La pasi¨®n oblicua
Es dif¨ªcil situar, en tiempo y t¨¦rminos, a una figura tan empecinadamente esquiva y exc¨¦ntrica como la de Xavier Utray (Madrid, 1945); atrapar, por as¨ª decir, entre palabras, a quien ha hecho precisamente un arte del perderse -o perdernos en ellas.Presencia fundamental en el panorama creativo madrile?o desde los setenta, Utray ha punteado su identidad, desde la arquitectura a la escritura o esa m¨¢scara de pintor que hoy centra nuestra atenci¨®n, sobre una red de paradojas que juegan con el lenguaje en un constante forzar sus l¨ªmites de sentido para establecer un discurso tan deslumbrante como desconcertante.
El ciclo de im¨¢genes que componen la actual exposici¨®n madrile?a de Xavier Utray sigue situando su papel en esa idea de manipulador de lenguajes, distanciado y mordaz, en un eje estrat¨¦gico en el que se conjugan confesas identificaciones duchampianas con la mec¨¢nica pop. Ello determina un eclipse aparente del artista con relaci¨®n a dos factores, la invenci¨®n de las im¨¢genes y su fabricaci¨®n espec¨ªfica; el primero, marcado por una apropiaci¨®n sagaz, y el segundo, por el recurso a t¨¦cnicas de reproducci¨®n mec¨¢nica, que siguen aqu¨ªmarcadas por el uso de esa desconcertante materia el¨¢stica, con gamas de color que lindan con la memoria de la sicodelia, ya empleadas en sus ciclos precedentes. Mas, en cualquier caso, esa distancia instrumental contrasta con la despiadada torsi¨®n con la que la voluntad del artista se manifiesta en su elecci¨®n con respecto a ambos terrenos y el v¨¦rtigo que establece en su intersecci¨®n.
Xavier Utray
Galer¨ªa Moriarty. Almirante, 5, 1?.Madrid. Hasta el 7 de enero.
Utray ha construido esta serie a partir de la manipulaci¨®n de un motivo iconogr¨¢fico obsesivo, la Piedad del pintor barroco milan¨¦s Daniel Crespi. Como con los cr¨¢neos de su etapa anterior, de nuevo aqu¨ª una referencia esencial de caducidad, partiendo ahora de una obra que contiene oscuras resonancias premonitorias, las de un autor que pinta en el cuerpo ex¨¢nime de Cristo a un hombre muerto en la edad en la que ¨¦l mismo habr¨¢ de perecer, segado por la gran peste.
Utray saquea la imagen de Crespi, aislando sus motivos principales, someti¨¦ndolos en alg¨²n caso a alteraciones anam¨®rficas y elaborando a partir de esa materia iconogr¨¢fica su propio juego combinatorio en la composici¨®n y las modulaciones espaciales.
Esa visi¨®n oblicua de la Pasi¨®n es de nuevo forzada por las tramas de cruces perspectivas que el artista superpone a ese motivo b¨¢sico adquiriendo una vertiginosa ambig¨¹edad ¨®ptica, que tanto la retiene, asimil¨¢ndola ambig¨¹amente a la superficie literal y gomosa del cuadro, como abre en ella un punto de fuga abismal que arrastra nuestra mirada hacia un infinito mental y visual.
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