Luces y sombras en Maastricht
Maastricht ha sido, por definici¨®n, un ¨¦xito, puesto que as¨ª lo han acordado todos los participantes. ?Pod¨ªa acaso ser de otra manera mientras sigue corriendo la sangre en Yugoslavia y se desmorona la URSS?Los brit¨¢nicos est¨¢n satisfechos con la cl¨¢usula de excepci¨®n relativa a la uni¨®n monetaria y con la relativa a la pol¨ªtica social que afecta nada menos que a los restantes 11 miembros. Los espa?oles se congratulan del compromiso tomado sobre la "cohesi¨®n econ¨®mica y social", curiosa expresi¨®n que significa que el norte de Europa pagar¨¢ m¨¢s que el sur. Franceses y alemanes, o al menos sus Gobiernos, se felicitan por las decisiones concernientes a la moneda ¨²nica y a la defensa. `
Pero conviene ir m¨¢s all¨¢ de las declaraciones oficiales y dar a las palabras su verdadero sentido: no, el acuerdo sobre la moneda no es "irreversible". El que se ha tomado sobre la defensa es significativo, pero todo depender¨¢ de lo que se haga.
Volvamos al acuerdo sobre la moneda. El primer asalto, a finales de 1996, depender¨¢ de un doble voto tomado por mayor¨ªa cualificada: un veredicto t¨¦cnico sobre la base de unas recomendaciones de la Comisi¨®n de Bruselas y del nuevo instituto monetario europeo seguido de un segundo voto emitido por los jefes de Estado y de Gobierno, sobre la base de ese veredicto t¨¦cnico y tras la opini¨®n del Parlamento Europeo.
Ese segundo voto versar¨¢ sobre la oportunidad de pasar a la tercera fase y sobre la fecha de inicio de la misma. Si a finales de 1997 no se hubiera fijado todav¨ªa ese inicio, la tercera fase arrancar¨¢ "autom¨¢ticamente" el 1 de enero de 1999, pero habr¨¢ de producirse un nuevo voto de los jefes de Estado y de Gobierno para determinar qu¨¦ Estados miembros ser¨¢n los afectados. Una impresi¨®n parece quedar flotando: la de saber si un Estado que ha sido reconocido econ¨®micamente apto, pero que ha votado en contra, deber¨¢ ser invitado a pesar de ello a entrar en la uni¨®n monetaria. Todo este proceso deja una extra?a impresi¨®n de ambig¨¹edad. Al final del recorrido, el espacio de la moneda ¨²nica podr¨ªa de hecho encogerse como se encoge una mala tela al ser lavada.
En el mejor de los casos, ?es correcto decir que en 1999 los "ciudadanos europeos" efectuar¨¢n sus transacciones en ecus? Nadie habla de ello. Ning¨²n economista serio podr¨ªa sostener que basta un decreto para fijar "irrevocablemente" las tasas de cambio y para abolir de un plumazo los costes de las transacciones. Sin lugar a dudas, el amplio plazo que nos separa de la "moneda ¨²nica" se aprovechar¨¢ para resolver estas cuestiones. Pero no nos enga?emos: son muy importantes, no simples ap¨¦ndices t¨¦cnicos, y su dimensi¨®n pol¨ªtica saldr¨¢ a la luz m¨¢s pronto o m¨¢s tarde.
En materia de defensa, el texto adoptado en Maastricht toma en lo esencial la declaraci¨®n franco-alemana del 14 de octubre: "La Uni¨®n pide a la Uni¨®n Europea Occidental, que forma parte integrante de la Uni¨®n Europea, que elabore y ponga en pr¨¢ctica las decisiones y acciones de la Uni¨®n que tienen implicaciones en materia de defensa". El texto consagra la "complementariedad" y la "transparencia" de los v¨ªnculos de la UEO con la OTAN. Todo ello es prometedor, pero demasiado vago. Otro tanto ocurre en lo tocante a Grecia y Turqu¨ªa: la primera se integrar¨¢ en la UEO antes de finalizar el a?o 1992, y la segunda deber¨¢ estar plenamente implicada en las actividades de este organismo.
En lo que se refiere a la uni¨®n pol¨ªtica, el principio de decisi¨®n por mayor¨ªa cualificada se confirma en cuatro aspectos, por lo dem¨¢s muy importantes: la seguridad y la cooperaci¨®n paneuropea, el desarme, el control de armamentos y la no proliferaci¨®n. No obstante, para el resto, la unanimidad parece que deber¨¢ seguir siendo la norma.
Es evidente que no hay que subestimar los logros de Maastricht. El refuerzo de la din¨¢mica de la Uni¨®n Europea es en s¨ª mismo un resultado capital. Pero nadie deber¨ªa pronunciarse hoy sobre la importancia hist¨®rica de la fecha del 11 de diciembre de 1991. Tanto para la moneda como para la defensa, el texto suscrito en la ciudad holandesa habr¨¢ que tomarlo como N¨¢pole¨®n tomaba la guerra: el arte estriba siempre en la ejecuci¨®n.
Los ejercicios concretos para examinar las abstracciones de Maastricht no van a faltar, empezando por la elaboraci¨®n de una "doctrina de conjunto" para el reconocimiento de unos nuevos y autoproclamados Estados y para la concertaci¨®n sobre la situaci¨®n de armas nucleares subsiguiente al hundimiento de la URSS. La credibilidad de Maastricht ser¨¢ sometida a prueba a partir de los pr¨®ximos d¨ªas. Cabe esperar que los jefes de Estado y de Gobierno tendr¨¢n mucho cuidado en no caer en el rid¨ªculo de un hiato temprano entre la teor¨ªa y su aplicaci¨®n. No obstante, de momento, la excepci¨®n brit¨¢nica, las oscuridades del texto de Maastricht, el desfase entre la arquitectura europea negociada en Holanda y la acelerada marcha de la historia no pueden suscitar m¨¢s que una discreta circunspecci¨®n.
es director del Instituto Franc¨¦s de Relaciones Internacionales.Traducci¨®n: J. M. Revuelta.
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