Entre la di¨¢spora y la tierra prometida
El nacionalismo y la di¨¢spora constituyen los dos modelos paradigm¨¢ticos y extremos de posible organizaci¨®n de los grupos ¨¦tnicos a escala planetaria. Ambos han sido inventados y ensayados por los jud¨ªos.Considerado como una teor¨ªa del orden pol¨ªtico mundial, el nacionalismo postula el esta: blecimiento de una correspondencia biun¨ªvoca entre etnias y territorios. Cada etnia o naci¨®n debe tener un territorio bien delimitado sobre el que edificar su propio Estado nacional. Y cada territorio del planeta debe estar asignado a una etnia determinada como solar de su cultura y escenario de su destino.
Los jud¨ªos han sido los inventores del nacionalismo avant la lettre. Superaron el trauma de la destrucci¨®n del primer templo de Jerusal¨¦n y del exilio en Babilonia, interpret¨¢ndolo como castigo de Yahveh (elevado ahora de su rango previo de dios local al de dios universal), y concibi¨¦ndose a s¨ª mismos como pueblo elegido por Yahveh: "Ser¨¦is entre todos los pueblos mi propiedad particular; porque m¨ªa es toda la tierra, mas vosotros constituir¨¦is para m¨ª un reino de sacerdotes y una naci¨®n santa".
El pueblo de Israel hab¨ªa concluido un pacto con Yahveh: ellos le obedecer¨ªan incondicionalmente y no aceptar¨ªan ning¨²n otro dios. ?l, a cambio, les dar¨ªa la tierra prometida, el pa¨ªs de Cana¨¢n. Con ello quedaba claro qu¨¦ hab¨ªa que hacer y d¨®nde hab¨ªa que hacerlo. A cabado el exilio, el l¨ªder jud¨ªo Ezr¨¢ estableci¨® en Jerusal¨¦n una teocracia nacionalista y sigui¨® u?a pol¨ªtica de homogeneizaci¨®n cultural forzosa. Prohibi¨® los matrimonios mixtos y trat¨® por todos los medios de aislar a los jud¨ªos de los dem¨¢s pueblos. El nacionalismo trata de convertir cada pa¨ªs en un gueto. El primer gueto jud¨ªo lo crearon Ezr¨¢ y Nehem¨ªas en Palestina.
En la ¨¦poca helen¨ªstica, las querellas entre jud¨ªos nacionalistas y cosmopolitas. acabaron provocando la intervenci¨®n de la monarqu¨ªa seleukida y la rebeli¨®n de Matat¨ªas y su hijo Judas Macabeo. Al frente de una guerrilla integrista, los macabeos derrotaron a los jud¨ªos helenizados ya las tropas seleukidas, lo que finalmente condujo a la independencia de Israel bajo el reino de los hasmoneos, que impusieron los valores y las pr¨¢cticas de la ortodoxia judaica no s¨®lo a los propios jud¨ªos, sino tambi¨¦n a los idumeos y galileos, obligados a adoptar su religi¨®n.
El Imperio Romano, respetuoso de las creencias y costumbres de todas las etnias, hab¨ªa establecido la paz, la comunicaci¨®n y el orden en todo el Mediterr¨¢neo, pero los zelotes o fan¨¢ticos jud¨ªos, que se negaban a permitir otros cultos que el de Yahveh en la tierra de Cana¨¢n y atizaban la violencia intercomunal, se rebelaron contra Roma en un sangriento y absurdo levantamiento que acab¨® en el 70, cuando Tito entr¨® en Jerusal¨¦n y arras¨® el segundo templo, que ya nunca m¨¢s ser¨ªa reconstruido.
