "recurso", que sea proporcional a la riqueza relativa; que exista un fondo de convergencia intrestatal y que se modifique la tasa de cofinanciaci¨®n, de forma que la CE pague un porcentaje mayor que el actual. Alemania, Francia y Gran Breta?a reconocen que el problema existe, pero prefieren una declaraci¨®n gen¨¦rica y discutir las modalidades el a?o pr¨®ximo.
Lista de temas que se pueden decidir por mayor¨ªa: Como ya se ha explicado, dar¨¢ origen a una fuerte batalla. Adem¨¢s de los temas relativos a medio ambiente y pol¨ªtica social, Espa?a quiere que se exija tambi¨¦n unanimidad para fijar el programa de Investigaci¨®n, (suelen aprobarse proyectos de alta, tecnolog¨ªa a los que las empresas espa?olas no tienen acceso) y para los planes de cooperaci¨®n al desarrollo, porque teme que quede fuera Am¨¦rica Latina. Junto con Italia, mantiene tambi¨¦n rese?as sobre las "grandes redes de comunicaci¨®n", que pueden dejar aisladas a determinadas zonas. Es probable que acepte la mayor¨ªa cualificada en muchos de estos casos y sobre todo en medio ambiente, donde. existe ya acuerdo a 11, si a cambio obtiene la ansiada "cohesi¨®n econ¨®mica".
Pol¨ªtica econ¨®mica y monetaria: Gran Breta?a pide una cl¨¢usula especial que le permita "desengancharse" en 1996 y no sumarse a la moneda ¨²nica y al Banco Central Europeo. Alemania exige que en todo caso sea una excepci¨®n unicamente para Londres. No se ha decidido a¨²n cuantos pa¨ªses (6, 7 u 8) ser¨¢n necesarios para pasar a esa tercera fase, ni las competencias del Instituto Monetario que funcionar¨¢ entre 1994 y 1997 y que Bonn quiere reducir al m¨¢ximo.
Pol¨ªtica exterior y de seguridad: Seg¨²n han pasado los meses se ha ido reduciendo su contenido y hoy parece posible llegar a un acuerdo. El borrador muestra que no forma parte de las "pol¨ªticas comunitarias", sino que es un mecanismo de cooperaci¨®n reforzada entre poderes estatales. Aun as¨ª introduce novedades. Por ejemplo, los acuerdos de cooperaci¨®n en pol¨ªtica exterior se adoptan hoy d¨ªa en una absurda reuni¨®n que todo el mundo llama "frente a la chimenea", aunque se celebre en agosto. Ahora se acaba con ese fingimiento y se toman las decisiones formalmente en el Consejo.Antes no exist¨ªa la posibilidad de votar: se tomaban acuerdos "por consenso". En el nuevo texto se habla de "unanimidad" y, sobre todo, se introduce la obligatoriedad de tratar determinados asuntos. Son los llamados temas de "acci¨®n com¨²n".
La lista de esos temas ser¨¢ motivo de discusi¨®n (ver cuadro), pero m¨¢s a¨²n los pasos que se dar¨¢n a continuaci¨®n. Una vez que los jefes de Gobierno fijen esa lista general, los ministros de ,Exteriores podr¨¢n decidir las modalidades de aplicaci¨®n por mayor¨ªa cualificada. Gran Breta?a se opone y explica que, en ese caso, una vez aprobado ayudar a Yugoslavia", los ministros podr¨ªan decidir, sin unanimidad, enviar tropas.
En cuanto a la cooperaci¨®n en temas de seguridad y defensa, la mayor pol¨¦mica se plantear¨¢ cuando se trate de definir cuales el papel de la Uni¨®n Europea Occidental (UEO), un organismo al que no pertenecen algunos pa¨ªses de la CE y que Alemania y Francia desean convertir en el brazo armado de la Comunidad.
Gran Breta?a no quiere que la UEO dependa del Consejo Europeo y propone que se especifique que no actuar¨¢ nunca en la zona de la OTAN. Londres aceptar¨¢ probablemente que no se hable de una pol¨ªtica europea "compatible" con la aliada sino simplemente de pol¨ªticas "coherentes" en ambas direcciones.
Cooperaci¨®n en materia de justicia y pol¨ªtica interior: Se convertir¨¢ en uno de los puntos de mayor enfrentamiento porque Alemania tiene especial inter¨¦s en lograr que la pol¨ªtica de inmigraci¨®n quede en manos europeas. Teme una avalancha procedente del Este y sus propias leyes a ese respecto son muy generosas. Una pol¨ªtica m¨¢s restrictiva, aprobada en la CE, podr¨ªa aplicarse sin mayores acusaciones. Espa?a apoya a Alemania pero pide que la exigencia de visado se decida por unanimidad, a causa de Am¨¦rica Latina. La batalla se plantear¨¢ a la hora de hablar de "acciones comunes".
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