La gente joven
En un art¨ªculo anterior me pregunt¨¦ qu¨¦ pensaban los j¨®venes cuando yo lo era, es decir, hace unos sesenta a?os. Me hago cuesti¨®n ahora de la juventud actual. Saber qu¨¦ sienten esos j¨®venes en el fondo del alma, no si¨¦ndolo uno ya, es pregunta de dificil respuesta. No bastan las encuestas, los sondeos y las estad¨ªsticas, forzosamente elementales, que no penetran en los entresijos de la persona. Mayor realidad y finura nos dar¨ªa la novela, si no estuvieran los novelistas tan preocupados de las t¨¦cnicas narrativas, en lugar de esforzarse en contar, con el mayor acierto posible, la imagen que tienen del mundo sus j¨®venes protagonistas. Solita Salinas, en una de sus deliciosas conferencias de la Fundaci¨®n March, recordaba que don Manuel Pedroso, ilustre profesor de Derecho en la Universidad de Sevilla y en la de M¨¦xico durante su exilio, le dec¨ªa a Carlos Fuentes, entonces alumno suyo: "SI quiere saber qu¨¦ es el derecho penal, lea Crimen y castigo; si quiere saber qu¨¦ es el derecho mercantil, lea a Balzac".No resulta f¨¢cil ser joven, esto es, vivir en la esperanza de que el mundo futuro adoptar¨¢ las formas y valores que ¨¦l estima y preconiza. Claro es que se puede ser joven de esp¨ªritu, aunque se alcance edad provecta; es conocido lo que Picasso respond¨ªa a un pedante visitante que, el d¨ªa de su 800 aniversario, le dec¨ªa. "?Qu¨¦ joven est¨¢, maestro!" "SI supiera, amigo", contest¨® Picasso, "cu¨¢ntos a?os hacen falta para aprender a ser joven". Pero yo me refiero a los j¨®venes espa?oles que andan ahora por los veinte a?os, es decir, que, m¨¢s o menos, miraron al mundo cuando el general Franco se estaba yendo de ¨¦l. ?C¨®mo colegir algo del misterio de esa juventud?
No han vivido el franquismo, ni siquiera la transici¨®n, y podemos pensar que consideran la democracia como algo dado y natural, cuando ciertamente requiere esfuerzo y riesgo, y comprensi¨®n para convencerse de que sus enormes defectos compensan las crueldades e injusticias de las dictaduras. Pienso que, como les ha ocurrido a todos los j¨®venes que en el mundo han sido, la felicidad de los actuales depende de su forma de sentir los grandes temas de la vida, los cuales, en su meollo, vienen a ser siempre los mismos.
Si se medita un instante, caeremos en la cuenta de que, por ejemplo, la vivencia del espacio y del tiempo es fundamental en el hombre. Conforme var¨ªa el trato con esa doble dimensi¨®n, var¨ªa la condici¨®n humana, y esa variaci¨®n ha sido importante en esa juventud. El mundo es m¨¢s chico y, aunque hay a¨²n tierras v¨ªrgenes, est¨¢n localizadas y ya no existen nuevas fronteras. El tiempo, a su vez, se ha dilatado, la vida es m¨¢s larga, coinciden en un mismo momento mayor n¨²mero de generaciones, y el joven se siente vivir, m¨¢s que nunca, entre los dem¨¢s. La urbe, populosa y bronca, donde prospera la violencia, es su h¨¢bitat natural, y la soledad se refugia en esas aldeas abandonadas y en esos campos que ya no se cultivan. En un art¨ªculo reportaje publicado hace pocos d¨ªas en este peri¨®dico, la buena pluma de Julio Llamazares transmit¨ªa muy v¨ªvidamente el desasosiego del alcalde de Valderrueda, un pueblo de Le¨®n, al preguntarse: "Cierran las minas, quitan el tren (el hullero, el ferrocarril de v¨ªa estrecha m¨¢s largo de Europa), pagan a los ganaderos por dejar las vacas y a los labradores por abandonar las tierras... ?a ver qui¨¦n va a seguir viviendo aqu¨ª?". Razones de pol¨ªtica econ¨®mica, no s¨®lo comunitaria, han forzado a esa situaci¨®n, pero yo veo una hermosa tarea para los j¨®venes: la recuperaci¨®n humana y ecol¨®gica de esas tierras que se han quedado yermas y solitarias.
