Alemania, 'n¨²mero 1'
El canciller Kohl asume sin complejos el papel de su pa¨ªs como superpotencia europea
"No puedo negar que somos casi 80 millones y la potencia econ¨®mica n¨²mero uno de Europa, de la misma manera que cualquiera que mire por la ventana puede decir qu¨¦ tiempo hace", dijo el canciller alem¨¢n, Helmut Kohl, en su primera conferencia de prensa de 1992. Dos decisiones tomadas al filo de las Navidades pasadas marcan la nueva actitud de Bonn: el reconocimiento de Croacia y Eslovenia , en contra de sus socios comunitarios, y la subida de los tipos de descuento por el banco central, el Bundesbank.
Alemania es el pa¨ªs m¨¢s poderoso de Europa, y su Gobierno ya no lo esconde. Ha hecho falta poco m¨¢s de un a?o, el transcurrido desde la unificaci¨®n, para que los enormes cambios que se han producido en el mundo hayan obligado a Bonn a asumir un papel hegem¨®nico. No parec¨ªa f¨¢cil que una clase pol¨ªtica acostumbrada al relativamente c¨®modo enanismo de la guerra fr¨ªa empezara tan pronto a ejercer "sus nuevas responsabilidades", seg¨²n la expresi¨®n del propio canciller Kohl.Sin embargo, en los c¨ªrculos diplom¨¢ticos de Bonn, especialmente en las canciller¨ªas de sus m¨¢s cercanos aliados europeos, algunos de los cuales fueron especialmente cr¨ªticos con el papel de segunda fila jugado por el Gobierno de Bonn durante la guerra del Golfo, esta nueva autoconfianza, de manera parad¨®jica, no acaba de digerirse.
Todav¨ªa vive mucha gente en Europa que sufri¨® personalmente el delirio nazi, y para quienes la idea de una Alemania poderosa, y ejerciendo como tal, levanta sospechas y temores profundos. Los alemanes son conscientes de ello y de lo dif¨ªcil que ser¨¢ asumir el papel que les corresponde sin despertar al mismo tiempo recelos hist¨®ricos. El propio Kohl confiaba en que si el liderazgo alem¨¢n se concretaba en encabezar la ayuda a Europa del Este, en tirar del carro de la unificaci¨®n en Europa occidental, ser¨ªa la mejor manera de "borrar la imagen del alem¨¢n malo".
Pese a haber recuperado te¨®ricamente su soberan¨ªa, Alemania sigue estando discriminada en comparaci¨®n con lo que tienen pa¨ªses incluso menos importantes. Bonn no dispone, ni posiblemente dispondr¨¢, de un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Tampoco su poder¨ªo militar corresponde a su dernograf¨ªa y poder actual. La propia Constituci¨®n, adem¨¢s, le proh¨ªbe intervenir fuera de la zona de actuaci¨®n de la Alianza Atl¨¢ntica, y seg¨²n los acuerdos que hicieron posible la unificaci¨®n, su Ej¨¦rcito no podr¨¢ superar los 350.000 hombres.
Por supuesto, tampoco tiene armas nucleares, ni aspira a tenerlas. De los resortes formales que en el mundo de la diplomacia planetaria se conceden a los pa¨ªses m¨¢s poderosos, tan s¨®lo cuenta con su, pertenencia al grupo de los siete pa¨ªses m¨¢s industrializados (G-7).
La t¨¢ctica del Gobierno de Kohl parece ser otra. Fuentes cercanas a la canciller¨ªa negaban rotundamente que Bonn se dispusiera a pedir un puesto permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU. Si una plaza estuviera disponible, dijeron estas, fuentes, "nuestra postura es favorable a que se le asignara a la Comunidad Europea". El dilema, ya cl¨¢sico, de si el futuro nos deparar¨¢ una Europa alemana o una Alemania europea, podr¨ªa resolverse en un punto intermedio, aunque escorado hacia el Rin.
Musculatura alemana
La musculatura mostrada poco antes de Navidad en Bruselas al forzar a los Doce a aceptar el reconocimiento de Croacia y Eslovenia, junto con la decisi¨®n del Bundesbank de subir los tipos de inter¨¦s, as¨ª lo indican.En el consejo europeo de Maastricht se produjo, de cara a la opini¨®n p¨²blica, un resultado enga?oso. Los problemas electorales y partidistas llevaron al primer ministro brit¨¢nico, John Major, a una situaci¨®n desesperada que le obligaba a sacar partido pol¨ªtico de la cumbre, lo que le hizo aparecer como el gran vencedor. Pero la realidad fue muy otra: el canciller Kohl fue en todo momento quien reparti¨® las cartas, incluso las que sirvieron al pol¨ªtico brit¨¢nico para aparentar una victoria p¨ªrrica.
En cuanto a Washington, que hace ya un tiempo ofreciera a los alemanes una "asociaci¨®n en el liderazgo", aunque sin prever los cambios que llegar¨ªan, y aunque tenga que tragar bilis cuando la pol¨ªtica monetaria alemana le priva de capital, parece resignado y hasta aliviado por el nuevo papel asumido por Bonn. La pol¨ªtica exterior estadounidense siempre ha preferido apostar por el aliado m¨¢s fuerte como garant¨ªa de estabilidad.
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