De lo que compartimos con ETA
Tras los ¨²ltimos atentados terroristas, el autor del texto, a pesar del temor de contribuir con ¨¦l a una publicidad ventajosa para ETA, considera un deber afrontar la 'campa?a' pol¨ªtica que llevan a cabo los terroristas con los funestos discursos elaborados despu¨¦s de cada acto criminal. Un an¨¢lisis realizado desde su condici¨®n de funcionario p¨²blico del "aparato centralista".
Ante la ¨²ltima crueldad de ETA (¨²ltima cuando escribo: la de Capitan¨ªa General de Madrid), una vez m¨¢s pienso que es dif¨ªcil responder adecuadamente a la tentaci¨®n de escribir sobre ETA y sus alrededores, todos sus alrededores. Porque, de una parte, puede resultar imposible o inoportuno a?adir datos o criterios que tal vez no hagan sino acrecentar est¨¦rilmente en las pacientes e indignadas sociedades afectadas por la barbarie de aqu¨¦lla (y en cada uno de sus individuos) la conmoci¨®n m¨¢s intensa, el bochorno y el rechazo m¨¢s penoso que darse pueda en una convivencia. Adem¨¢s est¨¢ el temor de contribuir a la publicidad ventajosa de ETA, al aumentar las referencias a ella; bien se sabe que en la l¨®gica terrorista ¨¦ste es uno de sus objetivos y, con frecuencia, casi su ¨²nico ¨¦xito. Pero en favor de no callar, de no callarme, est¨¢ la necesidad de aceptar y afrontar otro de los efectos -tal vez el m¨¢s agotador- de la dial¨¦ctica del terror de inspiraci¨®n pol¨ªtica: su intenci¨®n de mantener en permanente plebiscito, social e institucional, sus prop¨®sitos subyacentes. No dar respuesta colectiva e individualmente, con la misma constancia y mayor empe?o, se puede convertir en ceder car¨ªsimas ventajas, voluntades, votos, a los terroristas, no en las urnas (o no s¨®lo en ellas) sino en esa l¨²gubre y perpetua consulta popular que, ya digo, ETA espolea con intermitente e interminable campa?a desde cada funesto discurso de matanza.Pues bien, a m¨ª personalmente se me ocurre que debo matizar mi voto, escalofriadamente en contra a cada paso, como ciudadano de izquierda (bien que sin militancia alguna, partidista, desde hace tiempo) y como funcionario p¨²blico central que soy.
Como ciudadano de izquierda, bien que decepcionado e insatisfecho muchas veces por los logros tan limitados y, en tantas ocasiones, frustrado respecto de aquellas realizables esperanzas; decepcionado en no menor grado de no pocos dem¨®cratas que dilapidan el pasado capital pol¨ªtico y ponen en riesgos de arruinamos (a los dem¨¢s) posibles beneficios; pero una y otros todav¨ªa -nos permiten sobrellevarlos desde un presente de libertades, todo lo formales que se quiera, pero de las que bien conoce sus virtualidades, de alguna manera inevitables por fortuna, la propia ETA y no digamos HB en su entorno. Ser verdaderamente libres, todos igualmente, parece filos¨®ficamente bastante complicado y, pol¨ªticamente, conviene recordar de cuando en cuanto -para como en el Dante "perder toda esperanza"- aquello que sobre nuestra triste condici¨®n constatara y profetizada, con innegable acierto hasta el momento, Tocqueville ante la democracia burguesa que a¨²n nos invade desde la revoluci¨®n francesa (la ¨²nica que, por cierto, ha triunfado totalmente en dos milenios, perdido ya el referente de la suerte incierta de la marxista) en el sentido de. que el dominio de unos pocos sobre la mayor¨ªa era un inevitable ingrediente de la condici¨®n humana y de cualquiera de sus formas de organizaci¨®n. ?Pesimismo?
