"Rap" de Mosc¨²'
1. Como los dem¨¢s ciudadanos, los pasados d¨ªas navide?os he visto c¨®mo mi entorno audiovisual se poblaba de incitaciones al consumo. No me molesta la tentaci¨®n, al contrario, pero s¨ª su inflaci¨®n incompetente: que sea tanta, o tan tonta, que llegue a cansarme, dejando de tentarme. Nada, pues, de sumarse al coro de hip¨®critas fariseos que, bajo el liderazgo puritano de Daniel Bell, denuncian inquisitorialmente la ola hedonista de consumismo que nos invade: mientras con una mano consumen, con la otra condenan a los dem¨¢s consumidores. He de confesar, sin embargo, que entre los peores anuncios televisivos a los que he acertado a prestar atenci¨®n estas pasadas navidades ha habido algunos que han conseguido ciertamente llegar a molestarme. Me refiero a unos que venden mu?ecas y juguetes b¨¦licos a ritmo de rap. Lo que me indigna, por supuesto, no es el machismo ni el afeminamiento de su contenido (ello resulta inevitable en todo mensaje que se dirija a los monstruos infantiles, dado su fanatismo sexista), sino la forma oligofr¨¦nica con que se producen. Es el rap lo que en definitiva m¨¢s me hiere. Para huir del casticismo franquista me hice, desde adolescente, un fan¨¢tico enamorado de la m¨²sica negra norteamericana (Jazz, blues y derivados: rock, soul, funky), por lo que confieso mis prejuicios raciales favorables al rap. Pero me indigna el descarado idealismo de una mercanc¨ªa que s¨®lo vende letra, y no m¨²sica. El rap es una estafa: pura basura comercial vendida bajo la etiqueta de marca del grito de protesta del gueto y la rebeli¨®n racial. No dudo que la mercadotecnia de las letras del rap venda: se cogen machistas de sexo, violencia y chuler¨ªa, se agitan en la coctelera audiovisual y se recitan con machacona salmodia de fundamentalista de guerra santa. Pero si bien poco cabe objetar a lo escandaloso de las letras de rap, su traducci¨®n a forma musical deja todo que desear, pues s¨®lo contiene amorfa e informe redundancia. Lo cual es grave, pues en cualquier medio de comunicaci¨®n (mucho m¨¢s en la m¨²sica: ese sistema de signos carentes de significado, como concluy¨® Stravinski) su, poder expresivo reside en la forma, no en el contenido. Una misma idea produce diferentes efectos, seg¨²n cu¨¢l sea la forma de expresarla, mientras que una forma de expresi¨®n produce los mismos efectos, sean cualesquiera las ideas que exprese. Y la mejor prueba es el caso del rap, que igual transmite mensajes de juguete pueril que de guerrilla urbana, con id¨¦nticos efectos de mera redundancia. El contenido de sus letras es intercambiable, y da lo mismo el ani?amiento par¨®dico que los gritos de guerra en las calles del gueto, pues lo ¨²nico que cuenta es su mon¨®tona sarta de conjuros y sortilegios de hipn¨®tica domesticaci¨®n. El placer est¨¦tico consiste en desentra?ar y degustar el secreto artificio con que est¨¢ organizada una forma f¨ªsica.Pero en el rap no hay forma que disfrutar; s¨®lo contenido oral que recitar: pura redundancia de oraci¨®n ritual. Por eso, el rap conviene tanto a los ni?os (y a la cultura juvenil actual, tan ani?ada, pasiva, conformista y acr¨ªtica), esos aut¨®matas espont¨¢neos a quienes se doma, domestica y domina a fuerza de rezos, oraciones y jaculatorias.
