El poder de una ilusi¨®n
Rodchenko-Stepanova
Sala de exposiciones de la Fundaci¨®n del Banco Central Hispanoamericano. Marqu¨¦s de Villamagna, 3, Madrid, del 3 de febrero al 31 de marzo de 1992Mientras a¨²n es posible contemplar en Madrid la exposici¨®n de la Popova en el MNCARS y tras haberlo sido, hace unos meses, la dedicada a El Lissitszky en la sede madrile?a de La Caixa, por referirme s¨®lo a los acontecimientos m¨¢s recientes relacionados con la exhibici¨®n en nuestro pa¨ªs de manifestaciones diversas de la m¨ªtica vanguardia sovi¨¦tica, ahora se presenta, en la recientemente inaugurada sede de la Fundaci¨®n del Banco Central Hispanoamericano, y gracias al patrocinio del Consorcio Madrid Capital Cultural, la muestra de la pareja formada por Alexandr Rodchenko (1891-1956) y Varvara Stepanova (1894-1958), dos de los m¨¢s relevantes artistas constructivistas, cuyos lazos art¨ªsticos estuvieron adem¨¢s reforzados por su prolongada relaci¨®n amorosa desde 1916.
Conviene se?alar que ¨¦sta es una muestra hecha ex profeso para nuestro pa¨ªs, con obras procedentes fundamentalmente de fondos rusos, lo que acredita su importancia y hace merecedores a sus patrocinadores de un elogio singular, en especial a Aurora Garc¨ªa, que act¨²a como asesora y coordinadora del Consorcio de Madrid Capital Cultural.
Por lo dem¨¢s, la obra ha sido sabiamente seleccionada, no s¨®lo por la calidad de cada una de las piezas tra¨ªdas, sino tambi¨¦n por reflejar adecuadamente la versatilidad del esp¨ªritu inventivo de estos artistas, que trataban de crear un arte diferente para un nuevo modelo de sociedad, y versatilidad inventiva, adem¨¢s, que en su debido momento les permiti¨® asimismo acomodarse a las duras condiciones impuestas por la indeseable derivaci¨®n estalinista de la cultura sovi¨¦tica. En este sentido, la exposici¨®n nos permite contemplar pinturas, esculturas, dise?os, escenografias teatrales y fotograf¨ªas de ambos artistas, pero, en especial, de Rodchenko, sin duda el art¨ªsticamente m¨¢s potente de los dos.
Los constructivistas sovi¨¦ticos fueron vers¨¢tiles no tanto por su sentido universalista, al modo como lo practicaron los genios del humanismo renacentista, sino por la convicci¨®n de la necesidad de practicar un nuevo tipo de arte revolucionario, comprometido con los ideales progresistas de la transforainci¨®n radical de la sociedad y su organizaci¨®n pol¨ªtico-econ¨®mica, as¨ª como con la nueva cultura tecnoindustrial. Para decirlo de una forma simple y directa: para los constructivistas, el artista deb¨ªa ser sustituido por una especie de ingeniero social, part¨ªcipe activo en una construcci¨®n econ¨®mica, pol¨ªtica, cient¨ªfica y t¨¦cnica de un nuevo modelo de vida.
Desde esta perspectiva, nos asombra a¨²n el caudal de sus ideas experimentales, inexplicables sin haber estado apoyadas por una fren¨¦tica ilusi¨®n futurista, que no logr¨® borrar del todo ni siquiera la fan¨¢tica y retr¨®grada represi¨®n que cay¨® inopinadamente sobre estos demiurgos de una fant¨¢stica utop¨ªa.
Repasando el riqu¨ªsimo material que se nos ofrece en esta exposici¨®n, no deja de ser significativo que el medio de expresi¨®n magn¨ªficamente superviviente, entre los muchos caminos expresivos ensayados, sea la fotograf¨ªa, la ¨²nica forma de seguir siendo moderno cuando la modernidad qued¨® absolutamente prohibida por Stalin. En efecto, cuando no se pod¨ªa hacer otra cosa que una propaganda dirigida por el poder, las fotograf¨ªas de Rodchenko nos siguen produciendo un aut¨¦ntico escalofr¨ªo est¨¦tico y moral, pues nos sigue comunicando una intensidad irreductible. Los responsables de esta interesante exposici¨®n han tenido a bien subtitularla con el r¨®tulo de Un experimento y han acertado haci¨¦ndolo, no s¨®lo porque efectivamente estos artistas revolucionarios se adentraron valientemente por las sendas m¨¢s insospechadas, sino porque, incluso cuando aparentemente nada les quedaba -por imposici¨®n exterior- que decir, siguieron dici¨¦ndolo a resguardo del control de sus censores. Estas obras en precario resultan as¨ª incluso m¨¢s emocionantes, pues nada dicho con pasi¨®n puede ser condenado al silencio. La historia mata, pero las obras viven. ?se es el poder del arte, que habla hasta cuando est¨¢ amordazado.
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