Contra el miedo
LA ESCALADA de ETA en este comienzo de a?o desmiente una vez m¨¢s la met¨¢fora mao¨ªsta que imagina al activista clandestino movi¨¦ndose entre la poblaci¨®n como pez en el agua: para sembrar el miedo y la alarma los terroristas no necesitan apoyos sociales. En cambio, para que el miedo produzca efectos sociales s¨ª necesitan contar con una cierta dosis de desconcierto entre las personas -pol¨ªticos, periodistas, famosos- m¨¢s influyentes en la opini¨®n p¨²blica.El diputado de Izquierda Unida Nicol¨¢s Sartorius ha advertido contra una de las manifestaciones de ese desconcierto: la tentaci¨®n de utilizar los efectos del terrorismo como arma arrojadiza entre partidos o elemento de controversia pol¨ªtica. Esa tentaci¨®n afloraba en algunas actitudes poco meditadas: plantear un ultim¨¢tum a Francia tras un a?o en el que un total de 76 activistas y colaboradores de la banda hab¨ªan sido detenidos en ese pa¨ªs; renunciar a la pol¨ªtica de reinserci¨®n cuando en las c¨¢rceles comenzaban a hacerse visibles sus frutos; considerar a la alarma social causada por la escalada de ETA un motivo que justificar¨ªa. una moci¨®n de censura contra el Gobierno.
Frente a los riesgos derivados de ese desconcierto se decidi¨® hace algunos a?os institucionalizar los contactos entre los principales partidos. El deseo gubernamental de contar con el apoyo de la oposici¨®n en la lucha antiterrorista tiene como contrapartida l¨®gica la exigencia. de compartir tambi¨¦n, hasta donde sea razonable, la informaci¨®n de que dispone el Gobierno. La reuni¨®n celebrada ayer en el Congreso, con la presencia de dos ministros y otros altos cargos de Interior y Defensa, era necesaria para compartir informaciones, pero tambi¨¦n para reafirmar ante la opini¨®n los principios que presiden la lucha democr¨¢tica contra los terroristas y poner de manifiesto la cohesi¨®n con que, por encima de eventuales divergencias, se responde al desaf¨ªo planteado por los pistoleros. Era sobre todo necesaria para transmitir a los ciudadanos un mensaje de firmeza contra el chantaje pretendido por quienes aspiran a imponer sus recetas (sobre la ref¨®rma de la Constituci¨®n, la estructura del Estado o el trazado de las carreteras) sin otro argumento que nuestro miedo.
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