2. En realidad es caer en el idealismo el creer que es el contenido lo que salva una canci¨®n o cualquier otra forma de expresi¨®n. Como proclam¨® Wittgenstein, el significado de un signo est¨¢ en su uso. 0 como apuntaba McLuhan: el medio es el mensaje. Es decir, el qu¨¦ reside en su c¨®mo. Lo que cuenta no son las ideas expresadas, sino la forma de expresarlas. Y donde mejor se advierte este pol¨ªtica, especialmente en la prensa y en los noticiarios de televisi¨®n. Precisamente, la revista Time ha elegido hombre del a?o 1991 a Ted Turner, porque considera que la cadena fundada por ¨¦l (CNN) ha cambiado la definici¨®n de las informaciones: hasta aqu¨ª, los hechos eran noticia por s¨ª mismos, mientras que ahora tienen una dimensi¨®n extra por su forma de transmisi¨®n. Pero esto no es sino una generalizaci¨®n del principio b¨¢sico de la comunicaci¨®n televisiva. De un presentador no te fijas tanto en las noticias que da, sino en c¨®mo las comunica: qu¨¦ apariencia tiene; c¨®mo pronuncia y vocaliza; con qu¨¦ grado de naturalidad improvisa; cu¨¢l es, en suma, el estilo personal que le identifica. Y ese mismo es el ¨²nico secreto del liderazgo pol¨ªtico actual: si Gonz¨¢lez o Pujol gozan de mucha m¨¢s credibilidad que sus competidores no es por el qu¨¦ de lo que dicen (pues apenas se diferencia por la presente confusi¨®n ideol¨®gica), sino, por -¨¦l c¨®mo lo comunican. A los pensadores superficiales del tipo de Baudrillard o Lipovetsky esto les parece seducci¨®n y simulacro; es decir, feminizaci¨®n de la sociedad en tanto que obsesi¨®n por la forma accidental de la expresividad m¨¢s que por su contenido sustantivo. Pero no se trata, como en el idealismo plat¨®nico, de contraponer realidad y apariencia (embellecimiento, camuflaje, ficci¨®n), sino de alcanzar el poder de comunicar, captando la atenci¨®n de los receptores, influyendo su conducta y afectando su memoria. Pues si la forma de la expresi¨®n es lo importante, no es porque permita el fingimiento y la falsificaci¨®n (que, por supuesto, lo permite, como todo conocimiento y toda representaci¨®n, sea en la realidad o en la ficci¨®n), sino porque crea y mantiene el v¨ªnculo comunicativo, estableciendo una durable relaci¨®n articulada entre emisor y receptor. Sin medio de relaci¨®n no hay mensajes cuyo con tenido transmitir, Pero una vez establecida fiablemente la relaci¨®n, ya pueden transmitirse innumerables mensajes de cont¨¦ nido cambiante, plural y variable. Por eso es m¨¢s importante la forma de expresi¨®n que sus contenidos: porque sobre ella descansa la responsabilidad de crear y establecer las relaciones de comunicaci¨®n; es decir, de articular y organizar el tejido social. Este principio comunicativo de prioridad de la forma (el c¨®mo) sobre el contenido (el qu¨¦) adquiere su mayor relevancia en el mundo de la pol¨ªtica. Lo vimos en el caso de la guerra de Irak (retransmitida instant¨¢neamente por la CNN), pero podemos verlo tambi¨¦n en el caso del nacionalismo y del fundamentalismo isl¨¢micos: mensajes irracionales o fan¨¢ticos que adquieren toda la fuerza de la raz¨®n gracias al medio y al modo en que son comunicados. La legitimidad no depende tanto de la verosimilitud de los contenidos como de la credibilidad con que son expresados. En definitiva, lo que cuenta no son tanto las ideas o los contenidos de los programas (televisivos o pol¨ªticos), sino la eficacia social con que son expresados, articulados y transmitidos: es su capacidad de traducirse en organizaci¨®n social, y no su presunta pureza o autenticidad ideol¨®gica, lo que les otorga la fuerza de su expresividad; es decir, su poder pol¨ªtico.
