M¨¢s pel¨ªculas par¨¢sitas de la literatura
La epidemia viene de unos a?os atr¨¢s: el cine devora a la literatura y se alimenta en exceso de ella. En esta edici¨®n de la Berlinale casi la mitad de las pel¨ªculas en concurso proceden de un relato literario. Ayer se exhibieron tres: la japonesa El musgo luminoso, que carece de inter¨¦s; la estadounidense Cafeter¨ªa de gasolinera, que tiene calidades, y Utz, una coproducci¨®n europea basada en la c¨¦lebre novela de Bruce Chativin. Pese a ser la mejor de las tres, Utz-pel¨ªcula tiene su tal¨®n de Aquiles en su excesiva dependencia de Utz-novela, pues la historia narrada supera siempre a la imagen y s¨®lo sus excepcionales int¨¦rpretes est¨¢n a la altura que requiere el maravilloso relato.
Bruce Chatwin muri¨® hace poco tiempo, todav¨ªa joven para su oficio y en circunstancias oscuras. Dedic¨® casi enteramente su corta carrera a los libros de viajes, y escribi¨® algunos relatos. Su ¨²ltima novela, Utz, se ha convertido en poco tiempo en un libro casi m¨ªtico, al que muchos consideran uno de los espejos m¨¢s luminosos y agudos de los que hoy intentan penetrar en las sombras que rodean a la Europa actual.La pel¨ªcula es una coproducci¨®n paneuropea. Est¨¢ hablada en ingl¨¦s; sus int¨¦rpretes son brit¨¢nicos, austr¨ªacos, checos y franceses; la dirige un franc¨¦s de nacionalidad danesa y profesor de cine en Holanda; compuso la m¨²sica un italiano; hizo la fotograf¨ªa un holand¨¦s; la producci¨®n es italiana, brit¨¢nica, francesa y alemana; est¨¢ rodada en Praga, Ginebra y algunos lugares de Alemania; y, no obstante, su enorme diversidad no disuena y, finalmente, resulta una obra con estilo unitario y coherente.
Se trata de una pel¨ªcula interesante, ya que sin ser excepcional se ve bien, interesa y en ocasiones conmueve. Su realizaci¨®n y composici¨®n por el director George Sluizer son aceptables, pero s¨®lo eso. Mejor que la direcci¨®n es el gui¨®n del brit¨¢nico Hugh Whitemore. Y mejor que el gui¨®n es la interpretaci¨®n de Armie Mueller-Stahl (recu¨¦rdese su extraordinaria actuaci¨®n como padre de Jessica Lange en Caja de m¨²sica), de Paul Scofield y de Brenda Fricker (recu¨¦rdese su igualmente extraordinaria interpretaci¨®n del papel de madre en Mi pie izquierdo), que conforman un tr¨ªo creador maravilloso, a la altura de la sutileza que les presentan los personajes ideados por Chatwin. Son, junto con el escritor muerto, los verdaderos autores de la gran belleza que hay dentro de este filme, simplemente correcto.
La historia del coleccionista Joachim von Utz, un arist¨®crata jud¨ªo de Praga, que re¨²ne obsesiva y pacientemente en su casa, cercado por el desierto del estalinismo, una serie de exquisitas figuras de porcelana de valor incalculable, es realmente fascinante. Y es al mismo tiempo una de las m¨¢s brillantes, pesimistas y enigm¨¢ticas met¨¢foras que se han hecho sobre el destino de la Europa contempor¨¢nea.
En palabras del propio Utz: "La porcelana es la materia, el barro con que se hace la inmortalidad; pero resulta curioso que su ra¨ªz fon¨¦tica sea la misma que la del porcello, la del cerdo". Entrevemos en los rostros de los geniales int¨¦rpretes de la pel¨ªcula el viciado estancamiento de esta Europa (nuevamente habla Utz), "sin soluci¨®n, sin resurrecci¨®n posible", agonizante, atrapada entre lo sublime y lo rastrero; entre el barro con que se construyen las cosas eternas y el barro en que se revuelcan los cerdos.
Cafeter¨ªa de carretera es una humilde pel¨ªcula independiente de EE UU, dirigida por una mujer llamada Allison Anders. Es una historia triste, melanc¨®lica, narrada con esa transparencia y sencillez que deja ver el buen cine norteamericano cuando se desprende de sus inclinaciones a la opulencia t¨¦cnica y va directamente al rostro de los actores. No da mucho de s¨ª la pel¨ªcula, pero lo que da merece la pena.
La hermosa simplicidad del filme norteamericano contrast¨® con la aparatosa truculencia del japon¨¦s El musgo luminoso, obra de Kei Kumai, director solvente, pero demasiado obsesionado por la pl¨¢stica, lo que le conduce a convertir esas truculencias en cromitos. Cuenta la historia de cuatro pescadores japoneses que, refugiados en un islote, se merendaron los unos a los otros. Y la risa surge torcida mientras vemos, y por supuesto no creemos, a uno de los n¨¢ufragos engullir las tajadas de los h¨ªgados de los otros.
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