El fanatismo nacionalista no decay¨®, avivado por las visiones apocal¨ªpticas de los esp¨ªritus calenturientos, que anunciaban la inminente llegada del Mes¨ªas. En 130, el emperador Adriano prohibi¨® la castraci¨®n, la mutilaci¨®n y la circuncisi¨®n como pr¨¢cticas b¨¢rbaras, lo cual provoc¨® poco despu¨¦s la nueva y suicida rebeli¨®n del presunto mes¨ªas Bar Kokhba, aplastada decisivamente por Roma, que incluso borr¨® del mapa el nombre de Judea, Ramada ahora Siria Palestina, y convirti¨® a Jerusal¨¦n en colonia romana vedada a los jud¨ªos.
A cambio de la obediencia incondicional, la consagraci¨®n y la circuncisi¨®n, Yahveh no prometi¨® a los jud¨ªos el cielo ni la inmortalidad, sino s¨®lo la tierra prometida. Sin embargo, a trav¨¦s de la historia se observa una indudable ambig¨¹edad de los jud¨ªos respecto a esa tierra. Ning¨²n otro pueblo ha mantenido un apego tan profundo, emocional y continuo durante tanto tiempo hacia un territorio deteminado como los jud¨ªos hacia el pa¨ªs de Ca?a¨¢n. Pero ning¨²n otro pueblo ha manifestado tampoco una tendencia tan persistente a emigrar y establecer comunidades lejos de su patria.
Ya en la ¨¦poca helen¨ªstica y romana s¨®lo una minor¨ªa de jud¨ªos viv¨ªa en Israel. Las comunidades jud¨ªas se extend¨ªan por todo el Mediterr¨¢neo y el Oriente Pr¨®ximo, siendo la m¨¢s populosa, rica y culta la de Alejandr¨ªa. Durante la Edad Media, los jud¨ªos viv¨ªan dispersos por todo el mundo cristiano y musulm¨¢n, alcanzando en Espa?a su m¨¢ximo esplendor. En los periodos de paz y tolerancia, las comunidades jud¨ªas florec¨ªan. Pero repetidas olas de antisemitismo, atizadas por el fanatismo cristiano, la envidia y el odio irracional, provocaron incontables masacres, extorsiones y expulsiones.
A principios de la Edad Moderna, los jud¨ªos fueron expulsados de Espa?a y encerrados en guetos en Italia, adem¨¢s de seguir sometidos a todo tipo de discriminaciones y humillaciones. La Ilustraci¨®n puso en cuesti¨®n este estado de cosas, y a partir d¨¦ Napole¨®n se inici¨® en todas partes la emancipaci¨®n de los jud¨ªos. De ser una di¨¢spora oprimida y encerrada en guetos, los jud¨ªos pasaron a constituir una di¨¢spora floreciente, el fermento intelectual y la levadura econ¨®mica de los pa¨ªses m¨¢s avanzados.
Los jud¨ªos siempre hab¨ªan sabido adaptarse a las tendencias cosmopolitas. De hecho, desde el exilio en Babilonia hab¨ªan olvidado el hebreo y hab¨ªan adoptado sucesivamente el arameo, el griego, el ¨¢rabe, el lat¨ªn, el alem¨¢n y el ingl¨¦s. Fil¨®n escrib¨ªa en griego; Maim¨®nides, en ¨¢rabe; Spinoza, en lat¨ªn; Einstein, en alem¨¢n. La pugna secular entre juda¨ªsmo universalista y ortodoxia nacionalista parec¨ªa inclinarse a favor del primero en el siglo XIX, principios del XX. En condiciones de libertad y tolerancia, la di¨¢spora era la situaci¨®n ideal, y nadie echaba a faltar la ¨¢rida y pedregosa tierra prometida.
La di¨¢spora es la situaci¨®n natural de cualquier grupo ¨¦tnico en un mundo libre y bien comunicado. Los chinos de la di¨¢spora viven mucho mejor que los que se han quedado en China. Y su caso, como el de los jud¨ªos, muestra que la di¨¢spora es compatible con la preservaci¨®n de una cultura nacional sobre bases no territoriales. La vitalidad de Estados Unidos tiene mucho que ver con su condici¨®n de pa¨ªs de di¨¢sporas.