Pasadas coincidencias
Entonces, quer¨ªa decir, coincidimos muchas veces (aunque quiz¨¢ yo no tenga otra autoridad para hablar en plural que mi propio testimonio) con objetivos inmediatos de ETA en su lucha pol¨ªtica, nunca con todos sus medios, sus m¨¦todos, sus procedimientos (no se me oculta la vieja y recurrente pol¨¦mica sobre licitud moral de medios y fines, tan cara a los cristianos y, no s¨¦ bien por qu¨¦, siempre resucitada por alg¨²n jesuita; en definitiva, tan de desgraciada actualidad ante el macabro, ingenuista y simplista amedismo). Celebramos com¨²nmente la inutilizaci¨®n de bastiones represores y siniestros como Manzanas y Carrero, pero jam¨¢s aplaudimos la gesta y el gesto mort¨ªfero que entra?aban. Tal vez por eso, por condenar el recurso a la muerte y el terror, aunque no s¨®lo por eso (estaba la leg¨ªtima e ilegal, com¨²n, lucha antifranquista, la conquista de las libertades y... ?tantas otras cuestiones sustanciales para una previsible convivencia pac¨ªfica!) compartimos tambi¨¦n con ellos, con ETA -pero asimismo hab¨ªa otros como los del FRAP...-el esfuerzo de tantas mujeres y hombres de dentro y fuera del Estado por saldar al menos con la vida de los inculpados el proceso de Burgos, de tan horrible memoria. Entonces, y en otras ocasiones que no vienen tan a cuento, se nos acus¨® indiscriminadarnente a las izquierdas cuando menos de error hist¨®rico. Pero la verdad es que la historia m¨¢s reciente, y en todo caso toda la posfranquista ha mostrado del modo clarificador que acostumbra que los verdaderamente equivocados, desgraciadamente, eran todos ellos; todos cuantos se esforzaron en tratar de evidenciarnos, interesadamente, el supuesto compromiso adquirido de tener que seguir en su particular carro (el de los etarras por un lado, el de nuestros acusadores por el otro) hasta sus particulares y antag¨®nicos puertos de arribo definitivo; como si no se hubiese declarado y aclarado hasta la evidencia, a ¨¦stos y a aqu¨¦llos que el ¨²nico puerto co_ m¨²n era, exclusivamente, el de la democracia y las libertades (a¨²n vale el de esta democracia del desencanto y el de estas libertades a veces tan amenazadas y zarandeadas). Los equivocados fueron ellos: ser compa?eros de viaje -si se quiere decir as¨ª- no comporta, pol¨ªticamente, tener que hacer todo el viaje juntos y al mismo destino, le he o¨ªdo repetir en m¨¢s de una ocasi¨®n al profesor Aranguren.
Pero quiero a?adir otra consideraci¨®n, desde mi perspectiva de funcionario p¨²blico estatal: ETA ya ha golpeado (con visible sa?a e irreparable da?o) a significados cuadros de todos y cada uno de los poderes del Estado. A veces uno no entiendo bien si lo es para intentar, in¨²tilmente, eliminar las intr¨ªnsecas facultades de estos poderes en favor de su m¨¢s ancha libertad de movimientos, o si lo hace para orientarlos en beneficio de un independentismo particularmente entendido y perseguido con bastante amnesia respecto del pretendido programa pol¨ªtico subyacente.
Terrible l¨®gica
En cualquier caso, esos golpes tienen l¨®gica, terrible l¨®gica (ya es sabido que es posible que el sue?o de la raz¨®n engendre monstruos), pero no alcanzo a entender, desde mi atalaya, seguramente tan baja o tan alejada como corresponda a mi oficio de funcionario p¨²blico estatal, su inmisericorde e irracional sa?a actual para con los miembros de los ej¨¦rcitos.
No creo que deba ser tachado de un militarismo, que ni siento ni defiendo, si digo que hoy por hoy -desde la Constituci¨®n al menos, y sobre todo desde el 23, mejor, desde el 24F- funcionarios p¨²blicos a secas y militares debemos compartir y creo que compartimos -con diferente ejercicio de funciones tambi¨¦n diferenciadas, claro est¨¢- la id¨¦ntica misi¨®n de ser servidores p¨²blicos de unas cuotas de actividad igualmente reservadas al Estado central por la Constituci¨®n. Y si yo no me siento m¨¢s amenazado por ETA que cualquier otro ciudadano (?que ya es bastante!) me niego a seguir viendo con horror c¨®mo, hoy por hoy, la funci¨®n militar (y los funcionarios civiles de la administraci¨®n militar, como desgraciadamente se ha visto) no s¨®lo sufran con mayor crudeza y extensi¨®n la muerte asesina (?como mejor caja de resonancia?), sino que adem¨¢s padezca toda clase de asechanzas y asedios terroristas sin m¨¢s raz¨®n apreciable (ahora desde luego) que la del C¨¢ndido de Voltaire de "saber marcar el paso a la b¨²lgara".
es funcionario del Cuerpo Superior de Administradores Civiles del Estado en la Secretar¨ªa General de Comunicaciones.
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