Canci¨®n sin misterio
Soviet Philarmonic Orchestra
Director: G. Rozhdestvensky.
Solistas: H. Schwarz (mezzo) y H. Laubenthal (tenor). Obras de Marco y Mahler. Auditorio Nacional. Madrid, 24 de enero.
Cay¨® Mozart y retorna Mahler. Sin necesidad de esperar a ning¨²n aniversario, la revista Scherzo y Caja Madrid plantean un ciclo Mahler, cosa que no suced¨ªa desde el celebrado por la Orquesta Nacional de Espa?a en 1971-72.Y es curioso que la obra escogida para el comienzo, La canci¨®n de la tierra, fue la ¨²nica estrenada por Fern¨¢ndez Arb¨®s con su sinf¨®nica, en 1924. No en vano esta culminaci¨®n del lied sinf¨®nico aportada por Gustav Mahler hizo ¨¦poca, durante mucho tiempo, no s¨®lo en Austria sino en todos los pa¨ªses de Centroeuropa. Desde all¨ª los ecos resonaron en los medios musicales latinos.
Como preludio escuchamos ?ngelus novus (Mahleriana), una p¨¢gina escrita por Tom¨¢s Marco, compositor que este a?o alcanza la cincuentena, a instancias de Fr¨¹beck de Burgos, justamente para inaugurar ese ciclo hace poco m¨¢s de 20 a?os.
La idea de Marco fue la de servirse de una serie de estilemas mahlerianos (t¨ªmbricos, interv¨¢licos, anecd¨®ticos, como el cascabelear de la Cuarta sinfon¨ªa) con los que forma una constelaci¨®n sonora entre po¨¦tica y expectante.
Pintura de Paul Klee
Para entender con exactitud esta MahIeriana no debe perderse de vista el origen del t¨ªtulo, una pintura de Paul Klee, titulada ?ngelus novus, a la que alude Walter Benjam¨ªn para desarrollar desde distintos supuestos lo que nuestro Quevedo condens¨® en pocas palabras: "El tiempo que ni vuelve ni tropieza".
La versi¨®n de Guennadi Rozhdestvensky y la Soviet Philarmonic Orchestra fue clara y atenta. No es adjetivo caprichoso pues revela una actitud no frecuente en los directores cuando abordan m¨²sicas nuevas. En cuanto a La canci¨®n de la tierra, me parece que el maestro de Mosc¨² la realiza un tanto a lo Shostakovich.
No es que el autor de la Leningrado dejara de tener relaci¨®n con el mahlerismo, sino todo lo contrario, pero lo recibe desde otras premisas y en una situaci¨®n lejana geogr¨¢fica y sentimentalmente. Lo cierto es que a esta Canci¨®n de la tierra le falt¨® el tan tra¨ªdo y llevado misterio, acaso con excepci¨®n del ¨²ltimo lied de la obra.
Fue, en general, m¨¢s f¨ªsico que esencial, m¨¢s atenido a la letra que al esp¨ªritu y, si mal no recuerdo, era precisamente Mahler quien dec¨ªa que en una partitura est¨¢ escrito todo salvo lo esencial.
Excelent¨ªsima por voz, estilo, dicci¨®n e indefinible atractivo la mezzosoprano hamburguesa Hanna Schwarz, y bastante desafortunado el tenor de Eisfeld, Horst Laubenthal, pese a su brillante carrera y a experiencias anteriores de mayor altura interpretativa.
Muy bien la Soviet Philarmonic Orchestra, aunque quiz¨¢ no llege a la calidad de la Nacional de Rusia y siempre dominador, esplendoroso, vencedor m¨¢s que convincente, su maestro titular, Guennadi Rozhdestvensky.
Lleno en el Auditorio Nacional de M¨²sica y aplausos entusiastas.
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