Consecuencia de esa experiencia con el espacio y con el tiempo es el ¨¢mbito social y pol¨ªtico com¨²n, donde todos sus habitantes se sienten dependientes unos de otros, no si¨¦ndole indiferente a cada uno lo que les ocurra a los dem¨¢s. Es lo que llamamos, lisa y llanamente, la patria, t¨¦rmino que ya s¨®lo usamos algunos pocos, entre ellos, por ejemplo, el ministro Fern¨¢ndez Ord¨®?ez. Aquel joven se ha despertado y desarrollado en el Estado de las autonom¨ªas -decisiva creaci¨®n de la Constituci¨®n del 78- y en una Comunidad Europea en marcha acelerada. Dir¨ªamos que ese joven ya no siente la patria como la sent¨ªamos nosotros, aquel espacio y aquel modo de vida que consider¨¢bamos enraizado en nuestro propio ser, espacio no s¨®lo geogr¨¢fico, sino tambi¨¦n hist¨®rico, cuyo pasado asum¨ªamos -el glorioso y el desventurado-, luch¨¢bamos por su presente y consider¨¢bamos posible defender su porvenir. El joven actual, aunque le suene la palabra patria a cosa anticuada y no vibrante, no es que no sea patriota; m¨¢s bien, dir¨ªa yo, tiene un triple patriotismo, pues se siente, a la vez y sinceramente, de su autonom¨ªa -tan natural y querida para ¨¦l, especialmente en los casos diferenciados-, de Espa?a y de Europa. Obligarle a renunciar a cualquier lado de ese tri¨¢ngulo vital ser¨ªa grave. Y precisamente se siente espa?ol de Europa para que ¨¦sta sea fuerte, unida y m¨²ltiple. Quiere, en suma, que est¨¦ "Espa?a en su sitio", como muy acertadamente titulaba Fernando Mor¨¢n su libro reciente.
Ese joven es fiel a la marcha del tiempo, pero cabe que haya algunos otros, igualmente sinceros, que quieran la escisi¨®n o la independencia de su regi¨®n, sin darse cuenta de que eso significa que el tiempo marche al rev¨¦s. Mi abuelo, Jos¨¦ Ortega Munilla, escribi¨® un relato en el que un extra?o personaje llega a un pueblo para arreglar el reloj de la torre del Ayuntamiento, -que se hab¨ªa parado. Despu¨¦s de varios d¨ªas, se fue, diciendo que ya estaba en marcha. Pero -sin duda se trataba del diablo- lo hab¨ªa puesto a funcionar hacia atr¨¢s, de modo que la vida toda del pueblo fue recorriendo el pret¨¦rito hasta la caverna inicial.
Nuestro joven no ha conocido la guerra, ni siquiera la fr¨ªa, porque para ¨¦l la referencia hist¨®rica ha sido la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn y el desmoronamiento de la URSS. Ha visto en las pantallas de televisi¨®n la guerra del Golfo, cuya rapidez y exhibicionismo le habr¨¢ hecho dudar, como a tantos otros, de si realmente tuvo lugar. El peligro es que esa ausencia de conflictos b¨¦licos le haga olvidar que puede haberlos en el futuro, lo cual exige estar alerta y mantener en forma -dotaci¨®n y moral- a nuestras Fuerzas Armadas. Al parecer, los j¨®venes son mayoritariamente contrarios a la mili obligatoria. Bien, que desaparezca; pero deben cuidar y estimar las Fuerzas Armadas, espa?olas mientras no se constituya el deseado Ej¨¦rcito europeo en el cual participar¨¢n.
N¨® creamos por esto que el joven carezca de preocupaciones. La primera es el acceso al trabajo. La ense?anza, felizmente, se ha generalizado en todos los niveles, pero esta masificaci¨®n ha llevado consigo un descenso de la calidad pedag¨®gica. Lo cual hace m¨¢s dificil la adquisici¨®n por estos j¨®venes de los saberes que necesitan para encontrar una colocaci¨®n, cada vez m¨¢s especializada. Y como ¨¦sta tarda tantas veces m¨¢s de la cuenta, se da la paradoja de que, en tiempos como ¨¦stos en que la familia hab¨ªa perdido control y autoridad, en cierto modo se ha reforzado al permanecer los j¨®venes, a veces forzosamente, m¨¢s a?os de su vida en el hogar familiar.
