Seguridad europea
LA REUNI?N en Helsinski de la Conferencia sobre Seguridad y Cooperaci¨®n en Europa (CSCE), en la que se integran 51 miembros tras la incorporaci¨®n de Georgia, Croacia y Eslovenia, se ve obligada a re plantear su funci¨®n. Fundada en 1975 para asegurar el statu quo entre los dos bloques y evitar una guerra entre ellos, es obvio que ahora su papel tiene que ser radicalmente distinto. En los debates de los ¨²ltimos d¨ªas, y pese a las l¨®gicas discrepancias, ha prevalecido la idea de que la CSCE tiene que ser una "comunidad de acci¨®n", que necesita tener una dimensi¨®n operativa que le permita defender la seguridad de Europa frente a las amenazas de hoy, muy distintas de las que exist¨ªan en el pasado. Para ello hace falta que se pre pare a prevenir los conflictos ¨¦tnicos, de fronteras, o provocados por minor¨ªas descontentas del Estado al que pertenecen.En ese orden, el acuerdo sobre "cielos abiertos" firmado despu¨¦s de dos d¨¦cadas de discusiones es un paso adelante: permitir¨¢ reconocimientos a¨¦reos sobre los diversos Estados para vigilar el cumplimiento de los acuerdos de desarme. Sin embargo, ese pacto hubiese tenido una eficacia mayor en la situaci¨®n de guerra fr¨ªa para la cual hab¨ªa sido concebido. El objetivo de entonces era impedir grandes concentraciones secretas de armas y efectivos que pudiesen desembocar en la tercera guerra mundial. Hoy no puede tener una funci¨®n del mismo calibre, si bien el hecho de que haya sido firmado es una se?al positiva.
Durante cuatro meses, las delegaciones van a preparar en Helsinski el nuevo funcionamiento de la CSCE, que deber¨¢ ser aprobado en la cumbre del pr¨®ximo mes de julio. Las propuestas presentadas hasta ahora se centran en tres puntos: la necesidad de que la Conferencia tenga sus propios cascos azules, idea sostenida por Alemania; la creaci¨®n de una corte de conciliaci¨®n y arbitraje, apoyada por Francia, y la sugerencia holandesa de un alto comisariado para las minor¨ªas que pudiese recoger todas las quejas en ese terreno. No hay incompatibilidad entre estas propuestas, cada una de las cuales responde a una necesidad evidente. Pero no ser¨¢ f¨¢cil su realizaci¨®n. Estados Unidos, con fuertes apoyos incluso de pa¨ªses del Este, se opone a los proyectos que puedan plasmar una estructura militar europea; insiste en que la OTAN se ocupe de todo lo relacionado con la seguridad militar. En todo caso, lo decisivo para que la CSCE pueda cumplir su misi¨®n es que la cumbre de julio pueda adoptar medidas en las que la eficacia prime sobre los organigramas formales carentes de operatividad.
Lo cierto es que la CSCE, antes de estar preparada para ello, ha tenido que intervenir en el conflicto (casi una guerra) que enfrenta a dos de sus miembros, Armenia y Azerbaiy¨¢n, sobre el enclave de Nagorni Karabaj. El acuerdo logrado para la celebraci¨®n en Minsk de una conferencia de paz es un paso importante. Azerbaiy¨¢n ha tenido que aceptar que Nagorni Karabaj es una cuesti¨®n internacional. Por tanto, en su soluci¨®n ser¨¢ preciso considerar propuestas que no impongan previamente el mantenimiento del estatuto actual, elaborado por Stalin en 1923 y causa de un conflicto que ha originado ya muchas muertes. Sin embargo, la situaci¨®n parece agravarse: en Bak¨² y en Eriv¨¢n las medidas y el ambiente son claramente belicistas. Si los esfuerzos de la CSCE no logran r¨¢pidamente el resultado deseado ser¨¢ preciso recurrir a la ONU, como se?al¨® el representante franc¨¦s. ?sta ya realiza una misi¨®n exploratoria encabezada por Cyrus Vance. Pero ello supondr¨ªa un retroceso en los planes futuros de reforzar la CSCE.
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