Los nuevos dogmas en America Latina
Despu¨¦s de un incipiente decenio de oro en Am¨¦rica Latina durante los a?os ochenta, la socialdemocracia hemisf¨¦rica se debate entre el descr¨¦dito ideol¨®gico, el desprestigio de gesti¨®n y el abandono pragm¨¢tico o la traici¨®n program¨¢tica de su proyecto. En tiempos pasados, desde la hist¨®rica reuni¨®n de la Internacional Socialista en Caracas en 1976, su futuro latinoamericano parec¨ªa altamente prometedor. Los partidos y, a partir de comienzos de la d¨¦cada anterior, los Gobiernos socialdem¨®cratas europeos apoyaban, auspiciaban y financiaban a sus correligionarios en las Am¨¦ricas: de El Salvador hasta R¨ªo de Janeiro, pasando por Santiago de Chile, en la oposici¨®n, o Lima, en el Gobierno, el llamado socialismo democr¨¢tico iba viento en popa.Hoy es la desbandada. La ola ideol¨®gica conservadora que ha inundado al mundo entero de axiomas conservadores anteriormente vistos como meras lucubraciones extremistas no ha perdonado a Am¨¦rica Latina. La fe absoluta en el mercado, la apertura econ¨®mica propia y la cerraz¨®n ajena, la privatizaci¨®n y la desregulaci¨®n se han transformado en los nuevos dogmas de los gobernantes latinoamericanos. El viejo anhelo socialdem¨®crata se ha desvanecido, relegado al mentado basurero de la historia, junto con sus supuestos hermanos gemelos, el socialismo autoritario de Europa del Este y el cl¨¢sico populismo hemisf¨¦rico. Donde a¨²n gobiernan partidos socialdem¨®cratas -Venezuela, Jamaica, Bolivia-, lo hacen poniendo en pr¨¢ctica pol¨ªticas indiferenciables de las de sus adversarios: Michael Manley en su segunda reencarnaci¨®n, Carlos Andr¨¦s P¨¦rez con su af¨¢n privatizador y los motines populares que suscita Jaime Paz Zamora y sus asesores harvardianos se confunden al extremo con sus hom¨®logos neoliberales en Am¨¦rica Latina. Donde la socialdemocracia gobierna a medias, o en coalici¨®n -Chile, Ecuador-, se suma a un proyecto ajeno, no hace concesiones ni las recibe a partir de un proyecto propio. Por ¨²ltimo, donde gobern¨® antes sufre el oprobio y se vuelve la culpa de todos los males: Alan Garc¨ªa en Per¨² constituye el mejor ejemplo del precio de fracaso socialdem¨®crata.
Como ya se ha dicho a prop¨®sito del socialismo europeo, parece que, para tener ¨¦xito, la socialdemocracia latinoamericana tiene que adoptar el programa de sus enemigos; para ser derrotada y humillada, basta que aplique el programa por el cual votaron sus electores. El mecanismo de culpa por complicidad se perfecciona: se asimilan las econom¨ªas de mercado pero mixtas, reguladas y protegidas, del sur del R¨ªo Bravo con las econom¨ªas de mando centralizado de Europa del Este; se identifica la vocaci¨®n social, nacionalista y democr¨¢tica de los socialistas latinoamericanos con la barbarie estalinista de la antigua URSS; se confunde la transici¨®n al libremercado en el. Este con el desmantelamiento de un Estado asistencial indispensable en sociedades donde m¨¢s de la mitad de la poblaci¨®n es pobre, y en las que la clase media es una, minor¨ªa social, si * no es que ¨¦tnica tambi¨¦n. Pero como las modas ideol¨®gicas desconocen el bien, hacer o la honestidad intelectual, no sirve de mucho lamentar la injusticia de la aparenteruina de la socialdemocracia latinoamericana.
Conviene m¨¢s bien tratar de entender si es duradera o no, y bajo qu¨¦ condiciones puede superar el trance actual. Por innegable el desmoronamiento ideol¨®gico de la izquierda, lo que los marxistas sol¨ªan denominar las "condiciones objetivas" jam¨¢s han sido tan favorables como hoy para un proyecto socialdem¨®crata en Affi¨¦rica Latina. La conjunci¨®n de diez a?os de regresi¨®n social y estancamiento econ¨®mico con un proceso de democratizaci¨®n real, tanto en materia electoral como a trav¨¦s del florecimiento de la llamada sociedad civil, crea condiciones excepcionalmente propicias para un proyecto socialdem¨®crata cl¨¢sico. Justicia social, consolidaci¨®n y extensi¨®n de la democracia, construcci¨®n y fortalecimiento de la sociedad civil, defensa de la soberan¨ªa nacional, integraci¨®n regional entre iguales: estos temas simples y centrales de un esquema socialdem¨®crata est¨¢n m¨¢s que nunca a la orden del d¨ªa en un continente devastado por el decenio perdido.
M¨¢s a¨²n, las soluciones que se han buscado a los agobios recientes abonan en el mismo sentido. Las nuevas pol¨ªticas conservadoras, de libre mercado y apertura econ¨®mica, pueden rendir resultados a medio plazo. En el mejor de los casos, exacerbar¨¢n durante buen tiempo las ancestrales y abismales desigualdades sociales latinoamericanas, dejando desprotegidas a vastas capas de una poblaci¨®n de por s¨ª inerme. Y si fracasan, o apenas producen magras recompensas, muy por debajo de las expectativas creadas, una rectificaci¨®n socialdem¨®crata puede aparecer con m¨¢s raz¨®n como una alternativa humana, digna y justa, despu¨¦s de la aventura del dejar hacer decimon¨®nico.
