La telara?a inform¨¢tica
Silenciosamente, se va deslizando por los corredores del palacio legislativo la Ley Org¨¢nica de Regulaci¨®n del Tratamiento Automatizado de los Datos de Car¨¢cter Personal. Arropada por la Ley de Seguridad Ciudadana y envuelta en los pa?os informativos que proporciona la actualidad, apenas ha suscitado la reacci¨®n de grupos aislados que pugnan por llamar la atenci¨®n de los ciudadanos y de los poderes p¨²blicos sobre los peligros de las redes inform¨¢ticas que proliferan como telas de ara?a dispuestas a atrapar entre sus hilos la totalidad de la vida y milagros de todos los espa?oles.Puede resultar excesivamente dram¨¢tico abordar la incidencia de las nuevas tecnolog¨ªas en la vida y las libertades de los ciudadanos, llamando la atenci¨®n sobre los peligros de su monopolizaci¨®n funcional al servicio de intereses pol¨ªticos y econ¨®micos.
Una afirmaci¨®n tan rotunda como gen¨¦rica puede ser tachada de maximalista y encontrar escaso eco en los beneficiarios de la denuncia. Todos nos hemos acostumbrado a una convivencia natural y pac¨ªfica con la abundante oferta de quincaller¨ªa inform¨¢tica que intenta hacemos caer en la tentaci¨®n de abrir nuestros domicilios a pantallas y teclados de atractivo formato. Estos fascinantes y juguetones cacharros, tan listos y eficaces, anulan la fuerza de los mensajes pesimistas, convirti¨¦ndolos en proclamas inoperantes o alarmismos de dudoso fundamento.
Sin entrar de momento en m¨¢s profundas reflexiones, lo cierto es que el dominio de la tecnolog¨ªa inform¨¢tica permite a los poderes pol¨ªticos y a los grupos financieros e industriales tener acceso a un caudal informativo -te¨®ricamente ilimitado-, que desplaza los tradicionales centros de poder pol¨ªtico.
La inform¨¢tica aporta a la sociedad un instrumento insustituible para recoger, almacenar, clasificar, racionalizar y proporcionar datos e informaciones ¨²tiles y necesarias para la gesti¨®n de toda clase de servicios y actividades, tanto del sector p¨²blico como del sector privado.
El ordenador en el que se acumula toda la informaci¨®n obtenida por la entidad que lo maneja y regula puede, en principio, limitarse a proporcionar los datos registrados con arreglo a las necesidades de su titular, pero, al mismo tiempo, est¨¢ en disposici¨®n de transmitir todo el caudal informativo de que dispone a todos aquellos a los que pueda interesar o convenir para sus fines. Los actuales sistemas de telecomunicaci¨®n proporcionan el veh¨ªculo adecuado para difundir el contenido de una memoria magn¨¦tica en todas las direcciones y a la velocidad de la luz.
Bancos de datos
La aparici¨®n y desarrollo de la microelectr¨®nica ofrece, por ¨²ltimo, unas posibilidades de diseminaci¨®n y vulgarizaci¨®n de los sistemas de ordenaci¨®n y registro de datos que permiten su oferta a bajo coste a gran n¨²mero de usuarios hasta el punto de convertir la imagen del ordenador personal en un aditamento usual de muchos hogares. Por otro lado, la creciente multiplicaci¨®n de los v¨ªdeos terminales permitir¨¢ a muchos particulares el acceso directo a determinados bancos y centros de documentaci¨®n que explotan las prestaciones de estos servicios.
No obstante, el coste que supone la creaci¨®n y manejo de un sistema informatizado de datos no permite que todos los sectores sociales tengan la posibilidad de explotarlos, y s¨®lo los grandes n¨²cleos de poder econ¨®mico y los organismos de la Administraci¨®n del Estado pueden utilizar bancos de datos y sistemas informatizados que contengan informaci¨®n relevante sobre gran n¨²mero de ciudadanos.
La tecnolog¨ªa se convierte as¨ª en un instrumento al servicio del poder. La tecnolog¨ªa es poder, o, si se prefiere, sirve al poder dot¨¢ndole de unas posibilidades de informaci¨®n insospechadas en ¨¦pocas anteriores.
El control de los centros de poder econ¨®mico y pol¨ªtico, unido a las posibilidades de la maquinaria inform¨¢tica, sit¨²a al poder en unas cotas de predominio nunca alcanzadas en la historia.
La t¨¦cnica, como todo medio instrumental, puede ser puesta al servicio de una idea o de un sistema pol¨ªtico determinado y de sus valores esenciales.
A los ciudadanos corresponde desarrollar y perfeccionar la tecnolog¨ªa, a los pol¨ªticos decidir y escoger entre sus posibilidades alternativas. Los cient¨ªficos nos marcar¨¢n, en cada fase de su investigaci¨®n, los l¨ªmites de sus posibilidades t¨¦cnicas, pero el pol¨ªtico nunca puede dejarse llevar por la aparente neutralidad de los avances cient¨ªficos cuando, con su aplicaci¨®n, se pone en juego el futuro de la sociedad y los derechos y libertades de los ciudadanos.
Conscientes de este riesgo para los propios fundamentos del sistema democr¨¢tico, las sociedades m¨¢s estables y sensibilizadas han tratado de reaccionar abordando todos los aspectos -positivos y negativos- que se desprenden de la utilizaci¨®n de bancos de datos informatizados conectados a las redes de comunicaci¨®n m¨¢s avanzadas.
El proyecto de la ley espa?ola para la protecci¨®n de los datos de car¨¢cter personal viene a llenar un vac¨ªo largamente sentido, pero su redacci¨®n actual suscita serios reparos. La clave del arco de cualquier sistema de protecci¨®n radica en la posibilidad de controlar, de manera efectiva, los bancos de datos en poder de las Administraciones p¨²blicas y de los grandes n¨²cleos del poder financiero. Esperemos que a lo largo del debate parlamentario el ¨®rgano de fiscalizaci¨®n y protecci¨®n -Agencia de Datos- cobre nuevas competencias y una mayor autonom¨ªa.
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