La rebeli¨®n de los vencidos
Cinco d¨¦cadas despu¨¦s de Pearl Harbor, las relaciones entre Jap¨®n y Estados Unidos, claves para la estabilidad mundial
La pr¨®xima cumbre de las dos superpotencias se celebrar¨¢ entre los d¨ªas 7 y 10 de entro pr¨®ximo en Tokio. En un lado de la mesa se sentar¨¢, por supuesto, el presidente de Estados Unidos, George Bush, pero en el otro no estar¨¢n Mija¨ªl Gorbachov ni Bor¨ªs Yeltsin, sino el primer ministro de Jap¨®n, Kiichi Miyazawa. En esa mesa se sentar¨¢n los dos pa¨ªses que suman el 40% del producto bruto del mundo.Cincuenta a?os despu¨¦s del ataque contra Pearl Harbor, que desencaden¨® la guerra entre Jap¨®n y Estados Unidos, las relaciones entre los dos pa¨ªses vuelven a ser objetivo prioritario de ambos Gobiernos y base de la estabilidad mundial.
El 7 de diciembre de 1941, las bombas y los torpedos japoneses destruyeron por sorpresa la mayor parte de la flota norteamericana del Pac¨ªfico. El 7 de diciembre de 199 1, el presidente Bush presidir¨¢ en el mismo Pearl Harbor los actos con los que oficialmente se celebrar¨¢ la reconciliaci¨®n de Jap¨®n y Estados Unidos, que medio siglo despu¨¦s han construido unas relaciones de espepial colaboraci¨®n tanto en el terreno econ¨®mico como en el pol¨ªtico.
Japoneses y norteamericanos saben que est¨¢n obligados a entenderse por su propia supervivencia y por la paz internacional, pero los viejos recelos subsisten y se agravan, hoy por una fuerte competencia econ¨®mica entre las dos naciones. Precisamente ahora, en el 50? aniversario de lo que para Jap¨®n fue una haza?a mil?tar y para Estados Unidos un d¨ªa de infamia, las relaciones norteamericano-japonesas se encaminan hacia un futuro plagado de desaf¨ªos y riesgos para ambos.
Ninguno de los dos pa¨ªses se ha arrepentido p¨²blicamente de los hechos que ahora se conmemoran: ni Jap¨®n ha pedido oficialmente disculpas por atacar sin previa declaraci¨®n de guerra, ni Estados Unidos ha pedido perd¨®n por las bombas at¨®micas sobre Hiroshima y Nagasaki. Al contrario, el presidente Bush, un antiguo piloto que estuvo a punto de perder la vida cuando su avi¨®n fue derribado por los japoneses durante la guerra, ha comentado que las bombas at¨®micas, salvaron "millones de vidas norteamericanas".
La victoria norteamericana en la guerra dio paso a una relaci¨®n excepcional entre los dos pa¨ªses. Jap¨®n estaba autorizado a organizarse internamente a su estilo, pero las relaciones exteriores y la pol¨ªtica de defensa estaban en manos de Estados Unidos.
Jap¨®n le ced¨ªa a Estados Unidos el control absoluto de Asia y se convert¨ªa en un gran portaaviones norteamericano frente a las costas sovi¨¦ticas, pero, a cambio, recib¨ªa acceso al mercado estadounidense y ten¨ªa garantizadas las materias primas dominadas por Washington. Los japoneses pod¨ªan dedicarse a producir y a exportar, pero sus exportaciones estaban protegidas por los barcos de guerra norteamericanos.
En los a?os setenta, la penetraci¨®n japonesa en Estados Unidos comenz¨® a ser significativa, pero entonces nadie se preocup¨® porque la fortaleza de la econom¨ªa estadounidense le hac¨ªa aparecer como imbatible por los retadores nipones.
Hoy, cuando EE UU encuentra dificultades para garantizar su crecimiento, los productores norteamericanos destruyen en p¨²blico las manufacturas japonesas para protestar por lo que consideran competencia desleal.
"Con el fin de la guerra fr¨ªa, Jap¨®n, como Cenicienta, tiene que volver a la realidad", afirman George Friedman y Meredith Lebard, expertos en el tema de las relaciones norteamericano-japonesas. Para consolidarse como potencia, Jap¨®n tendr¨¢ que ser capaz de proteger y diversificar sus propias exportaciones -actualmente destinadas a Estados Unidos en m¨¢s de un tercio del total- y de garantizarse por s¨ª mismo el acceso a las materias primas. Para ello tendr¨¢ que dotarse de un ej¨¦rcito poderoso y manejar sus propias relaciones exteriores.
