C¨¢rcel de infancia
30 ni?os de una guarder¨ªa subvencionada rebuscaban en la basura para poder comer
Durante cinco a?os todo el mundo hizo la vista gorda, pero en s¨®lo 10 d¨ªas se han acumulado los espeluznantes relatos sobre la situaci¨®n de la guarder¨ªa El Progreso, de Orense, un internado que recog¨ªa a hijos de presidiarios y toxic¨®manos con cargo a la Xunta de Galicia. Ni?os hambrientos que rebuscaban comida en la basura, peque?os de cuatro a?os que apenas saben hablar y se han pasado meses encerrados entre las cuatro paredes de un viejo piso sin calefacci¨®n y con los cristales rotos son algunas de las denuncias que han conmovido a la ciudad gallega.
Una l¨²gubre historia que destap¨® el secretario provincial de las Juventudes Socialistas, Santiago Rodr¨ªguez, a partir de los testimonios de antiguas empleadas del centro, y que han avalado familiares de los ni?os, profesores de EGB, m¨¦dicos y colectivos de psic¨®logos. La fiscal¨ªa de la Audiencia Provincial de Orense ya ha remitido las diligencias al juzgado tras tomar las primeras declaraciones, mientras la propietaria de la guarder¨ªa, Mar¨ªa Gonz¨¢lez Carnero, prepara querellas criminales para responder a "esta campa?a de, injurias". %Si todo eso fuese cierto, por qu¨¦ no lo han dicho antesT', se pregunta Mar¨ªa Gonz¨¢lez, profesora de EGB. Esta misma inc¨®gnita sorprende a todos los implicados en el caso, porque desde 1990 existen al menos tres informes oficiales que denunciaban anomal¨ªas en el centro. En uno de ellos se hac¨ªa referencia a la muerte de un peque?o ingresado en la residencia de la Seguridad Social de Orense en estado preag¨®nico.El pasado lunes la Consejer¨ªa de Trabajo de la Xunta retiraba apresuradamente a los 30 ni?os, todos menores de seis a?os, internados en la guarder¨ªa El Progreso para distribuirlos por distintas casas de acogida de Orense. Era la reacci¨®n oficial ante el esc¨¢ndalo levantado una semana antes por el responsable de las Juventudes Socialistas. Santiago Rodr¨ªguez convoc¨® a los medios de comunicaci¨®n para explicar que en la guarder¨ªa se maltrataba a los ni?os, que sufr¨ªan toda clase de penalidades y permanec¨ªan sin ning¨²n contacto con el exterior.
Retrasos psicomotores
A la actuaci¨®n del dirigente juvenil socialista se sum¨® de inmediato un coro de denuncias El Colectivo Gallego del Menor admiti¨® que los ni?os que llegaban a otros centros procedentes de la guarder¨ªa presentaban "retrasos psicomotores y psicol¨®gicos". Profesores de preescolar del colegio Padre Feijoo, donde recib¨ªan clase algunos internos, revelaron que hab¨ªan hecho una colecta para comprarles comida. "Les robaban los bocadillos a sus compa?eros y revolv¨ªan en las papeleras para ver si encontraban algo", aseguran los maestros.
El relato inicial de Santiago Rodr¨ªguez ha sido b¨¢sicamente corroborado por ex trabajadoras de la guarder¨ªa, que se cre¨® en 1986, cuando su propietaria firm¨® un convenio con la Xurita, que se compromet¨ªa a subvencionarle la estancia de ni?os apartados de sus padres. Mar¨ªa Dolores D¨ªaz, que trabaj¨® nueve meses en el centro sin contrato laboral, hace constar en una declaraci¨®n jurada que le obligaban a mezclar la leche con agua y se racionaban los biberones de los beb¨¦s. La ex empleada del centro mantiene que una compa?era suya le relat¨® que en una ocasi¨®n una ni?a qued¨® colgada de la litera mientras dorm¨ªa y se le deform¨® el rostro, pero la propietaria impidi¨® que recibiese asistencia m¨¦dica "por temor a una investigaci¨®n".
"Yo me quedaba sola con los 30 ni?os toda la noche", explica Mar¨ªa Dolores D¨ªaz. "Les tuve que ense?ar cosas como pedir de beber o para ir al ba?o, porque estaban incomunicados y ten¨ªan un l¨¦xico totalmente pobre. El trato que recib¨ªan era brutal". Mar¨ªa Fern¨¢ndez, puericultora de profesi¨®n, tuvo que dejar el centro a los tres d¨ªas de haber comenzado a trabajar. "Fue una experiencia horrible. No pod¨ªa dormir por las noches pensando en los ni?os, y bastante tiempo despu¨¦s continuaba despert¨¢ndome sobresaltada" afirma.
Mar¨ªa Fern¨¢ndez estuvo en El Progreso en julio de 1989, y todav¨ªa hoy se echa a llorar cuando recuerda c¨®mo una ni?a de ocho a?os renunci¨® a las 100 pesetas que le hab¨ªa dado una companera suya porque prefer¨ªa que les compraran galletas a los m¨¢s peque?os. Seg¨²n Mar¨ªa, la directora y su ayudante la conminaron a que no se mostrase afectuosa con los peque?os tras advertirle que todos estaban predestinados a ser delincuentes.
Pero las denuncias ya vienen de antiguo. Seg¨²n Rodr¨ªguez, en 1990 el comit¨¦ de empresa de la Delegaci¨®n Provincial de Servicios Sociales ren¨²ti¨® a sus superiores un informe oficialsobre el asunto. El ex director m¨¦dico de la residencia de la Seguridad Social de Orense, Javier Casares, tambi¨¦n afirma que en 1990 recibi¨® otros dos informes de la unidad de Pediatr¨ªa del centro en los que se expresaban sospechas sobre la atenci¨®n que recib¨ªan los ni?os.
Sin embargo, la Xurita sostiene que nunca recibi¨® estos informes. Hace unos d¨ªas el Gobierno aut¨®nomo abri¨® una investigaci¨®n oficial que hasta el momento no ha podido comprobar la veracidad de las denuncias, seg¨²n Javier Bat¨¢n, director general de Servicios Sociales. "Hay algunos relatos que parecen novelescos", dice Bat¨¢n. En todo caso, la Xurita reconoce que las condiciones de la guarder¨ªa no eran Ias m¨¢s adecuada% y por eso estaba previsto trasladar a los ni?os desde antes de que estallase el esc¨¢ndalo, seg¨²n Bat¨¢n.
Tambi¨¦n la propietaria de El Progreso, Mar¨ªa Gonz¨¢lez, admite algunas carencias mientras pasea por el piso donde viv¨ªan los ni?os, una vieja vivienda situada en el centro de Orense. Seg¨²n la directora, la Xurita hab¨ªa incumplido el compromiso de incrementar cada a?o en funci¨®n del IPC la subvenci¨®n inicial de 1.000 pesetas por d¨ªa y ni?o. Esto, confiesa, redund¨® en las condiciones del centro. Pero Mar¨ªa Gonz¨¢lez se rebela contra la imagen que se est¨¢ difundiendo de ella y se siente v¨ªctima "de intereses pol¨ªticos". "Si fuese cierto todo lo que dicen de nosotros, tendr¨ªan que llevarnos al psiquiatra", afirma con aparente tranquilidad.
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