La incomprensi¨®n entre las generaciones es inevitable, pero yo siempre valoro a la juventud por su capacidad de ambici¨®n. Se han reducido los valores p¨²blicamente estimados a n¨²mero tan escaso, como el poder o el dinero, que existe el peligro de que esos muchachos menosprecien la ambici¨®n de triunfar en las ciencias, el arte, la creaci¨®n o el deporte, donde pueden encontrar grandes satisfacciones personales e incluso la celebridad. Por otro lado, el gran pecado del franquismo fueron los 40 a?os de ruptura con la continuidad cultural, y que esos j¨®venes no hayan tenido grandes maestros y les lleve a simplificar, y por ende tergiversar, lo que consiguieron sus antepasados. "Se puede medir la altura de la vida cultural de una colectividad", dec¨ªa nuestro gran compositor contempor¨¢neo Crist¨®bal Halffier, "por la complejidad del ritmo. Ese ritmo elemental y primitivo que est¨¢n dando todo el d¨ªa la radio y la televisi¨®n, lo ¨²nico que est¨¢ haciendo es primitivizar una cultura que es alt¨ªsima, que ha creado La flauta m¨¢gica de Mozart, el Parsifal de Wagner o la
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Novena sinfon¨ªa de Beethoven". ?Puede esa arma absoluta que es la televisi¨®n fomentar la aut¨¦ntica cultura? Muchos j¨®venes creen que s¨ª, y un ejemplo cercano ha sido que el ¨¦xito de la serie Don Quijote ha provocado ventas ins¨®litas del libro de Cervantes.
Nos censuran los j¨®venes a los mayores, incluidos los que nos han precedido, lo poco que nos hemos preocupado del deterioro de la naturaleza y de los pobres del mundo. Probablemente tienen parte de raz¨®n. La ecolog¨ªa y la solidaridad son preferencias un¨¢nimes, al parecer, de la juventud europea. En Francia, por ejemplo, Bernard Kouchner, el creador de la organizaci¨®n no gubernamental M¨¦dicos Sin Fronteras, es uno de los h¨¦roes de la juventud del pa¨ªs vecino que repercute asimismo en la nuestra. Esta personalidad francesa, a pesar de formar parte del Gabinete franc¨¦s, escapa al descr¨¦dito que sufren en estas horas los socialistas galos, y en el ¨²ltimo bar¨®metro de Le Monde de l'Education (marzo de 1992), que interroga mensualmente a los j¨®venes sobre los pol¨ªticos en los que tienen confianza para defender su porvenir, ha alcanzado el primer lugar, desbancando a Jacques Delors, que ven¨ªa ocup¨¢ndolo siempre. (?Animador, verdad, este triunfo de un europe¨ªsta y de un solidario!)
Tema vital es, claro est¨¢, la relaci¨®n entre los sexos. La libertad sexual es ahora ampl¨ªsima en el orbe occidental, aunque el sida haya echado una sombra sobre ella. Y se ha acabado para siempre el viejo estigma de las madres solteras. La mujer trabaja y es independiente del var¨®n, pero, no siendo iguales, desde el punto de vista profundo, lo masculino y lo femenino, los j¨®venes est¨¢n emplazados a encontrar el dif¨ªcil equilibrio entre la igualdad y la diferencia entre hombre y mujer, que no supimos encontrar sus predecesores.
Dec¨ªa Fontenelle, en sus ¨²ltimas horas, que sent¨ªa cierta dificultad de ser. No es situaci¨®n exclusiva del crep¨²sculo, sino tambi¨¦n del alba de la vida, y en los j¨®venes se da con la m¨¢xima angustia esta dificultad de ser..., de ser el que uno es y no cualquiera, es decir, de ser aut¨¦ntico. Es lo que deseo a nuestra juventud para bien de todos: que sea aut¨¦ntica y arremeta contra los falsarios all¨ª donde aparezcan.
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