Quejido en tres
Pocas trayectorias hay, en la pl¨¢stica espa?ola de las ¨²ltimas d¨¦cadas, que compongan un territorio tan complejo, a la vez laber¨ªntico y ferreamente estructurado, cerrado y abierto a un tiempo, como la desarrollada por Manolo Quejido (Sevilla, 1946), trama cuya intrincanda y apasionante red nace de una serie de coordenadas que imponen una semejante temperatura y tensi¨®n tanto desde la apuesta conceptual como desde una carga de sentido espec¨ªficamente pict¨®rica.Esta nueva muestra de Quejido -que se expone en la Galer¨ªa Buades de Madrid- brillante y radical en su aparente despojamiento, se construye sobre una estrategia de reflejos que el artista ha elaborado a partir de una sutil conjunci¨®n de tres medios y tres arquetipos.
Manolo Quejido
Galer¨ªa Buades. Gran V¨ªa, 16, Y. Madrid. Hasta el 15 de enero.
Son los primeros su medio "natural", el de la pintura, el potencial de variaci¨®n serial abierto por el grabado -aunque, en este caso, cabr¨ªa hablar, con mayor propiedad, de monotipos- y un tercer ¨¢mbito, el de la escultura, en el que Quejido no hab¨ªa incurrido hasta ahora sino de modo bien ocasional, casi privado, y que para muchos puede constituir una sorpresa.
Des de los tres arquetipos a los que he aludido son emblemas recurrentes en la obra de Quejido, dos im¨¢genes que irrumpen en su trayectoria- hacia 1974: la m¨¢quina de escribir y la flor del pensamiento. Visiones frontales que se tornan esquemas., pliegues entre la met¨¢fora y el soporte neutro de la pintura, son juegos mentales y visuales que se desdoblan, como quiebros especulares de s¨ª mismos, desde la pintura al grabado.
Junto a estos pensamientos y maquinaciones, prolong¨¢ndolos y conteniendolos en cierto modo, un tercer arquetipo cierra, en la obra tidimensional, el argumento de la, exposici¨®n de Manolo Quejido. Son vol¨²menes -con m¨¢s propiedad que esculturas- en los que Quejido encarna las figuras del juego del ajedrez, en una suerte de met¨¢fora de met¨¢foras.
La especie de instalaci¨®n que a ordenaci¨®n de las piezas compone, junto a las im¨¢genes de m¨¢quinas y pensamientos, en el espacio de la exposici¨®n es, de alg¨²n modo, como una traslaci¨®n aleg¨®rica de todo el hacer de Manolo Quejido.
Tensi¨®n entre contrarios
Como en el ajedrez, la naturaleza del juego viene dada por la tensi¨®n entre m¨²ltiples contrarios, un equilibrio que es continuamente cambiante y cuyo sentido ¨²ltimo no descansa en ninguna de sus disposiciones parciales -en ninguno de sus momentos puntuales-, sino en el dibujo de la estructura que todos ellos forman en el tiempo.Tambi¨¦n, para Manolo Quejido, cada obra puntual es una pieza que, como la m¨¢quina de escribir o el pensamiento, reencontraremos en posiciones d¨ªstintas en instantes diferentes del gran juego. Todo ciclo de obras, a su vez, queda ligado, por una parte, a los momentos que le anteceden y se proyecta hacia el futuro a partir de su lugar dentro de un proyecto estrat¨¦gico general.
Y es esa estructura temporal de movimiento continuo, esencialmente dial¨¦ctica, en la que cada nuevo punto afecta a cada parte y al todo, la que constituye el coraz¨®n m¨¢s ¨ªntimo y fecundo de la apuesta de Manolo Quejido.
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