Huelgas solapadas
LA CONJUNCI?N de la huelga de la Empresa Municipal de Transportes (EMT) y la del Metro dej¨® ayer a cientos de miles de madrile?os sin transporte p¨²blico en las horas en que el servicio es m¨¢s esencial: de siete a nueve de la ma?ana y de 18.30 a 20.30, es decir, cuando el ciudadano necesita acudir al trabajo, a la Universidad o a otras ocupaciones particulares, y cuando suele regresar a casa. El efecto acumulativo de las huelgas del sector del transporte p¨²blico puede agravarse todav¨ªa m¨¢s si a los conflictos actuales de la EMT y del Metro madrile?os, inicialmente previstos para varias jornadas, se a?ade la huelga de Renfe anunciada para el pr¨®ximo d¨ªa 27 de febrero.En principio nada parece indicar que los convocantes de estas huelgas tengan inter¨¦s en evitar los efectos a?adidos que su solapamiento produce en la prestaci¨®n de un servicio p¨²blico esencial para los ciudadanos. Todo lo contrario: m¨¢s bien parece que buscan esta acumulaci¨®n de da?o. Ayer, el efecto combinado de la par¨¢lisis del servicio del metro y de los autobuses en las horas punta dej¨® pr¨¢cticamente clavados en tierra durante ese tiempo -privados del derecho a circular y a moverse- a no menos de medio mill¨®n de usuarios del transporte p¨²blico e, indirectamente, a varios cientos de miles m¨¢s de ciudadanos que se vieron atrapados por los embotellamientos producidos por el aumento de veh¨ªculos particulares en circulaci¨®n. Un sindicato que se precie de tal y que no sea una mera agrupaci¨®n gremialista no puede dejar de calibrar el alcance de su acci¨®n reivindicativa en la poblaci¨®n en general. La solidaridad propia del sindicalismo responsable se manifiesta -y esto vale sobre todo en el ¨¢mbito de los servicios p¨²blicos esenciales para la comunidad- en su preocupaci¨®n por hacer compatible la defensa de sus derechos con el menor perjuicio para los ciudadanos.
Precisamente, la ausencia absolutamente injustificable de servicios m¨ªnimos muestra que estas huelgas salvajes buscan provocar la reacci¨®n airada de los usuarios como modo a?adido de solucionar su conflicto particular. En la huelga de la EMT, tales servicios, rechazados primero, admitidos ahora y amenazados nuevamente de incumplimiento por el comit¨¦ de huelga, no son contemplados como un derecho propio de la comunidad, que los trabajadores est¨¢n obligados a respetar por encima de todo, sino como un mero intrumento de presi¨®n en su estrategia reivindicativa. En la del Metro, el pretexto para no cumplirlos ha sido si cabe m¨¢s c¨ªnico: la seguridad de los usuarios, que podr¨ªan verse en peligro a causa de las aglomeraciones. Preocupaci¨®n, sin embargo, compatible con el abuso que supone dejarles totalmente privados de un servicio esencial, que adem¨¢s financian con sus impuestos, en horas claves para sus ocupaciones.
Tengan o no raz¨®n en sus reivindicaciones concretas, los trabajadores de la EMT y del Metro madrile?o la pierden al actuar fuera del marco de la ley. El derecho de huelga, uno de los m¨¢s fundamentales de la democracia, no puede ser utilizado una y otra vez de manera abusiva sin, al mismo, tiempo, provocar reacciones de defensa en la sociedad y en los poderes p¨²blicos. Situaciones como la ayer y como las que previsiblemente se suceder¨¢n en los pr¨®ximos d¨ªas constituyen un reclamo poderoso para que los ciudadanos se declaren cada vez m¨¢s n¨ªtidamente a favor de la regulaci¨®n del derecho de huelga o, al menos, del establecimiento de un marco legal claro en lo que se refiere a la cuantificaci¨®n de los servicios m¨ªnimos que son indispensables para no dejarles desasistidos frente a los efectos de las huelgas en los servicios p¨²blicos.
Hora es ya de que todas las formaciones se manifiesten claramente respecto a este infierno en que se est¨¢ convirtiendo Madrid para sus ciudadanos y que apoyen, sin fisuras partidarias, la aplicaci¨®n de la ley. Tambi¨¦n es tiempo de que los sindicatos responsables olviden su ambig¨¹edad y denuncien los manifiestos abusos de unos pocos que anteponen sus intereses concretos a los de toda una poblaci¨®n, empezando por los afiliados a esos mismos sindicatos.
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