Alberto Card¨ªn, escritor, antrop¨®logo y destacado agitador cultural, muere en Barcelona a los 44 a?os
Combin¨® la narraci¨®n con poes¨ªa, ensayo y articulismo
El escritor y antrop¨®logo Alberto Card¨ªn falleci¨® ayer v¨ªctima de sida en su domicilio de Barcelona. Card¨ªn -Villamayor (Asturias), 1.948-, adem¨¢s de especialista en Antropolog¨ªa, estuvo estrechamente vinculado desde hace m¨¢s de dos d¨¦cadas al mundo de la creaci¨®n literaria, participando incluso en la gestaci¨®n de numerosas revistas. Adem¨¢s de polifac¨¦tico en la escritura, donde combin¨® el ensayo, la poes¨ªa y la narraci¨®n, Card¨ªn fue sobre todo un transgresor, dedicado a lanzar con sus textos golpes de mano contra la cultura espa?ola oficial.
Alberto Card¨ªn nos ha dejado en la ma?ana del domingo 26 de enero. Ten¨ªa 44 a?os y ha muerto en ese exilio interior y voluntario en el. que se refugian los l¨²cidos. Su virtud principal estuvo en saber profetizar un presente que no le merec¨ªa. Bajo el despotismo de los impostores, ¨¦l sobrevivi¨® en su casi robins¨®nica parcela de autenticidad para, cercano y remoto a la vez, reprocharle a la realidad sus traiciones y sus torpezas. Id¨¦ntico como pocos a s¨ª mismo, no se dej¨® enga?ar por lo que dicen los altavoces y se erigi¨® en interlocutor de una era marcadamente sordomuda.Lo hizo en sus libros de poes¨ªa, Paciencia del d¨¦st¨ªno (Alcrudo, 1980), Depojos (Pre-textos, 198 l), Ind¨ªculo de sombras (Laertes, 1983). Lo hizo en ensayos como Como si nada (Pre-textos, 1983), lo hizo incluso cuando se dej¨® poseer por Lacan, por Wilde, por Kristeva, por Lawrence -aquella genial versi¨®n de Los siete pilares de la sabidur¨ªa (J¨²car, 1988- para engendrar traducciones de una rara-sensibilidad. Lo hizo en infinidad de aquellos art¨ªculos que animaban las revistas heroicas que tanto y tan in¨²tilmente hizo por Impulsar -Diwan, Sinthoma, El Viejo Topo, Revista de Literatura o La Ba?era-, as¨ª como en diversas publicaciones, entre ellas EL PA?S. Tambi¨¦n como narrador, en compilaciones como Lo mejor es lo peor (Laertes, 198 l), Detr¨¢s por delante (Laertes, 198 Sin m¨¢s ni m¨¢s (Moreno Zila, 1989).
Un desenmascador
Pero, por encima de todo, Alberto Card¨ªn fue un etn¨®logo. Es desde el ¨¢nimo antropol¨®gico que toda su obra deviene comprensible en su vocaci¨®n desenmascaradora, y es desde la manera antropol¨®gIca de dar con las cosas, que Card¨ªn ha ejercitado un pensamiento tan atroz como tierno. Lo pueden constatar quienes hayan tenido el privilegio de ser alumnos suyos en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Barcelona, donde su presencia exceptuaba ese pat¨¦tico p¨¢ramo en que se ha constituido la antropolog¨ªa acad¨¦mica espa?ola y que ¨¦l tantas veces hab¨ªa denunciado. Lo pueden constatar tambi¨¦n quienes hayan le¨ªdo sus trabajos disciplinarios (Guerreros, chamanes y travest¨ªs, Tusquets, 1984; Tientos etnol¨®gicos, J¨²car, 1988; Lopr¨®ximo y lo ajeno, Icaria, 1990, o la recopilaci¨®n de art¨ªculos que prepara Muchnick).Autosegregado por voluntad propia a la periferia del tinglado intelectual espa?ol, se dedic¨® a lanzar desde all¨ª constantes golpes de mano contra la memez entronizada y sus lacayos. Con el tiempo, la enfermedad que se le iba comiendo y la propia desolaci¨®n del paisaje que le rodeaba acabaron por hacerle demasiado fatigosa su epopeya de ¨²ltimo maquis.
Seguramente por ello una de las pel¨ªculas que m¨¢s admiraba era Blade Runner. No hab¨ªa que ser demasiado sensitivo para darse cuenta de cu¨¢n cerca deb¨ªa percibirse de Batty, el jefe de los replicantes, y como ¨¦l conocedor de que un destino necio le hab¨ªa condenado a una muerte prematura. ?Recuerdan? "Yo he visto cosas que vosotros no creeriais. Atacar naves en llamas m¨¢s all¨¢ de Ori¨®n. He visto Rayos D brillar en la oscuridad... Todos esos momentos se perder¨¢n en el tiempo como l¨¢grimas en la lluvia. Es la hora de rnorir".
Nosotros a?adimos aquello que el replicante ya no pudo escuchar, lo que Gaff, el extra?o polic¨ªa que habla en interlingua, le dice al blade runner encarnado por Harrison Ford: "L¨¢stima que ella tenga que morir. Pero... ?qui¨¦n vive?"
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