Esperando a Delors
Los franceses, convencidos de que el presidente de la Comisi¨®n Europea ser¨¢ su primer ministro y luego su presidente
El personaje con m¨¢s futuro pol¨ªtico en Francia vive desde hace casi siete a?os en Bruselas. Omnipresente desde hace unos meses en el esp¨ªritu de sus compatriotas, Jacques Delors, el presidente de la Comisi¨®n Europea, es el gran comod¨ªn del socialismo franc¨¦s y el principal obst¨¢culo que puede encontrar la derecha francesa en su reconquista del poder. Delors es el sustituto ideal de Edith Cresson en la jefatura del Gobierno y el ¨²nico socialista que hace sombra a la vocaci¨®n presidencial de Michel Rocard.
Delors proclam¨® el pasado domingo que ¨¦l piensa seguir en Bruselas hasta el t¨¦rmino de su mandato al frente de la Comisi¨®n Europea, el 31 de diciembre de 1992. "Soy un alba?il, y no puedo irme ahora que la casa est¨¢ a medio construir", dijo. Las especulaciones sobre su futuro, asegur¨®, perturban su trabajo en Bruselas y enturbian su amistad con Edith Cresson y Michel Rocard. Ese mismo d¨ªa, el congreso extraordinario del Partido Socialista franc¨¦s (PS) termin¨® en Paris con la impresi¨®n de que Delors, de 66 a?os de edad, sustituir¨¢ a Cresson a lo largo de 1992, quiz¨¢ tras la previsible cat¨¢strofe socialista en las elecciones regionales de marzo. Tambi¨¦n el domingo, Mitterrand volvi¨® a arrojar le?a a los rumores al afirmar a prop¨®sito de Cresson: "Todo Gobierno tiene un fin", y a?adir en relaci¨®n a Delors: "Es un hombre que ser¨¢ muy ¨²til a Francia"
Todo empez¨® en agosto. Rocard acababa de abandonar Matignon (sede la jefatura del Gobierno) con su popularidad intacta e incluso acrecentada. Mientras su sucesora, Edith Cresson, se hund¨ªa en el mayor descr¨¦dito, todas las encuestas aseguraban que el puritano e hiperactivo Rocard era el presidenciable favorito.
Pero de repente empez¨® a abrirse camino la idea de que Delors es el hombre providencial de Francia, el personaje que puede serlo todo: jefe del Gobierno en breve y jefe del Estado despu¨¦s. Fue una idea que creci¨® como una bola de nieve, una idea directamente soplada desde el Eliseo por Mitterrand.
El alejamiento de Delors de la pol¨ªtica cotidiana francesa es su principal ventaja. El presidente de la Comisi¨®n Europea no se ha visto mezclado en los esc¨¢ndalos pol¨ªtico-financieros que han ensuciado la imagen del PS. Hoy es el pol¨ªtico favorito de los franceses. Supera ligeramente a Jacques Chirac y Val¨¦ry Giscard d'Estaing, los campeones de la derecha, y a su camarada Rocard.
Tanto para Rocard como para Delors, la actual situaci¨®n es un drama. De seguir as¨ª las cosas, los dos deber¨¢n competir en 1995 o quiz¨¢ antes por la candidatura socialista a la Presidencia. Y el caso es que son amigos personales y adem¨¢s presentan un perfil humano y pol¨ªtico bastante parecido. Serios, honestos, eficaces y trabajadores, ambos defienden semejantes valores de centro-izquierda, esa socialdemocracia a la que el PS acaba de convertirse formalmente. En caso de lucha por el Eliseo, Delors, disc¨ªpulo de Emmanuel Mounier, contar¨ªa con la ligera ventaja de su doble militancia en el campo del catolicismo y la socialdemocracia.
Nieto de la cajera de un restaurante popular de Par¨ªs e hijo de un empleado del Banco de Francia, a Delors le inculcaron desde ni?o que los principales valores son el trabajo, la moderaci¨®n, el ahorro y la solidaridad con los m¨¢s d¨¦biles. Son justamente las palabras que esperan o¨ªr los franceses tras una d¨¦cada caracterizada por la competencia feroz, el enriquecimiento r¨¢pido, el culto al dinero f¨¢cil y el incremento del paro.
Aunque ahora Mitterrand fomente sutilmente la leyenda de Delors, las relaciones entre el presidente de Francia y el de la Comisi¨®n Europea nunca han sido id¨ªlicas.
Este hombre que se ha hecho a s¨ª mismo a fuerza de desgastar coderas, este funcionario rigorista, este adicto al trabajo que odia las vacaciones, es profundamente orgulloso. En 1983, Mitterrand ya le ofreci¨® la jefatura del Gobierno, pero Delors la rechaz¨® porque quer¨ªa adem¨¢s el control personal de toda la pol¨ªtica econ¨®mica y monetaria. Pero Mitterrand, que tiene memoria de elefante, no olvida que Delors le defendi¨® cuando, a finales de los setenta, Rocard pretendi¨® hacerse con el liderazgo del socialismo franc¨¦s.
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