Caballa
La cuarta parte de la poblaci¨®n espa?ola es hipertensa, seg¨²n datos de la Liga para la Lucha Contra la Hipertensi¨®n Arterial. El problema es grave, pero un servidor conoce el remedio, pues lo acaba de leer en un libro: comer caballa.Otro libro le¨ªdo con anterioridad recomienda para la hipertensi¨®n el aceite de oliva. El libro reciente, en cambio, atribuye al aceite de oliva propiedades terap¨¦uticas para combatir el colesterol, mientras insiste en que para la hipertensi¨®n lo mejor es la caballa.
El autor de este libro afirma que la caballa enlatada no pierde sus atributos e incluso los consolida el aceite en que se conserva, si es de oliva. De donde se infiere que la caballa, fresca y preparada como Dios manda -macerada en piment¨®n, hecha a la plancha, rociada con aceite-, a¨²n ha de ser m¨¢s eficaz y, desde luego, gustosa al paladar.
Esto, de momento, pues ma?ana pueden decir distinta cosa. No hace tanto, el aceite era insano seg¨²n determinados bromat¨®logos, y la caballa, pez infernal. La prosperidad de los pueblos se med¨ªa por la mantequilla que consum¨ªan, mientras a esta tierra de ac¨¢ la llamaban peyorativamente garbancera. Los expertos estuvieron a?os recomendando dietas blandas, y a los enfermos, merlucitas aderezadas con lim¨®n.
Despu¨¦s supimos que la mantequilla produce coresterol; que las dietas blandas perjudican el colon; que el garbanzo lo beneficia; que el aceite de oliva tiene propiedades organol¨¦pticas; que la caballa purifica las arterias y, en fin, que conven¨ªa volver a la rica dieta mediterr¨¢nea de siempre. O sea, todo al rev¨¦s. Hay, sin embargo, una hipertensi¨®n inmune a las dietas: cuando el destino te asigna un imb¨¦cil que te pone de los nervios, eso no tiene soluci¨®n. Salvo que le pegues un caballazo y lo tumbes patas arriba. Un caballazo a tiempo relaja mucho; lo que m¨¢s.
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