Gaddafi, el intratable
Mal asunto para Gaddafi la noticia de que agentes libios han sido inculpados por el atentado de diciembre de 1988 contra un Boeing de la compa?¨ªa Pan-Am (270 muertos) y por la explosi¨®n, en septiembre de 1989, del DC-10 de UTA (170 muertos). Psicol¨®gica y pol¨ªticamente, la noticia sobreviene en el peor momento para el ardoroso coronel, que estaba a punto de restablecer su virginidad pol¨ªtica a nivel internacional. Son, para ¨¦l, dos o tres a?os de pacientes esfuerzos reducidos a nada.Para comprender su evoluci¨®n, es preciso retroceder a esa noche del 14 al 15 de abril de 1986 cuando los bombarderos norteamericanos quisieron darle una lecci¨®n y castigarle por haber inspirado directamente numerosas acciones terroristas de las que Washington le acusaba. Es preciso, asimismo, haber visto la impresionante precisi¨®n de los impactos de los misiles disparados contra su chal¨¦ de Tr¨ªpoli -convertido a ra¨ªz de ello en una especie de museo-denuncia de la barbarie norteamericana- para convencerse de que escap¨® de la muerte por milagro.
Derrota en Chad
El l¨ªder de la revoluci¨®n libia sufri¨® un segundo tratamiento, un a?o despu¨¦s, cuando los guerrilleros chadianos infligieron una dura y humillante derrota a su orgulloso y magn¨ªficamente equipado ej¨¦rcito. Que alimentara entonces el prop¨®sito de vengarse an¨®nimamente de Estados Unidos y de Francia, que apoyaban entonces al presidente de Chad, Hiss¨¨ne Habr¨¦, es probable. Que no hubiera previsto que obstinados y meticulosos investigadores pod¨ªan recorrer hasta arriba el escalaf¨®n libio, es totalmente seguro.
Sin embargo, cauteloso tras ese doble golpe y m¨¢s o menos abandonado por el aliado sovi¨¦tico en dificultades, Gaddafi hab¨ªa adoptado hacer las reivindicaciones populares y apaciguar las cr¨ªticas de las organizaciones internacionales en pro de los derechos humanos; l¨ªnea cautelosa en pol¨ªtica exterior a fin de no irritar a Estados Unidos y a las potencias europeas, de las que depende en el terreno del desarrollo econ¨®mico.
De este modo, el 2 de marzo de 1988, en presencia de la prensa mundial, hace demoler la c¨¢rcel de Tr¨ªpoli con tractores oruga y abre las puertas de los otros penales del pa¨ªs. A continuaci¨®n multiplica las medidas liberalizadoras: limitaci¨®n del papel de los comit¨¦s revolucionarios que hab¨ªan asesinado, entre otros, a varios miembros de la oposici¨®n en distintas capitales extranjeras, abolici¨®n de los tribunales de excepci¨®n, supresi¨®n del visado de salida, restauraci¨®n del comercio individual o familiar, fomento de la iniciativa privada en el sector econ¨®mico. Pronto se empez¨® a hablar de la primavera de Tr¨ªpoli.
A principios de junio, por iniciativa propia, el Congreso General del Pueblo (especie de Parlamento) aprueba la Proclamaci¨®n Verde, presentada como la carta de los derechos del hombre libio, deroga la pena de muerte, toma medidas que garantizan -en principio- las libertades y el derecho de cada uno a una "justicia honesta y equitativa". Estas medidas vienen a sumarse a otras m¨¢s antiguas como la escolarizaci¨®n intensiva, la emancipaci¨®n de la mujer o la promoci¨®n de la agricultura, que honra al l¨ªder libio, quien tiene una cara buena y otra mala.
En pol¨ªtica exterior se reconcilia en 1988 con T¨²nez y Argelia, se adhiere en 1989 -pese a algunas cr¨ªticas- a la Uni¨®n ?rabe Magreb¨ª y propone firmar la paz con Chad. En 1990, para sorpresa de todos y a pesar de la poca estima que le merecen las petromonarqu¨ªas del Golfo, se abstiene de apoyar a Irak. Es cierto que profesa una fuerte enemistad a Sadam Husein desde que en 1980 la prensa iraqu¨ª publicara p¨¢ginas enteras redactadas, entre otros, por m¨¦dicos especialistas con el objeto de explicar que ¨¦l suyo era un caso para el psiquiatra.
