Recado al presidente P¨¦rez
El mundo fue raudo en manifestar su repudio a los golpistas venezolanos. No as¨ª los propios ciudadanos de Venezuela, hace notar el autor, hastiados de corrupci¨®n, inermes ante un clase pol¨ªtica indefensible y abochornados.
Habr¨ªa sido una desconcertante novedad, se?or presidente, descubrirlo a usted asesinado en la madrugada del 4 de febrero. Se lo dice un necesitado de fe. Ya era pat¨¦tica, e incluso un tanto descolocada, su figura revel¨¢ndonos a los at¨®nitos venezolanos de tan menguado momento un agobiado bochorno ante lo sucedido y coment¨¢ndonos no tanto el golpe, sino el trasnocho del presidente Bush o el bondadoso coraz¨®n de Salinas de Gortari. Menos que un hombre respondiendo a un peligro, explic¨¢ndonos una encrucijada, lo percib¨ª incre¨ªblemente avergonzado ante el qu¨¦ dir¨¢n del mundo, oprimido por la sensaci¨®n de rid¨ªculo internacional que en ese momento parec¨ªa cernirse sobre su imagen de gran dem¨®crata latinoamericano. Pero la buena educaci¨®n es libre, y ante lo que usted sent¨ªa es mejor guardar silencio, no vaya uno a meterse en lo ¨ªntimo, que es peor que lo ajeno.Poco pueblo hubo esa madrugada, se?or presidente, no me lo negar¨¢ usted. Nada que ver con mi memoria de aquellos d¨ªas durante la asonada de Castro Le¨®n hace treinta y tantos a?os, cuando tanta gente fue a matarse a las puertas de Miraflores. Entonces la democracia era una raz¨®n de vida y no este apoyo desganado, extra¨ªdo con cuentagotas, al borde de la indiferencia. Ciertamente, se movilizaron sus colegas de Colombia y M¨¦xico, y eso los honra s¨®lo en la medida del no faltaba m¨¢s. Camin¨® el se?or Bush del dormitorio al tel¨¦fono con prisa de sincero doliente. Hubo adhesiones de Felipe Gonz¨¢lez en nombre del Gobierno espa?ol. L¨¢stima que, por el contrario, no se haya visto una pancarta venezolana ni una voz simple defendiendo el sistema y sus bondades.
Al mediod¨ªa, convertida la insurrecci¨®n en tiroteos menores, decidi¨® usted, en uso de sus atribuciones, suspender las garant¨ªas constitucionales, incluida aquella que se refiere a la libre expresi¨®n del pensamiento. Tal vez incurro aqu¨ª en la violaci¨®n de ese decreto minuciosamente defendido por el ministro de Informaci¨®n con argumentos dignos de mejor causa, pero espero no ofenderlo si le digo que ahora no se vivir sin poner en el papel lo que se me cruza por la cabeza, haya o no garant¨ªas.
Golpistas hay muchos
Desde luego, se?or presidente, que un cuartelazo me parecer¨¢ siempre una mala noticia. No es lo que deseo para los m¨ªos. Golpistas ha habido aqu¨ª muchos a lo largo de estos 34 a?os de Gobiemos democr¨¢ticos. Golpista, sin ir m¨¢s lejos, fue Jaime Lusinchi cuando toler¨® y se hizo c¨¢mplice de un estado general de ilegalidad, expresado en robos al Tesoro p¨²blico y en abusos de todo orden. Qui¨¦n sabe si en este caso la diferencia favorece al teniente coronel Ch¨¢vez Fr¨ªas, quien, por decir lo menos, tuvo la crudeza de asumir sus responsabilidades y decir yo fu¨ª. Golpistas son las ausencias de la Corte Suprema de Justicia, incapaz de sancionar ning¨²n delito que vaya m¨¢s all¨¢ de los 20.000 bol¨ªvares [unas 35.000 pesetas]. Golpistas son los ricachones que expatriaron sus capitales convertidos en d¨®lares cuando vino la mala y el pa¨ªs era menos. Fast¨ªdiele o no, presidente, la verdad es que el orden legal en Venezuela es una farsa y que el horrible espect¨¢culo que damos al mundo es la convicci¨®n plena de que en este pa¨ªs de jueces sobornados y esc¨¢ndalos cotidianos no se castiga al corrupto, ni a quien abusa del poder, ni a quien medra prevalido del poder.
Por eso, se?or presidente, sorprende que la primera reacci¨®n del ministro de la Defensa y de los sempiternos capitostes de Acci¨®n Democr¨¢tica [el partido gubernamental] sea esta ins¨®lita afirmaci¨®n de que las ra¨ªces del golpe hay que encontrarlas en un clima de pesimismo instalado en el pa¨ªs, qui¨¦n sabe si como cosa de magia o de simple maldad de la gente. Ser¨ªa la prensa, o las declaraciones que se han hecho acerca de la incompetencia del poder judicial, o las denuncias de centenares de fraudes, o el disentimiento ante una pol¨ªtica que ha acorralado en la casilla de la pobreza al 80% de los venezolanos, los que hemos propiciado esta asonada. La soluci¨®n, seg¨²n el general Ochoa Antich, no es otra que un acto reflexivo capaz de poner coto a esa "campa?a en contra de las diferentes autoridades del pa¨ªs". Entiendo que es dif¨ªcil discutir con el ministro de la Defensa, por las limitaciones se?aladas al principio. Pero ?qu¨¦ hay de la campa?a que las distintas autoridades tienen en contra del pa¨ªs? ?C¨®mo puede usted asegurar sin ofendemos el cerebro que durante su gobierno no ha habido casos de corrupci¨®n? ?O es que acaso el ex presidente Lusinchi no es un caso de corrupci¨®n de su Gobierno y del pr¨®ximo Gobierno hasta que no sepamos a ciencia cierta cu¨¢l era su exacta responsabilidad en tanto bochorno?
As¨ª, se?or presidente, no es f¨¢cil convocar al optimismo. Cr¨¦ame que soy el primero en desear esa confianza, en necesitar de esa fe. Pero no se ama a esta patria decretando pajaritos ni llamando a una concordia gratuita como si nada hubiese sucedido. Suelo pensar en mis hijos cada vez que estos bochornos suceden, se?or presidente, simplemente porque no les deseo un pa¨ªs est¨²pido.
Algo m¨¢s que Rambo
Ahora, se?or presidente, le confieso un miedo. Digo yo, en mi ignorancia, que este golpe no me cabe en la cabeza, si debo identificarlo o reducirlo al gesto de unos tenientes. Despu¨¦s de todo, Rambo es una ficci¨®n est¨²pida, un oportunismo de Hollywood. No se cancela el asunto diciendo que de aqu¨ª al tercer milenio Venezuela no volver¨¢ a vivir esa madrugada. Tengo la sensaci¨®n, o quiz¨¢ deseo tenerla, de que en lo sucesivo esta tanqueta que humill¨® el port¨®n de Miraflores ser¨¢ un convidado ineludible en nuestra historia. Qu¨ªtele los ca?ones. Qu¨ªtele la violencia. Qu¨ªtele el dolor de los muertos. Transf¨®rmelo en un comentario del oficial Ch¨¢vez, algo dicho en un pasillo de Miraflores al o¨ªdo del presidente. ?No es lo que todos los d¨ªas escucho en la calle, se?or presidente? ?No se parece al pueblo?
es escritor venezolano, dramaturgo y autor de telenovelas como Cristal.
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