Nobuo Noada, profesor de Historia Europea en la Universidad de Tokio se muestra pesimista respecto a la evoluci¨®n de las relaciones bilaterales porque Estados Unidos "siempre tratar¨¢ de imponer su voluntad". "?Puede Jap¨®n continuar aceptando las demandas de Washington y seguir haciendo concesiones para preservar la paz americana? Francamente, lo dudo".
No hay coincidencia en Jap¨®n sobre cu¨¢l vaya a ser la progresi¨®n de los lazos entre Tokio y Washington, pero el criterio dominante entre gobernantes e intelectuales, es, que el vasallaje a la Casa Blanca que impuso la derrota nipona en la II Guerra Mundial debe ser revisado amistosamente. Nadie quiere un enfrentamiento directo, pero ¨¦ste parece inevitable.
Los consorcios japoneses, reconstruidos desde el sacrificio y la disciplina de una posguerra de aislamiento, han recuperado el poder¨ªo nacional perdido por la Armada imperial y se adentran en los mercados internacionales con una pujanza dif¨ªcil de combatir. Han ocupado en Asia posiciones perdidas por las tropas de Hirohito, pero en su posterior avance han entrado en colisi¨®n con las multinacionales europeas y estadounidenses.
Los importantes d¨¦ficit de las balanzas comerciales occidentales con Tokio han provocado crecientes recelos y llamamiento a la unidad de acci¨®n contra empresas que venden m¨¢s barato con la misma calidad, y contra una flota nipona de financieros t¨¦cnicos e inversores que empujan una estrategia m¨¢s rentable que la dise?ada por el almirante Isoroku Yamamoto en 1941, cuando atac¨® Pearl Harbor, t¨¢cticamente magistral, pero desastroso a largo plazo. La penetraci¨®n ha llegado al extremo de que semiconductores de fabricaci¨®n japonesa son imiprescindibles para operar con armamento presente en el arsenal norteamericano.
El profesor Noada considera que la diplomacia norteamericana ha intentado siempre aislar y debilitar a aquellos pa¨ªses considerados una amenaza para la estabilidad regional en cualquier parte del planeta. Despu¨¦s de la derrota del comunismo en la URSS y Europa del Este y la liberaci¨®n de Kuwait, "Washington vuelve los ojos hacia Jap¨®n". "Seg¨²n su l¨®gica", seg¨²n este experto nip¨®n, "la econom¨ªa japonesa ha crecido en tales proporciones que amenaza la estabilidad econ¨®mica mundial. La hegemon¨ªa econ¨®mica, al igual que la militar, no puede ser tolerada".
El secretario de Estado norteamericano, James Baker, en una visita a Tokio el mes pasado, pidi¨® a las autoridades niponas la eliminaci¨®n de ciertas pr¨¢cticas comerciales abusivas, "ajustes estructurales" y promoci¨®n de las importaciones estadounidenses. Los consumidores japoneses disponen en casa de una amplia oferta de fabricaci¨®n nacional, y es dif¨ªcil para las empresas extranjeras competir en calidad y precios. Fuentes oficiales indicaron que frecuentemente Washington "utiliza la excusa de supuestas desventajas econ¨®micas para conseguir concesiones en otros terrenos".
La pol¨ªtica proteccionista sobre el arroz, el ¨²nico alimento del que Jap¨®n se autoabastece a precios m¨¢s altos de los ofrecidos por los productores extranjeros, ha sido fuertemente protestada por Washington y es uno de los puntos de fricci¨®n entre los dos Gobiernos. Las grandes casas automovil¨ªsticas niponas copan el 30% del mercado estadounidense. Un cuarto del d¨¦ficit norteamericano con Jap¨®n -10.000 millones de d¨®lares al a?o- se localiza en este sector.
Tanto para japoneses como para norteamericanos, la consigna oficial en este 7 de diciembre de 1991 es que hay que olvidar Pearl Harbor, evitar cualquier sombra.de enfrentamiento entre los dos pa¨ªses. Pero, como analizan los historiadores estos d¨ªas, Pearl Harbor no ocurri¨® por el capricho de unos gobernantes militaristas, sino por el choque de intereses enfrentados.
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