Tres largos minutos de agobio
Un saturado convoy de la l¨ªnea 6 lleg¨® a la estaci¨®n de metro de Diego de Le¨®n poco antes de las nueve de la ma?ana de ayer. Los pasajeros, apretujados, se dispon¨ªan a bajar del tren, pero observaron que las puertas estaban bloqueadas. Golpearon los cristales, vocearon pidiendo auxilio, sitio y aire; insultaron a gritos al conductor, al Ayuntamiento, a la huelga del transporte p¨²blico, al Gobierno... durante tres largos minutos de agobio. Despu¨¦s, por fin, los viajeros lograron abrir a pulso las puertas, ayudados por los que esperaban en el and¨¦n. Fue una situaci¨®n m¨¢s de las que se han vivido en la huelga del Metro.Tambi¨¦n volvieron a sufrir ayer los usuarios del autob¨²s: "Esto es una barbaridad. Toda la culpa la tiene el Gobierno, porque, antes, en otros reg¨ªmenes, el Ej¨¦rcito pon¨ªa camiones y los soldaditos conduc¨ªan el metro; p¨®ngalo, p¨®ngalo". Esperanza se acababa de bajar del taxi en Gran V¨ªa esquina a Alcal¨¢ con su abrigo granate y su mont¨®n de maquillaje. Hab¨ªa ido a hacer una gesti¨®n al banco porque su hijo no puede acudir por culpa de la huelga, porque se tiene que levantar pront¨ªsimo. "Y en taxi, aunque no puedo pagarlo".
Odisea de asfalto
Salir sin coche o moto constituye una aventura, como dice Javier, quien tuvo que caminar desde San Bernardo hasta la confluencia de Goya con Alcal¨¢ intentando pescar un taxi libre en medio de un atasco monumental a media ma?ana. Alguno se vaci¨® en su camino, pero siempre se lo quitaba otro desesperado peat¨®n. Al fin pudo subirse en un taxi que hab¨ªa dejado a otro cliente justo a su lado. Lleg¨® a su trabajo dos horas de es de salir de casa.
?ngeles tuvo mala suerte con su d¨ªa libre. Ir a la peluquer¨ªa en coche se convirti¨® en una aut¨¦ntica odisea. Entre la sinfon¨ªa de bocinas, las gr¨²as municipales trabajaban sin parar en el barrio de Salamanca. Aparcar era imposible. Se top¨® con tres aparcamientos con colas interminables en la entrada. De vuelta, tard¨® casi una hora en estacionar el coche, en la zona de la glorieta de Atocha, cuando habitualmente lo aparca en cinco minutos. Los peatones, entretanto, la acosaban angustiados: "?No ir¨¢ usted a Moratalaz?".
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