Grietas en el asfalto

Lawrence Kasdan se ha ganado en una d¨¦cada un puesto indiscutido, como escritor y director de pel¨ªculas, entre los m¨¢s solventes y originales cineastas del Hollywood actual. Desde Fuego en el cuerpo a El turista accidental, hay obras construidas sobre los cimientos -que faltan en los pies de barro de alg¨²n aficionado a parecer (sin serlo) genio del cine, que no sabe c¨®mo colocar una c¨¢mara frente a un actor: igual que esos supuestos escritores que no saben situar un verbo en una frase- de una s¨®lida profesionalidad. Apoyado en ella, Kasdan hace pel¨ªculas de g¨¦nero y obras no encasillables. Es igual: en todas hay el sello de su fuerte personalidad, que las convierte en obras singulares.Aunque Kasdan ha realizado ya pel¨ªculas con cierto equilibrio entre el escritor y el director, no obstante en todas predomina el ingenio del primero sobre el oficio del segundo. Pero en la ¨²ltima -esta Grand Canyon triunfadora en el festival de Berl¨ªn- por fin puede hablarse de complementariedad plena entre uno y otro: el director Kasdan est¨¢ a la altura que de ¨¦l exige el escritor Kasdan. No se distingue en esta pel¨ªcula d¨®nde acaba el trabajo del guionista y comienza el del creador de im¨¢genes. El gui¨®n no se ve en la pantalla, al contrario de lo que ocurre en otras suyas, y esto es indicio no s¨®lo de su calidad como tal gui¨®n, sino de que el director cumple con su imprescindible funci¨®n de hacerlo desaparecer en su trabajo de puesta en escena.

De sue?o a pesadilla

Es Grand Canyon una obra al mismo tiempo sencilla y compleja. Est¨¢ en la l¨ªnea de cineastas tan dispares como Joseph L. Mankiewicz (con cuya Carta a tres esposas tiene relaci¨®n) y Preston Sturges, escritor y director de la genial Los viajes de Sullivan, a la que hay una referencia expl¨ªcita en Grand Canyon que no es casual. Ambas pel¨ªculas, bajo su amable y relajado ritmo, son una incursi¨®n pesimista en el mito del sue?o americano y la conversi¨®n de este sue?o en pesadilla americana.Es un filme de protagonismo colectivo. Una decena de habitantes de Los ?ngeles viven su cotidianidad. Son gente que creen pisar en el terreno firme de una sociedad bien cimentada, que merece la pena vivirse. Pero algo, la s¨²bita aparici¨®n bajo sus pies de inquietantes grietas en el asfalto material y moral de su ciudad, no funciona bien --algo se pudre y contagia sus vidas- en ese modelo de vida. Y en el modelo inm¨®vil surge un brusco sobresalto; en, medio de la norma aparece la excepci¨®n: el s¨ªntoma surreal de una descomposici¨®n de lo real.

Es cine al mismo tiempo que transparente, comprometido en la indagaci¨®n de algo oscuro que se mueve en el subsuelo de la vida en Estados Unidos. Kasdan no es un revolucionario: no intenta demoler una forma de vida que ama. Pero es inteligente y le inquietan esas grietas que observa en el subsuelo de su ciudad. No hay moralina en su mirada. Hay capacidad para penetrar con la c¨¢mara detr¨¢s de las apariencias e iluminar el interior de ese detr¨¢s, lo que hace que unas vidas vulgares adquieran, vistas por ¨¦l, una fuerte carga representativa.

Son gente a la que Kasdan ama -su capacidad para afirmar revela la generosidad de un artista de fuste: en cine es muy f¨¢cil negar- y le duele su dolor, tal vez porque es el suyo. Es un dolor tenue, que impregna la historia con una mezcla de comedia y de drama en la que es dif¨ªcil distinguir d¨®nde termina lo vivido y comienza lo so?ado; d¨®nde termina el humor y comienza el horror. Son gente de paz acosados por la agresi¨®n y decadencia de un sistema de vida que se cre¨ªa insuperable, pero que ya deja ver que esas aludidas grietas en su asfalto son en realidad abismos. Pel¨ªcula mayor hecha en tono menor, sin ¨¦nfasis alguno: divertida y, en su amargura, amable.