La guerra de la carretera
POCAS, CUESTIONES como la de los accidentes de tr¨¢fico y su secuela de muertos y heridos resultan m¨¢s recurrentes en los medios informativos. A?o tras a?o, las estad¨ªsticas facilitadas por la direcci¨®n general pertinente sit¨²an el problema en sus dram¨¢ticas dimensiones. Y el a?o 1991 no se distingue demasiado de los anteriores: 5.743 personas perdieron la vida -sin contar a¨²n los fallecidos en accidentes en los cascos urbanos- y 5.773 sufrieron heridas de consideraci¨®n.Ciertamente, y seg¨²n los datos facilitados por la Direcci¨®n General de Tr¨¢fico, el n¨²mero de muertos ha disminuido en 193 personas con respecto a 1990, pero Espa?a sigue siendo el primer pa¨ªs en n¨²mero de v¨ªctimas de los que conforman la Comunidad Europea. Sirva de referencia que el n¨²mero de fallecidos equivale, pr¨¢cticamente, a las v¨ªctimas que ha ocasionado la guerra en Yugoslavia.
Lo parad¨®jico de la cuesti¨®n, y sin duda la dificultad de solucionarla, es que todos los expertos conocen sobradamente los motivos que influyen en tan macabras estad¨ªsticas: desde la imprudencia de los conductores a la discutible seguridad del trazado y conservaci¨®n de la red viaria, sin olvidar el envejecimiento del parque automovil¨ªstico o la capacidad de est¨ªmulo que pueden producir unas campa?as publicitarias que basan m¨¢s su mensaje en la potencia y velocidad de los coches que en las condiciones de seguridad. Pero en este caso, conocimiento no equivale a resoluci¨®n.
Pese a que los factores que influyen en el problema son asumidos por responsables, expertos y usuarios; pese a que las autoridades competentes se esfuerzan por alertar a los conductores de los peligros de la carretera; pese a que la aplicaci¨®n de la Ley de Seguridad Vial se hace con m¨¢s rigor -se han retirado 68.000 carn¨¦s de conducir en 1991 y est¨¢n pendientes de resoluci¨®n otros 133.000 casos-, y pese a que los tramos de autov¨ªas se incrementan anualmente, lo cierto es que el n¨²mero de muertos, heridos y la cuant¨ªa de las indemn¨ªzaciones por da?os corporales -medio bill¨®n de pesetas en 1990- siguen situ¨¢ndose en cantidades dificilmente aceptables.
Conocidas, pues, las causas que originan el problema y, consiguientemente, los remedios te¨®ricos que deben aplicarse para corregirlo, el que a?o tras a?o las cifras de v¨ªctimas resulten aterradoras s¨®lo puede explicarse por la constancia en la insensatez de los conductores, el factor humano. Considerar el veh¨ªculo como un medio de transporte y no como un fin en s¨ª mismo, asumir que, como toda invenci¨®n humana, su bondad o maldad dependen del uso que se haga del mismo, parece una obviedad. Sin embargo, la pr¨¢ctica cotidiana tiende a identificar las carreteras con un campo de batalla. Mientras la tan ansiada cultura automovil¨ªstica no surja de forma natural en quienes son -sus, usuarios, el coche seguir¨¢ siendo -para miles de ciudadanos- uno de los mejores veh¨ªculos para llegar al tanatorio o al hospital.
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