Dolor sin odio
La familia de Juan Jos¨¦ Carrasco se refugia en su fe religiosa para afrontar la muerte
"No odiamos ni a ETA ni a los vascos. Hay mucha gente que muere tambi¨¦n todos los d¨ªas en la carretera o en el hospital con mucho dolor". La familia de Juan Jos¨¦ Carrasco pidi¨® adem¨¢s oraciones. Estaban ayer "flotando, pero serenos", abrigados en su fe religiosa. El padre de Juanjo pidi¨® ayer a Dios que "ilumine" a los terroristas "para que no sigan poniendo bombas"."Hola, Rub¨¦n". Juan Jos¨¦ Carrasco salud¨® al portero de su casa, en la glorieta del Puente de Segovia, 1, cuando sal¨ªa del portal para ir al trabajo. Eran las nueve. "Adi¨®s", respondi¨® Rub¨¦n , mientras barr¨ªa la acera. El portero no sab¨ªa que no volver¨ªa a saludar a Juanjo, el hijo menor del coronel Carrasco. A las 9.03 oy¨® la explosi¨®n.
"Me tir¨¦ al suelo y me tap¨¦ la cabeza". Lo primero que vio el portero cuando levant¨® los ojos fue al muchacho, a¨²n consciente y con el lado derecho del cuerpo destrozado. El explosivo le hab¨ªa desgajado la arteria aorta, la pelvis y las dos piernas. El portero fue la ¨²ltima persona que vio con vida al joven, licenciado meses atr¨¢s en Empresariales y, desde hac¨ªa unas semanas, director financiero de una empresa inform¨¢tica. El padre de Juanjo, F¨¦lix Carrasco, se asom¨® al balc¨®n de su casa, el 5? D, al o¨ªr la explosi¨®n y llam¨¦ al telefonillo: "?Es mi hijo?". El portero tuvo que decirle que s¨ª, que aquel cuerpo ensangrentado, metido a¨²n en el coche, era Juanjo. Se lo llevaron al hospital Doce de Octubre. Ingres¨® con paro card¨ªaco.
El padre se enter¨® de la muerte de su hijo en el hospital y sufri¨® una crisis nerviosa. La polic¨ªa lo devolvi¨® a su casa, donde empezaban a pasar las vecinas en bata, gimoteando; el padre de la novia de Juanjo, con los ojos enrojecidos; los militares sin uniforme o con ¨¦l que viven en la casa. Hasta el capit¨¢n general, Jos¨¦ Rodrigo, se pas¨® por all¨ª, y abraz¨® al coronel, mientras los timbrazos en el tel¨¦fono o la puerta eran incesantes: los amigos llevaban jarras de tila y ofrec¨ªan su tel¨¦fono para avisar."
"No odiamos a los vascos"
Enrique era el primero de los cinco hermanos de Juanjo -cuatro hombres y una mujer- que lleg¨® y palmote¨® con angustia la puerta del piso. Luego, con su beb¨¦, se acerc¨® Javier. Su llegada desat¨¦ el llanto en la casa cada vez m¨¢s llena. Javier hablar¨ªa en nombre de la familia: "Aceptamos la muerte de mi hermano. Estamos muy tristes, ech¨¢ndole de menos. No odiamos ni a ETA ni a los vascos. Mi hermano ha muerto de esta manera, pero hay gente que muere todos los d¨ªas en la carretera o en el hospital con mucho dolor". Juanjo, que viv¨ªa en casa, era un joven que no hablaba de pol¨ªtica, aficionado a los deportes.
El padre, F¨¦lix Carrasco, coronel de Infanter¨ªa en la reserva desde hace tres a?os, ped¨ªa a trav¨¦s de la radio oraciones por Espa?a y los terroristas. "Solamente con la imagen de Dios podr¨¦ quitarme la imagen de Juanjo destrozado en la calle". La familia es muy religiosa. Uno de los hermanos, Carlos, acaba de serordenado sacerdote en Roma por el Opus Dei. El ¨²nico que viste uniforme es el mayor, F¨¦lix, capit¨¢n de la Legi¨®n, que est¨¢ destinado en El Salvador, en la misi¨®n de paz de la ONU. Ayer, nada m¨¢s conocer el asesinato, emprendi¨® viaje a Madrid para intentar llegar hoy al entierro.
A la madre, Mar¨ªa Guerrero, la localiz¨® la Guardia Civil en La Granja (Segovia). Lleg¨® poco despu¨¦s del mediod¨ªa. S¨®lo acertaba a decir, con cara de extra?amiento: "Yo no me lo puedo creer". A la misma hora, en el Instituto Anat¨®mico Forense, hab¨ªa llegado ya el cuerpo de Juanjo. Pepe, un primo suyo, dec¨ªa: "Los padres y los hermanos est¨¢n flotando pero serenos. Todos piensan que al chiquillo se lo ha llevado Dios". Gonzalo Obreg¨®n, el mejor amigo de Juanjo, sentenci¨®: "Si esta gente hubiera tenido la suerte de conocerlo s¨®lo un minuto, les habr¨ªa sido muy dificil hacer lo que han hecho".
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