Polic¨ªas y soldados
ESOS HAMPONES que quisieran que todo el mundo los considerase personas que act¨²an por "motivos altruistas" -al igual que hizo hace poco un dirigente de Herri Batasuna- reivindicaron ayer el env¨ªo de una carta bomba a una empresaria que se hab¨ªa resistido a la extorsi¨®n de que se le quer¨ªa hacer v¨ªctima mediante amenazas que todos pudimos escuchar merced a la grabaci¨®n realizada por la Ertzaintza. Quienes querr¨ªan ser reconocidos como luchadores han tomado del lenguaje de las bandas nazis, en relaci¨®n a los jud¨ªos el t¨¦rmino txakurras (perros) con que designan a los polic¨ªas: "No hay que escatimar medios ni arriesgar innecesariamente la vida de nuestros luchadores, que vale cien veces m¨¢s que la de un hijo de txakurra". Esos valientes redactores de comunicados, que consideran "una cobard¨ªa" que los polic¨ªas lleven a sus hijos al colegio han ordenado a los pistoleros de su banda que "no cambien de procedimiento" y perseveren en actividades como la colocaci¨®n de coches bomba, ya que "este tipo de ekintzas ha puesto muy nervioso al enemigo".Esperar que los polic¨ªas acojan esas amenazas para ellos y sus familias de manera deportiva, sin perder la calma, como si se tratase de los hijos de otros, es tal vez m¨¢s de lo que razonablemente puede pedirse. En cambio, es justo esperar de ellos un comportamiento profesional frente a tales provocaciones. Con todo, nuestra identificaci¨®n con los polic¨ªas as¨ª vejados y amenazados, nuestra comprensi¨®n. para con su indignaci¨®n, no llega hasta la aceptaci¨®n del mensaje contenido en el comunicado de un sindicato policial difundido ayer en respuesta al escrito de los etarras. Ese mensaje es el de que a los terroristas ha de aplic¨¢rseles la ley del tali¨®n.
Con prudencia elogiable, responsables del propio sindicato policial en el Pa¨ªs Vasco matizaron ayer el alcance del escrito, asegurando que en modo alguno significa morder el anzuelo tendido por ETA y sus propagandistas. Hace a?os que es sabido que lo que hace casi treinta fue llamado "estrategia de acci¨®nrepresi¨®n-acci¨®n" no era sino una t¨¦cnica de provocaci¨®n: hacer y decir aquello que saque de sus casillas'a alguien y le haga cometer torpezas. Y una bien grande sena que los servidores de la ley renunciasen a aplicar ¨¦sta con la pretensi¨®n de sustituirla por la venganza. Nada favorecer¨ªa tanto los designios de esos juntacad¨¢veres como una escalada de ese tipo que diera verosimilitud a su fantas¨ªa de una guerra en la, que su crueldad es s¨®lo la respuesta a la de quienes les combaten. Si ETA ha elegido 1992 es por su condici¨®n de escaparate. Para exhibir en ¨¦l su capacidad mort¨ªfera, pero tambi¨¦n para que sus portavoces vendan a la opini¨®n p¨²blica internacional el car¨¢cter inevitable de la violencia que patrocinan en respuesta a otra violencia no menos arbitraria o cruel.
A las fuerzas de seguridad no se les puede pedir milagros en la erradicaci¨®n de esa organizaci¨®n maflosa con pretensiones pol¨ªticas; pero s¨ª hay derecho a esperar de ellas que eviten aquellos errores que anhelan los terroristas. Lo cual es, desde luego, aplicable a cualquier tentaci¨®n de implicaci¨®n del Ej¨¦rcito en la lucha antiterrorista. La participaci¨®n de varios miles de soldados en la vigilancia de instalaciones amenazadas por ETA, as¨ª como de control fronterizo en los Pirineos, no ha sido convincentemente explicada por los responsables gubernamentales. El ministro de Defensa debe manifestarse sobre ello en vez de hacer filosofia barata y gratuita sobre quienes se oponen al servicio militar. Afirmar que esa participaci¨®n tiene car¨¢cter disuasorio, y no de intervenci¨®n, resulta d¨¦bil argumento ante el riesgo objetivo de que circunstancias diversas favorezcan una din¨¢mica de creciente implicaci¨®n militar. La experiencia del Ulster demuestra que tal hip¨®tesis no carece de antecedentes, as¨ª como la dificultad de dar marcha atr¨¢s una vez producida esa implicaci¨®n. Si a ello se a?ade la cuestionable eficacia de la medida en s¨ª misma, las dudas razonables sobre la preparaci¨®n de los quintos para realizar las misiones previstas, y la previsible utilizaci¨®n propagand¨ªstica por parte del mundo de ETA de cualquier error que pudiera derivarse de la movilizaci¨®n de tanta gente, parece obvia la necesidad de explicaciones por parte del Gobierno.
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