Los japoneses 'atacan' Pearl Harbor
Invasi¨®n de turistas nipones al medio siglo de la agresi¨®n que llev¨® a EE UU a la guerra
Sam Schmidt estaba a bordo del buque Oklahoma cuando, hace hoy 50 a?os, a las 7.55 del domingo 7 de diciembre de 1941, comenz¨® el ataque nip¨®n sobre Pearl Harbor. "Ya hab¨ªamos izado bandera. Estaba desayunando cuando esos bastardos empezaron a tirar bombas. Fui herido en las piernas, pero a¨²n recuerdo la agon¨ªa de muchos de mis compa?eros". Medio siglo despu¨¦s "esos bastardos" son los due?os del hotel en el que se alojan Sam y muchos otros antiguos soldados que se han reunido en la isla de Oahu (Hawai) para conmemorar un acontecimiento que provoc¨® la entrada de Estados Unidos en la II Guerra Mundial y marc¨® para siempre a este pa¨ªs.
Hay dos fechas de la historia de Estados Unidos grabadas en la memoria de todo norteamericano que pasa de los 50 a?os: el asesinato de Kennedy y el ataque a Pearl Harbor. George Bush, presidir¨¢ hoy en este puerto del Pac¨ªfico la ceremonia a la que han acudido cerca de 40.000 supervivientes de una fecha que potenci¨® el militarismo norteamericano y oblig¨® a pensar, por primera vez, que Estados Unidos era vulnerable.Sam recorri¨® ayer con algunos de sus compa?eros las costas que no ve¨ªa desde que estuvo a punto de perder la vida. Tiene hoy 79 a?os y vive con su hija en Kansas tras una vida dedicada a la ense?anza. Recorri¨® los pasillos del Arizona Memorial, donde se homenajea a los 1.102 oficiales y marineros que murieron en el hundimiento del barco de ese mismo nombre. Le temblaban las manos al recorrer con los yemas de los dedos los nombres, grabados sobre una l¨¢pida, de sus viejos compa?eros del Oklahoma.
Vuelos 'charter'
Pearl Harbor es hoy una hermosa bah¨ªa a la que los japoneses siguen llegando por miles cada d¨ªa en los vuelos charters de los operadores de turismo, pero, sobre todo, sigue siendo hoy una importante instalaci¨®n militar. Aqu¨ª est¨¢ el cuartel general de la flota norteamericana del Pac¨ªfico, compuesta por 265 barcos y submarinos, 1.900 aviones y 268.000 hombres.
Sam, que lleva algunas medallas prendidas en su gastado gorro militar, conversa con un joven capit¨¢n de la Armada que le explica por qu¨¦ su pa¨ªs mantiene hoy tan buenas relaciones con Jap¨®n.
Sam pone cara de desconfianza, pero otro de los supervivientes, llegado desde Tennesse, le explica que all¨ª la gente est¨¢ muy feliz con los japoneses, porque debe en parte su bienestar a una planta de autom¨®viles Honda que produce 1.200 millones de d¨®lares de beneficios anuales.
En Honolul¨², separado de Pearl Harbor por apenas diez kil¨®metros, alguna gente teme que el retorno de los antiguos combatientes provoque incidentes con la poblaci¨®n de origen japon¨¦s. William Kaneko, de la Liga de Ciudadanos Americano-Japoneses, cree que "la gente del continente no comprende la vinculaci¨®n ¨¦tnica y econ¨®mica de este archipi¨¦lago con Jap¨®n".
El idioma japon¨¦s tiene aqu¨ª una implantaci¨®n similar a la del espa?ol en Miami. El 27% de los turistas que reciben estas playas procede de Jap¨®n, de donde llega tambi¨¦n el dinero que sostiene la mayor¨ªa de los negocios. Los j¨®venes de la isla, incapaces de aceptar que esa playa de Waikiki, plagada de restaurantes y tiendas de moda, fuese un d¨ªa campo de batalla, tampoco est¨¢n muy satisfechos con las celebraciones. "Para m¨ª, los japoneses son los que me pagan cada semana; eso es todo", dice el dependiente de una de las tiendas de la poderosa cadena ABC Store. Pero para los 40.000 ancianos que estos d¨ªas se pasean por la isla mostrando a sus hijos los lugares en los que ellos hicieron historia es muy dif¨ªcil olvidar lo vivido aquel d¨ªa.
"No es s¨®lo el dolor por los 2.400 muertos en el bombardeo, muchos de ellos civiles. Cuando se empieza a pelear todo es aceptable. Pero lo que no se puede aceptar es ese ataque a traici¨®n, sin mediar siquiera una declaraci¨®n de guerra", dice Sam Schmidt.
La guerra
Estados Unidos s¨ª la declar¨® formalmente. Justo un d¨ªa despu¨¦s del ataque sobre Pearl Harbor el Congreso norteamericano vot¨® a favor de la entrada de Estados Unidos en la guerra. Lo hizo, por cierto, con un voto en contra, el de la republicana por Montana Jeannette Rankin, una pacifista consecuente sobre la que un profesor de la Universidad de Tokio escribi¨® un libro 48 a?os despu¨¦s.
El Arizona Memorial es el principal s¨ªmbolo de lo que los norteamericanos llaman "el d¨ªa de la infamia". All¨ª, algunos vendedores ofrecen a los visitantes r¨¦plicas en madera de los aviones atacantes, y la polic¨ªa protege discretamente a un equipo de la televisi¨®n japonesa que retransmite directamente para su pa¨ªs la cadena de sollozos y l¨¢grimas de los viejos combatientes.
M¨¢s o menos camuflados entre los turistas, pasan estos d¨ªas por all¨ª algunos de los militares japoneses que participaron en la acci¨®n. Como Zenji Abe, un antiguo piloto de la Armada nipona, que, de camino a su negocio en San Francisco, ha querido echar una ojeada a lo que, para ¨¦l, es el principio del fin del imperio japon¨¦s. "Realmente lo siento mucho por la gente que serv¨ªa en esos barcos y que muri¨® durante el ataque", dice.
El presidente George Bush, en el peor momento de popularidad a lo largo de su gesti¨®n, intentar¨¢ hoy contagiarse de este estallido de patriotismo para recuperar la energ¨ªa perdida en las ¨²ltimas semanas. Por mucho que, oficialmente, se quiera presentar la fecha como una oportunidad para consolidar la amistad con Jap¨®n, nadie puede negar su orgullo por la frase inscrita en una de las placas del Arizona Memorial: "De los 31 barcos da?ados por el enemigo, todos menos tres fueron reparados y puestos de nuevo en servicio. Durante la guerra, 65 de los 67 barcos japoneses que participaron en el ataque fueron hundidos".
[El Parlamento nip¨®n renunci¨® ayer a adoptar una resoluci¨®n presentando oficialmente excusas por la II Guerra Mundial, texto que varios miembros del Gobierno, especialmente el ministro de Exteriores, Michio Watanabe, quer¨ªa hacer coincidir con el aniversario del ataque a Pearl Harbor.]
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