Ceccato, Ravel y Stravinski

La Orquesta Nacional ha iniciado su segunda cincuentena y el pr¨®ximo mes de mayo alcanzar¨¢ los 3.500 conciertos. La ONE y su maestro, Aldo Ceccato, y ambos con el p¨²blico, parecen entenderse, por lo menos art¨ªsticamente.Contando con la colaboraci¨®n solista de Laura del Fusco, italiana y disc¨ªpula de Vitale, volvimos a escuchar, en una gran versi¨®n, el Primer concierto, en fa sostenido menor, op. 1, de Rasman¨ªnoff. Data de 1891 y el autor lo rehizo en 1917 sin conseguir elevarlo a la categor¨ªa, fluidez y hasta cierta originalidad de los mucho m¨¢s programados segundo, tercero y cuarto conciertos.

Berlioz y su Carnaval romano encontraron traductores de calidad y brillantez en nuestros instrumentistas, y el maestro milan¨¦s, quien en la Rapsodia espa?ola, de Ravel (1907), y en la suite de El p¨¢jaro del fuego, de Stravinski (1910), dej¨® bien sentada su fantas¨ªa, su imaginaci¨®n color¨ªstica, su consecuci¨®n de bellos pian¨ªsimos y su recto entendimiento de cada obra, al tiempo que denunciaba su filiaci¨®n celibidachiana. No es mal aval.

La Espa?a de Ravel y el cuento ruso de Stravinski nos hac¨ªan pensar en la brillantez de un tiempo musical europeo: el del paso de la tradici¨®n a la modernidad. Por los a?os en que nacen y se escuchan las obras programadas ahora, aparecen tambi¨¦n las ¨²ltimas muestras de Mahler; la Iberia, de Alb¨¦niz; el primer libro de Preludios y el segundo de Im¨¢genes, de Debussy; El caballero de la rosa, de Strauss; Ariadna y Barba Azul, de Dulcas, o Erwartung, de Schoenberg, normalidad creativa en la inauguraci¨®n del siglo XX.