Lo que es m¨¢s, Gaddafi pact¨® con Egipto y autoriz¨® la entrada de 200.000 fellahs para que cultivasen el desierto irrigado por el gran r¨ªo artificial, cuyo primer tramo inaugur¨® personalmente en agosto de 1991. Por su parte, el presidente Moubarak no ha cejado en defender su causa -eso s¨ª, en vano- ante los norteamericanos. ?ltimo esfuerzo: aunque hostil a la Conferencia de Madrid, se ha abstenido, contrariamente a su vieja costumbre, de denunciar como "traidoras a la naci¨®n ¨¢rabe" a las delegaciones palestina, jordana, siria y libanesa que parlamentaron con los israel¨ªes.
Tanta buena voluntad -al menos aparente- ha sido finalmente tenida en consideraci¨®n por numerosos pa¨ªses de la CE. El 27 de octubre, en la conferencia de ministros de Asuntos Exteriores de los cinco m¨¢s cinco (los miembros de la Uni¨®n magreb¨ª, los cuatro hermanos latinos y Malta, que acababa de ser admitida) celebrada en Argel, Roland Dum¨¢s hab¨ªa llegado, a declarar -con energ¨ªa: "Hay que saber hacer borr¨®n y cuenta nueva", aludiendo con ello a las sanciones econ¨®micas impuestas por la CE al r¨¦gimen libio, desde 1986, con motivo de su apoyo a los movimientos terroristas.
La Europa meridional deseaba un acuerdo que allanase el camino a la cumbre de jefes de Estado de los cinco m¨¢s cinco prevista para principios de 1992 en T¨²nez. Preocupados por facilitar el di¨¢logo Norte-Sur en el Mediterr¨¢neo, los Doce estaban decididos a aflojar la cuerda y levantar las sanciones. El 30 de octubre, las ¨®rdenes de arresto dadas a conocer en Par¨ªs por el juez Brugui¨¨re contra cuatro responsables libios han constituido una ducha fr¨ªa y han echado el freno al proceso de normalizaci¨®n de relaciones con Tr¨ªpoli.
Queda planteada una cuesti¨®n de fondo: al modificar su t¨¢ctica, ?estaba Gaddafi cambiando realmente de estrategia? Parece que no. En pol¨ªtica interior, ha vuelto a llenar las prisiones: Amnist¨ªa Internacional calcula en 400 el n¨²mero de presos pol¨ªticos -la mayor¨ªa fundamentalistas isl¨¢micos- y seg¨²n otras fuentes el n¨²mero se elevar¨ªa a 2.000 o 3.000. En cualquier caso, desde julio de 1990 el coronel Gaddafi ha venido haciendo un llamamiento para "liquidar f¨ªsicamente" a los integristas, compar¨¢ndolos con "lobos, zorros y escorpiones".
Por si fuera poco, las reformas pol¨ªticas han sido soslayadas de manera insidiosa y el r¨¦gimen, lejos de democratizarse, ha permanecido anclado en su esencia dictatorial. En cuanto a las medidas de apertura econ¨®mica, no han sido acompa?adas de las reformas estructurales que habr¨ªan favorecido una verdadera econom¨ªa de mercado. En pol¨ªtica exterior, Gaddafi ha intentado conseguir varios de sus objetivos empleando m¨¦todos menos llamativos. De este modo ha dado su apoyo a Idriss D¨¦by para que derroque a Hiss¨¦ne Habr¨¦ en Yamena. Pero como Par¨ªs no era contrario a este cambio, el papel de Libia ha pasado desapercibido.
Unidad sahariana
Asimismo, el l¨ªder libio parece no haber renunciado del todo a su sue?o de constituir una cierta unidad sahariana bajo el impulso de Tr¨ªpoli, lo que inquieta a sus vecinos africanos y magreb¨ªes. En todo caso, por lo que hace al conflicto que enfrenta actualmente a tuaregs y negroafricanos de Mali -un conflicto que puede haber causado tantos muertos como en Yugoslavia pero del que no habla nadie- Libia financia, arma e instruye al Frente de Liberaci¨®n ?rabe Azaweg, la facci¨®n m¨¢s violenta del movimiento Azaweg que se ha escindido en tres.
La Liga ?rabe ha pedido a Estados Unidos y a sus aliados que no castiguen militarmente al culpable. Es l¨®gico. Pero exculpando a Siria -que estar¨ªa igualmente implicada, seg¨²n los servicios franceses de informaci¨®n- para no comprometer las negociaciones entre ¨¢rabes e israel¨ªes y embistiendo contra Libia, Estados Unidos corre el peligro de torpedear la cumbre cinco m¨¢s cinco preparada desde hace tiempo y cuya utilidad no es necesario demostrar. En efecto, ?qu¨¦ jefe de Estado europeo osar¨ªa sentarse junto a un Gaddafi al que las sospechas que pesan sobre ¨¦l han vuelto intratable?
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