3. Este principio pol¨ªtico permite explicar algunos acontecimientos del escenario espa?ol. Julio Anguita, en su hamletiano debatirse entre dos lealtades, dudando entre permanecer fiel al proyecto (las ideas) o a la organizaci¨®n, ha optado con realismo por esta ¨²ltima, pues lo que cuenta no es el mensaje (nominalismos comunistas al margen), sino el medio: el instrumento organizativo capaz de intervenir en la realidad. De igual modo, ya hace tiempo que Alfonso Guerra, con pragm¨¢tico sincretismo ideol¨®gico, adivin¨® que la fuerza del PSOE no residir¨ªa en el mensaje (no se ganan las elecciones con el purismo de los programas electorales), sino en el medio: en la creaci¨®n y mantenimiento de una fiable red de relaciones organizativas de solidaridad y apoyo mutuo, capaz de soportar la infraestructura social (el c¨®mo) de la cultura del partido (el qu¨¦). Por desgracia, apostar s¨®lo por el medio instrumental puede envilecer y pervertir la cultura de un partido en beneficio exclusivo de la c¨²pula que controle su infraestructura organizativa, y la corrupci¨®n, el padrinazgo y el clientelismo
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"Rap" de Mosc¨²
Viene de la p¨¢gina anteriorpueden resultar secuelas inevitables. Ahora bien, esta degeneraci¨®n del instrumentalismo (que desprecia los contenidos y s¨®lo acapara los medios de procurarlos) lo que expresa es precisamente la corrupci¨®n de las formas; es decir, la destrucci¨®n del principio mismoen que se basa la legalidad democr¨¢tica, que es ¨¦l respeto a as formas con independencia e sus contenidos. As¨ª, mediante su perversa reducci¨®n al absurdo, obtenernos la definitiva confirmaci¨®n del principio de primac¨ªa pol¨ªtica de las formas sobre los contenidos. 4.- Pero donde quiz¨¢ se van a registrar los m¨¢s tr¨¢gicos efectos de esta confusi¨®n degenerativa entre formas y contenidos es en el caso del rapto de Mosc¨² ejecutado por Yeltsin contra Gorbachov. Es cierto que el ¨ªdealisino de este ¨²ltimo, creyendo que bastaba con proclamar la reconversi¨®n ideol¨®gica. de los principios para que la infraestructura social se autorregenerase sola, estaba condenado de antemano al m¨¢s absoluto fracaso (por eso, Anguita ha acertado al elegir la opci¨®n exactamente opuesta a la que tom¨® Gorbachov). La ca¨ªda de la perestroika significa, en negativo, una clara confirmaci¨®n del principio de prioridad del medio (el c¨®mo, la forma, la organizaci¨®n) sobre el mensaje (el programa, las ideas, el contenido). Y con espectacular oportunismo, Yeltsin ha sabido aprovechar la ocasi¨®n, rapt¨¢ndole ¨¢ Gorbachov su organizaci¨®n con total desprecio por cualquier contenido ideol¨®gico. Ahora bien, el paso siguiente dado por Yeltsin puede conducirle al abismo: una vez secuestrada la organizaci¨®n sovi¨¦tica del Estado,- la ha destruido, esperando que espont¨¢neamente surja otra nueva de forma imprevista. Y esto es contrario al principio pol¨ªtico de la prioridad absoluta de las, formas organizativas. El tejido pol¨ªtico no es como el rap, sino que precisa forma arquitectura, organizaci¨®n. Esa fue la lecci¨®n de la transici¨®n espa?ola: el escrupuloso respeto y la estable continuidad de las formas jur¨ªdicas. Y esa fue la lecci¨®n del fracaso del golpe de Tejero: la democracia implica la primac¨ªa de las formas jur¨ªdicas sobre los voluntarismos pol¨ªticos. Pero Yeltsin todav¨ªa no ha aprendido a ser dem¨®crata, pues a¨²n no sabe guardar ni respetar las formas. De ah¨ª el rap de Mosc¨², donde vale ya cualquier chapuza: sea cual fuere su coartada ideol¨®gica y sin que hayafornw de distinguir la chapuza correcta de la ?hapuza corrupta.
es profesor titular de Sociolog¨ªa de la Universidad Complutense de Madrid.
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