Major convoca elecciones para el 9 de abril
John Major despej¨® por fin la incertidumbre. El primer ministro brit¨¢nico anunci¨® ayer la disoluci¨®n del Parlamento y la convocatoria de elecciones generales para el pr¨®ximo 9 de abril. Los conservadores, que llegaron al poder en 1979 de la mano de Margaret Thatcher y ganaron con ella tres elecciones consecutivas, se enfrentan ahora a una probable p¨¦rdida de la mayor¨ªa absoluta e incluso a la derrota.
Si eso sucede, Major dejar¨¢ de ser l¨ªder de su partido. Y lo mismo puede decirse de su gran rival, el laborista Neil Kinnock. Ambos se juegan su futuro pol¨ªtico en una campa?a electoral que se presenta muy ¨¢spera. Un empate desembocar¨ªa en una segunda elecci¨®n tras el verano.La campa?a electoral comenz¨® ya, de hecho, en el verano del a?o pasado. Desde entonces, cada uno de los tres grandes partidos -conservadores, laboristas y, a distancia, liberal -dem¨®cratas- han ofrecido conferencias de prensa diarias sobre su oferta pol¨ªtica y han lanzado sucesivas campa?as publicitarias atacando a los rivales. Los conservadores llenaron el pa¨ªs de vallas con la fotograf¨ªa de una bomba, la bomba fiscal de los impuestos laboristas. Los laboristas, a su vez, sacaron a la calle una fotograf¨ªa del canciller (ministro de Finanzas) conservador, Norman Lamont, con el rostro cubierto con un antifaz de superh¨¦roe: era la imagen de Vatman, el hombre que asfixiar¨ªa a los brit¨¢nicos elevando los tipos del VAT (IVA).
Paralelamente, se produc¨ªa una serie de sospechosos robos en las sedes de los partidos y aparec¨ªan documentos comprometedores para distintos candidatos. La revelaci¨®n m¨¢s notable y sucia -se basaba en documentos robados- afect¨® a una breve relaci¨®n sentimental que el l¨ªder liberal-dem¨®crata, Paddy Ashdown, hab¨ªa mantenido cinco a?os atr¨¢s con su secretaria.
Major se enfrenta a la prueba m¨¢s dif¨ªcil de su vida. Son sus primeras elecciones, y cualquier resultado por debajo de la mayor¨ªa absoluta -que, seg¨²n las encuestas, es hoy por hoy imposible- ser¨¢ visto como un fracaso. Los mandarines del Partido Conservador derribaron a Margaret Thatcher en oto?o de 1990 porque pensaron que la dama de hierro ya no atra¨ªa a los electores. Si Major no gana, sus d¨ªas como l¨ªder habr¨¢n terminado. Dos de sus ministros -Michael Heseltine y Kenneth Clarke- se disputar¨¢n el puesto de jefe de la oposici¨®n.
El escenario m¨¢s probable tras el 9 de abril es un Parlamento sin una mayor¨ªa absoluta. Los laboristas est¨¢n tres puntos por delante en los ¨²ltimos sondeos, pero una ventaja tan exigua equivale casi a un empate. Si las cosas no cambian de forma espectacular, tanto conservadores como laboristas obtendr¨¢n en torno al 40% de los votos. Y los liberaldem¨®cratas podr¨¢n dar el Gobierno a unos u otros.
Pero los liberal-dem¨®cratas piden mucho a cambio: nada menos que la reforma del sistema electoral, que deber¨ªa pasar de mayoritario (gana el que m¨¢s votos obtiene en cada una de las 651 circunscripciones, y no hay nada para el segundo) a proporcional (similar al espa?ol, m¨¢s favorable para los grupos minoritarios). Esa reforma supondr¨ªa el fin del bipartidismo y, por l¨®gica, no apetece a ninguno de los dos grandes partidos. Un voto liberal contra el candidato a primer ministro que proponga la reina impedir¨ªa la formaci¨®n de Gobierno y llevar¨ªa a unas nuevas elecciones, probablemente despu¨¦s del verano.
La gran baza conservadora para evitar la minor¨ªa y la segunda elecci¨®n es la reducci¨®n de los impuestos, anunciada el martes por el canciller del Exchequer, Norman Lamont. La gran baza laborista es la situaci¨®n real de la econom¨ªa brit¨¢nica: 21 meses de recesi¨®n, 2,6 millones de desempleados, cierres de empresas y des¨¢nimo general. Neil Kinnock, el l¨ªder laborista, ha purgado y llevado hacia posiciones casi centristas a su partido para convertirlo en una aut¨¦ntica alternativa de Gobierno.
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