Bel¨¦n, sin Navidades
La Intifada deja sin festejos los territorios ocupados
Bel¨¦n, en los territorios ocupados por Israel, resplandece bajo el sol pero sin que brille la alegr¨ªa navide?a. Desde el estallido de la Intifada palestina, hace cuatro a?os, ya no se celebra la Navidad. Las calles est¨¢n casi desiertas. "No hay turistas", se queja Faruk Salame, de unos 60 a?os, propietario de un restaurante que da a la plaza Manger, donde se fija el nacimiento de Jesucristo. La ciudad no luce ninguna decoraci¨®n navide?a, con excepci¨®n de la entrada. All¨ª son los soldados israel¨ªes, y no los habitantes, los que han colgado estrellas y globos de los postes.
?A qu¨¦ se debe la ausencia de celebraciones en Bel¨¦n: a la solidaridad con la lucha de los j¨®venes palest¨ªnos o a una imposici¨®n de ¨¦stos? "Ambas cosas", contesta en voz baja, con una peque?a sonrisa, un comerciante que prefiere no decir su nombre."?Acaso hay algo que festejar?", dice Imad Jader, de 35 a?os, miembro de una antigua familia cristiana de Bel¨¦n. "La ocupaci¨®n contin¨²a desde hace 24 a?os y no acabar¨¢ pronto", explica, al a?adir: "Despu¨¦s de la reuni¨®n de Madrid est¨¢bamos optimistas, y despu¨¦s de Washington sabemos que los israel¨ªes no ceder¨¢n en nada. Ni siquiera quieren discutir directamente con nosotros, los palestinos... Y el Ej¨¦rcito est¨¢ en todas partes e impone puestos de control molestos". Jader dice que la Nochebuena la pasar¨¢ con su esposa en casa. "?Para qu¨¦ arriesgarse a sufrir humillacionesT', a?ade.
A pesar de esta afirmaci¨®n, aparece un grupo de j¨®venes rubias sonrientes. Son turistas que desembarcan de un autob¨²s, rumbo a la iglesia de la Natividad. Son alemanas que han venido a festejar las fiestas en Bel¨¦n.
Al preguntarles si no tienen miedo de la Intifada, una suelta una carcajada nerviosa mientras otra dice muy seria: "La Navidad nos trae un mensaje de paz. Dios nos proteger¨¢". Una tercera a?ade que ¨¦sta es su quinta Navidad en Bel¨¦n y que nunca ha tenido problemas.
Este a?o se esperan en Bel¨¦n entre 3.000 y 4.000 peregrinos. M¨¢s que el pasado a?o, en que la cifra de visitantes no super¨® las 2.000 personas.
El padre Mathiotos, el archimandrita greco-ortodoxo -un hombre con una imponente barba negra-, tiene otras preocupaciones. El lado derecho del tejado de la iglesia de la Natividad se est¨¢ hundiendo.
La lluvia entra dentro del edificio. Hay que arreglar el agujero, pero es imposible hacerlo sin el acuerdo de los cat¨®licos romanos, de los griegocat¨®licos y los armenios, que comparten la iglesia con los griegos-ortodoxos y los coptos. Cada uno de ellos controla una extremidad de la iglesia. Las fronteras entre los unos y los otros est¨¢n celosamente guardadas y las querellas se prolongan desde hace siglos.
Ahora los cat¨®licos y los armenios temen que si los griegos ortodoxos arreglan el tejado, ampl¨ªen la iglesia a favor de su parcela del edificio, y no est¨¢n dispuestos a ello. "Nosotros queremos pagar la reparaci¨®n", dice el archimadrita. "Pero los cat¨®licos y los armenios se niegan a ello; Cristo ha nacido en esta iglesia y, por desgracia, Sat¨¢n se est¨¢ instalando aqu¨ª", concluye al levantar la mirada piadosa hacia el cielo.
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