S¨®lo el aislamiento impuesto por una pared adiab¨¢tica impide que el calor se difunda. S¨®lo los compartimentos estancos impiden que los diversos l¨ªquidos se entremezclen. Y s¨®lo el aislamiento, la distancia, las murallas materiales, las barreras convencionales, las fronteras cerradas, las aduanas y las polic¨ªas impiden que todas las etnias se desparramen por todos los pa¨ªses, como el aceite una vez salido de la botella. Algo parecido al segundo principo de la termodin¨¢mica apunta hacia una mayor mezcla y pluralismo por todo el planeta, siempre que aumenta la facilidad de comunicaci¨®n y transporte. A la larga, en la aldea global las fronteras no pueden por menos de desaparecer.
Los hombres son animales, no plantas; tienen piernas, no ra¨ªces. Si no se les ata, se dispersan, siguiendo los caminos de la oportunidad, el inter¨¦s y la curiosidad. El futuro es de las di¨¢sporas. Y de ese futuro los jud¨ªos han sido los adelantados. De ese ensayo general todos podemos aprender.
La di¨¢spora acab¨® tr¨¢gicamente en varios lugares. Los pogromos de Rusia y Europa oriental Gunto con la ola rom¨¢ntica nacionalista). hicieron
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Entre la di¨¢spora y la tierra prometida
Viene de la p¨¢gina anteriorsurgir el sionismo. El holocausto de los jud¨ªos centroeuropeos a manos de los nazis le dio el impulso definitivo. Los jud¨ªos no pudieron tomar el atajo hist¨®rico de pasar de ser una di¨¢spora perseguida a ser una di¨¢spora libre y pr¨®spera, vanguardia, anuncio de un mundo porvenir. Tuvieron que pasar por el aro de ser un pueblo como los dem¨¢s, con su Estado nacional. Y por ello tuvieron que pagar un precio. Para los jud¨ªos que viv¨ªan en peligro o postraci¨®n en los pa¨ªses de la di¨¢spora oprimida, el Estado de Israel ha sido una tabla de salvaci¨®n, como ha mostrado recientemente el caso de los felachas de Etiop¨ªa. Pero para los que viv¨ªan en la di¨¢spora pr¨®spera y liberal (en Am¨¦rica, Francia, Reino Unido, etc¨¦tera), la emigraci¨®n a Israel ha representado un sacrificio personal y una gran renuncia. Los israel¨ªes tienen una vida dura. Trabajan mucho, ganan relativaffiente poco, pagan enormes impuestos (el 50% de impuesto sobre la renta, de promedio), han de hacer una mili muy larga (tres a?os los hombres, dos las mujeres), viven peligrosamente, e incluso tienen mala conciencia (con respecto a los palestinos). En los kibutzim (la ¨²nica implementaci¨®nexitosa del comunismo en el mundo) labran un suelo ingrato con una austeridad y entrega m¨¢s admirables que envidiables. En general, es mucho m¨¢s c¨®modo ser jud¨ªo en Boston que en Tel Aviv.
Con la creaci¨®n del Estado de Israel se han cumplido las promesas de Yahveh, y se han realizado milagros como el cultivo del desierto o la resurrecci¨®n de la lengua hebrea, muerta desde hac¨ªa 2.500 a?os. Nadie puede negar a los jud¨ªos el derecho a tener su propio Estado nacional, es decir, a ser vulgares, como los dem¨¢s. Pero, aun dejando de lado el problema palestino, no es obvio que esa vulgaridad sea lo mejor que los jud¨ªos puedan ofrecer al mundo, o a s¨ª mismos. Son la sal de la tierra, pero concentrar toda la sal en el mismo sitio estropea cualquier plato.
es catedr¨¢tico de L¨®gica y Filosofia de la Ciencia de la Universidad de Barcelona.
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