Un c¨®digo para la historia
El anteproyecto de nuevo C¨®digo Penal est¨¢ sometido a debate en estos momentos. Que el Gobierno cumpla la promesa electoral efectuada en su d¨ªa ha de producirnos satisfacci¨®n. Todos los penalistas anhel¨¢bamos un nuevo c¨®digo desde que en 1978 se aprob¨® la Constituci¨®n. Primero, porque el actual no estaba ya para muchas reformas -aunque aguant¨® algunas e importantes de adaptaci¨®n a los nuevos tiempos y a la Carta Magna, sobre todo las de 1983 y 1989-, y en segundo lugar, porque un C¨®digo Penal es una de las leyes pol¨ªticas m¨¢s importantes, al ser reflejo del sistema pol¨ªtico vigente en el momento de su promulgaci¨®n.Este que ahora comentamos tiene, si ello cabe, m¨¢s importancia que los anteriores -el de Franco, el de la Segunda Rep¨²blica, el de Primo de Rivera, el de nuestros liberales del ¨²ltimo tercio del pasado siglo-, que en definitiva se inspiraban en el de 1848 -importante en su ¨¦poca-, que sustitu¨ªa a su vez al de 1822, que apenas entr¨® en vigor por deseo de aquel mal rey que se llam¨® Fernando VII, causante de muchos de los males que Espa?a sufri¨® desde entonces y que de deseado primeropas¨® despu¨¦s a ser indeseable para la mayor¨ªa de sus s¨²bditos, que no ciudadanos.
Y tiene m¨¢s importancia porque las anteriores eran simples reformas -unas, magn¨ªficas y progresistas, y otras, regresivas y funestas- de los que le preced¨ªan en el tiempo, y obedec¨ªan a los vaivenes pol¨ªticos del momento, mientras que el actual es un c¨®digo inspirado en una nueva filosof¨ªa y en una nueva concepci¨®n de los delitos y de las penas. Supone, desde este punto de vista, no una simple reforma, sino una aut¨¦ntica ruptura, sin perjuicio, claro est¨¢, de mantener lo que no tiene por qu¨¦ ser modificado.
Mas no es ¨¦sa la impresi¨®n que desde determinados sectores se est¨¢ dando a la opini¨®n p¨²blica.
De hacer caso a esos sectores, parece que el nuevo c¨®digos¨®lo suscita inter¨¦s por lo que a tres puntos se refiere: aborto -que el Gobierno prefiere dejar en suspenso al debate parlamentario-, cumplimiento de las penas por terroristas y narcotraficantes y la introducci¨®n del delito de difamaci¨®n.
Y no es eso. No es mi intenci¨®n analizar en este momento su articulado, por ser ello materialmente imposible. Pero en la parte general pueden destacarse como novedades m¨¢s importantes los arrestos de fin de semana, los d¨ªas multa, la nueva regulaci¨®n de la suspensi¨®n de la ejecuci¨®n de las penas privativas de libertad y de la libertad condicional, as¨ª como la aplicaci¨®n en determinados supuestos de medidas de seguridad.
Y en la parte especial, la nueva sistem¨¢tica, la desaparici¨®n como delitos aut¨®nomos del infanticidio y el parricidio, los delitos contra la intimidad y la propia imagen, los relativos a la propiedad intelectual e industrial, los que afectan a los derechos de los trabajadores, delitos societarios, receptaci¨®n y blanqueo de dinero, ordenaci¨®n del territorio, contra los recursos naturales y medio ambiente, y los relativos a la caza y a la pesca y a la energ¨ªa nuclear, sin agotar, como es l¨®gico, el tema.
Por lo dem¨¢s, el anteproyecto actual se inspira en el de 1983, que a su vez part¨ªa del de 1980. Estos dos ¨²ltimos fueron sometidos a amplios debates y todos los tratados de derecho penal comentan los mismos, y el propio Ministerio de Justicia public¨® varios tomos sobre las observaciones a su articulado. El de ahora, como es natural, introduce modificaciones con relaci¨®n a los anteriores, consecuencia del paso de los a?os. Pero decir que el c¨®digo nace en el m¨¢s absoluto de los secretismos no deja de ser una afirmaci¨®n gratuita.
Ello no quiere decir que su articulado no tenga que experimentar cambio alguno. Sus preceptos pueden y deben ser mejorados t¨¦cnicamente, y sin duda el Parlamento as¨ª lo har¨¢. Como ser¨¢n ¨²tiles las aportaciones de la Universidad, colegios profesionales, Consejo General del Poder Judicial, Fiscal¨ªa General del Estado, asociaciones de jueces y fiscales, etc¨¦tera. Todo ello no har¨¢ sino enriquecerlo.
Uno desea que las Cortes Generales, teniendo en cuenta todo ello, lo mejoren. Y desea igualmente el mayor consenso dentro del marco parlamentario -incluido el aborto, difamaci¨®n y tratamiento de los terroristas y narcotraficantes- para que este c¨®digo sea de todos. Es de nuestra democracia, aunque la iniciativa sea de quien en este momento gobierna, y que por ello dejar¨¢ su huella en la historia.
Pero no seamos destructivos. No minimicemos una importante obra iniciada en 1980 y que est¨¢ a punto de culminar. Aportemos todos lo que podamos aportar y demos gracias a los insignes penalistas que han contribuido a la redacci¨®n de los diferentes textos. Bienvenido sea el nuevo C¨®digo Penal. Por su importancia y su dimensi¨®n hist¨®rica.
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