" Nadie pretende a esas alturas que la mera pobreza genera autom¨¢ticamente posiciones pol¨ªticas o ideolog¨ªa de izquierda, pero la miseria tampoco desemboca permanentemente en apat¨ªa y resignaci¨®n.
Existen, sin embargo, dos grandes interrogantes o reservas. Una podr¨ªa apodarse as¨ª: el s¨ªndrome de Sendero, o la verosimilitud de la amenaza extrema. Casi desde el surgimiento en el mundo del movimiento obrero y sobre todo a partir de la Revoluci¨®n Rusa, la socialdemocracia en Europa y en Am¨¦rica ha podido esgrimir un argumento poderoso y convincente: si bien los cambios y sacrificios que propone son terriblemente dolorosos para las clases pudientes, constituyen un mal menor. Sin ellos -esto es, sin la seguridad social, el seguro contra el desempleo, las vacaciones pagadas, la contrataci¨®n colectiva, la representaci¨®n sindical, sin una pol¨ªtica de vivienda, de educaci¨®n p¨²blica, de capacitaci¨®n-, la llegada del radicalismo obrero o popular, Hamado bolchevismo, comunismo, castrismo, sena inminente. El fin de la guerra fr¨ªa y el desplome del socialismo han dado al traste con este paradigma, y han dejado a la socialdemocracia verdaderamente hu¨¦rfana de justificaciones sobre su raz¨®n de ser.
Pero como en Am¨¦rica Latina, por lo menos, la miseria imperante y la desigualdad abismal permanecen vigentes, la necesidad de reformas y la posibilidad de estallido o movimientos milenaristas sigue viva. Parad¨®jicamente, la pesadilla de Sendero Luminoso, que ha destrozado a la izquierda peruana, tanto en su fuerte y vieja vertiente socialdem¨®crata -el APRA- como en su nueva faceta, m¨¢s radical y a la vez m¨¢s moderna -Izquierda Unida-, puede servir de acicate para procesos socialdem¨®cratas en otros pa¨ªses. Si no existe la amenaza de algo peor, de una alternativa extrema y peligrosa para los privilegiados del statu quo, ¨¦stos no aceptar¨¢n siquiera cambios m¨ªnimos, y menos transformaciones de fondo.
El espectro de Sendero, con su terror at¨¢vico, su fundamentalismo, ideol¨®gico y su arraigo ¨¦tnico, puede ser la fuente de inspiraci¨®n de un miedo sano que abra paso a la viabilidad de un reformismo latinoamericano hoy d¨ªa carente de justificaciones realistas" sobre su existencia.
La segunda condici¨®n de ¨¦xito de la socialdemocracia en Latinoam¨¦rica es construir el consenso de un nuevo pacto nacional, semejante al que surgi¨® en los a?os treinta, pero incluyendo ahora a los excluidos de entonces. La envergadura de las reformas de toda ¨ªndole que el continente requiere, aunada a la magnitud de los problemas y la intensidad de las divisiones, dificulta enormemente la consecuci¨®n de cambios con mayonas exiguas -como las que la democracia electoral, dejada a s¨ª misma, suele generar- o espurias-como las que emanan de reg¨ªmenes autoritarios, que han gozado de apoyos reales, Cuba, M¨¦xico-
Desde los a?os treinta, con las variaciones propias de cualquier cronolog¨ªa apli cada a casos m¨²ltiples, Latinoam¨¦rica vivi¨® las delicias, las desventuras y en algunas ocasiones la tragedia de una especie de pacto nacional -populista, nacionalista y no muy democr¨¢tico que digamos- que permiti¨® la modernizaci¨®n aceler¨¢da de pa¨ªses enormes y complejos. Naciones rurales, iletradas, desprovistas de infraestructura y pobladas por masas uniformemente empobrecidas pasaron a conformar pa¨ªses urbanos, con ¨ªndices de alfabetizaci¨®n insuficientes pero elevados, con clases medias minoritarias pero ya no inexistentes, y con carreteras, puertos, presas, transportes y comunicaciones. El coste fue en muchos casos exorbitante, el resultado nunca se situ¨® a la altura de las expectativas o necesidades, y la condici¨®n para incluir a amplios sectores sociales en ese pacto -obreros organizados, clases medias, empresarios nacionales, intelectualidad nativa- fue la exclusi¨®n de muchos m¨¢s: el campesinado pobre, los "marginados urbanos", los grupos ¨¦tnicos despose¨ªdos.
Hace a?os, el pacto dej¨® de ser viable -o deseable-, pero el esquema posiblemente siga siendo v¨¢lido. Am¨¦rica Latina requiere consensos, o, en todo caso, c¨®modas y democr¨¢ticas mayor¨ªas para salir adelante. La derecha continental ha sido hist¨®ricamente incapaz de construir los primeros, o de lograr las segundas. Por razones ideol¨®gicas, ¨¦tnicas e internacionales, su llamada capacidad de convocatoria siempre ha resultado coja: o impone por la fuerza, o no hace nada. La extrema izquierda, deshecha por la crisis del socialismo y las tribulaciones cubanas, dif¨ªcilmente puede aspirar a volverse mayoritaria. Sin duda, ninguna fracci¨®n de la izquierda en su conjunto puede hacerlo sola. Pero, si alguna se encuentra bien colocada y preparada para lograrlo, es la nueva y la vieja socialdemocracia latinoamericana. Si puede convertirse en el arquitecto y el v¨¦rtice de un nuevo encuentro de los excluidos de la vez pasada, con los grandes beneficiados de pactos anteriores, que hasta ahora se han resistido a aceptar mutaciones sustanciales. La socialdemocracia no s¨®lo tendr¨¢ futuro en Am¨¦rica Latina. Tendr¨¢ ¨¢ngel, que en nuestros pa¨ªses es tanto o m¨¢s importante.
es profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional Aut¨®noma de M¨¦xico.
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