Campa?as sucias
LAS CONDICIONES en que se inician las campanas electorales en algunos de los pa¨ªses m¨¢s importantes de Europa suscitan la desagradable sensaci¨®n de que el funcionamiento de la democracia est¨¢ sufriendo serios deterioros, y precisamente en naciones en las que dicho sistema est¨¢ profundamente arraigado.El caso m¨¢s sorprendente es el del Reino Unido, cuna del parlamentarismo y del fair play. El ataque contra Paddy Ashdown, l¨ªder del Partido Liberal-Dem¨®crata, ha sido particularmente escandaloso: un robo en el bufete de su abogado puso en manos del peri¨®dico sensacionalista News of the World la prueba de que hab¨ªa tenido cinco a?os atr¨¢s una relaci¨®n extramatrimonial con su secretaria. Ashdown tuvo que reconocerlo p¨²blicamente, matizando que se trataba de una aventura pasada y que en su vida familiar ac tual no hay nada contrario a la moral m¨¢s estricta.
De este modo, la campa?a electoral se convierte en una caza de esc¨¢ndalos, como si s¨®lo ¨¦stos fuesen susceptibles de interesar al elector. Pero tambi¨¦n se produce, a largo plazo, otro efecto muy negativo para la democracia: las personas con fuerte personalidad se ven empujadas a rehuir la pol¨ªtica y a preferir una actividad en la que no est¨¦n sometidas al espionaje de su vida privada.
En Francia, que entra en una etapa electoral -con las regionales el mes que viene y las parlamentarias en 1993-, los enfrentamientos entre partidos se caracterizan asimismo por la utilizaci¨®n de argumentos alejados de los problemas pol¨ªticos que el pa¨ªs debe afrontar. La corrupci¨®n de los partidos -que llev¨® a que todos ellos votasen una autoamnist¨ªa-, los ataques personales, la contradicci¨®n cada vez m¨¢s palpable entre lo que se promete y lo que se hace, determinan que el clima del final del reinado de Mitterrand -iniciado en medio de una ola de entusiasmo popular- sea el de una desconfianza -generalizada hacia los pol¨ªticos en claro beneficio de los neofascistas de Le Pen.
Tambi¨¦n est¨¢ envenenado el ambiente pol¨ªtico it¨¢liano en el inicio de la campa?a para las elecciones generales del 15 de marzo. El estramb¨®tico presidente de la Rep¨²blica, Cossiga, despu¨¦s de prometer que no interferir¨ªa en la campa?a, hace todo lo contrario. Aprovechando una carta de 1943 del l¨ªder comunista Togliatti -en la que ¨¦ste se desinteresa de la suerte de los italianos prisioneros en Rusia-, Cossiga ha nombrado una comisi¨®n de historiadores para que recaben m¨¢s informaci¨®n sobre el tema. As¨ª se perfila una maniobra conjunta de Cossiga, el socialista Craxi y los neofascistas para eliminar del mapa al partido de Occhetto (PDS), a pesar de que ¨¦ste tuvo el coraje, hace a?os, de romper con la tradici¨®n comunista y crear un partido nuevo.
Por distintos que sean los tres casos citados, hay en ellos un rasgo com¨²n: la tendencia a ensuciar las motivaciones del voto ciudadano, a sustituir el debate sobre los destinos del pa¨ªs -sin el cual la democracia pierde gran parte de su valor- por querellas de otro g¨¦nero, sustituyendo el razonamiento por la explotaci¨®n de los sentimientos humanos m¨¢s bajos.
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