Palabras
Vivimos en una ¨¦poca en que las palabras se usan para traicionar su sentido. Los gobernantes saben que nada resulta m¨¢s demoledor para la verdad que sepultarla bajo un alud formado por las palabras que deber¨ªan servir para definirla. Esta tarea de camuflaje suele tener prop¨®sitos abyectos, y se instala en la opini¨®n p¨²blica, casi siempre, con mayor ¨¦xito que la realidad tal como es, que los hechos desnudos. Y cuando uno empieza a repetir los latiguillos del poder, de cualquier poder, es que ya les ha comprado la burra.As¨ª ocurre con Sur¨¢frica. Atendiendo las buenas intenciones expresadas por sus actuales gobernantes, hemos visto desaparecer el significado de dos conceptos reales: apartheid y boicoteo. El primero lo hemos borrado, dej¨¢ndonos llenar la cabeza por las m¨²ltiples promesas proferidas por De Klerk en los foros internacionales: no es que De Klerk sea hipnotizador, es que estamos deseando creer que desaparecen los problemas. Poco a poco hemos dado por hecho que en Sur¨¢frica ya hay igualdad, y as¨ª como hemos . aceptado la mentira de que ahora son los negros los que se matan entre s¨ª -el propio, Gobierno arma a la facci¨®n que le resulta ¨²til-, hemos bajado la guardia y aflojado la presi¨®n, renunciando alegremente a usar la ¨²nica arma de que dispon¨ªamos: el boicoteo, algo que s¨®lo perjudicaba a los astutos blancos, pues los otros no pueden estar peor, ni siquiera muertos.
Pero Sur¨¢frica es una palabra que ya no aparece escrita con su significado en la p¨¢gina -no muy blanca, por cierto- de nuestras conciencias, tan acomodadas en el nuevo orden. Y ahora constatamos con cierta perplejidad que s¨®lo 200 negros asistieron al concierto de Paul Simon. ?D¨®nde estaban todos los dem¨¢s? Tratando de borrar, con el elocuente gesto de su ausencia, el efecto de tanta palabra culpable.
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