Una f¨¦rtil cohabitaci¨®n
La obra de Bego?a Egurbide (Barcelona, 1958) ha evolucionado al. tiempo que dictados facturales y cobijos promocionales han perdido el lado negativo que, tarde o temprano, deb¨ªan perder. Quiz¨¢ por causa de todo un cruce de l¨ªneas est¨¦ticas que se han sucedido con inusual celeridad entre nosotros, vine manteniendo algunas reservas ante los diferentes estadios insinuados en la obra de Egurbide.Pero tal. vez haya sido menester forzar el tim¨®n, orientar velamen -y no s¨®lo en su caso- y detenerse en los diferentes caladeros indagados para alcanzar aquella deseable calma chicha que a nada sabe de turbulencias, zarandeos, fletadores de cascarones o contramaestres con cartas de navegaci¨®n equivocadas.
Bego?a Egurbide
Galer¨ªa Carles Tach¨¦. Consell de Cent, 290. Barcelona. Hasta febrero de 1992.
Egurbide nos da ya muestras irrefutables de su madurez, y para que esta feliz constataci¨®n haya acontecido, aporta, c¨®mo no, las pruebas.
No es que para que esto sucediera debiera imperiosamente producirse una ruptura radical con respecto a etapas anteriores -porque algo hay en las obras hoy expuestas que a¨²n participa de adscripciones anteriores sino, antes bien, y como as¨ª ha sido, expulsarse una serie de componentes, rayanos en lo puramente aleatorio y decorativo, que, en mi opini¨®n, eran inc¨®modo lastre como para volar con suficientes garant¨ªas.
Y a este despojar para despejar dudas ha contribuido, sin duda, la reciente investigaci¨®n que Egurbide ha hecho en un terreno, el de la tridimensionalidad, donde la inclusi¨®n de algunos d¨¦ los rasgos de su pintura m¨¢s protot¨ªpica cobra ahora un inusitado inter¨¦s, una verdadera y original eficacia.
Y hasta tal punto se la siente c¨®moda a la artista en esta tesitura, que bien puede hablarse de su empe?o como una tarea casi pionera, si no por la concepci¨®n simbi¨®tica y cohabitativa de medios y g¨¦neros que la anima, s¨ª por la rotundidad y dificultad que trabarlos con originalidad supone, m¨¢xime en tiempos en que, con todo y escucharse manifestaciones de parecido corte, rara vez se supera la barrera del batiburrillo, la declaraci¨®n de principios o, simplemente, el popurr¨ª gacetillero.
Pero si mucho hay de grata sorpresa en lo referente al modo de presentaci¨®n del actual discurso de Egurbide, poco hay, por contra, en el fondo de novedoso en la intenci¨®n y voluntad primeras que lo gu¨ªan, pues la artista persevera en otorgar al mismo aquella condici¨®n enigm¨¢tica, hecha de materia y letra, v¨¦rtigo y vac¨ªo, de enajenaci¨®n por saturaci¨®n y extenuaci¨®n de los medios expresivos, que ya nos eran, de alg¨²n modo, conocidos.
Aun as¨ª, aunque la muestra parece claramente articulada a dos niveles, no s¨®lo intencionales y fon¨¦ticos, sino f¨ªsicos, que implican a su vez un tr¨¢nsitogra dual del plano al bulto, es en estos ejercicios escultopict¨® ricos postreros donde Egurbide, a caballo entre lo inquietante -y lo at¨¢vico y la orografia, formal y tipogr¨¢fica, de sus reminiscencias, siembra la que puede ser f¨¦rtil vega en el futuro.
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