La beatificaci¨®n de Escriv¨¢
Al leer afirmaciones de monse?or Javier Echevarr¨ªa, secretario general del Opus Dei, hechas p¨²blicas, extra¨ªdas de su testimonio prestado en las actas del proceso de beatificaci¨®n de monse?or Jos¨¦ Mar¨ªa Escriv¨¢, considero imprescindible responder, tambi¨¦n p¨²blicamente, a imputaciones que all¨ª se me hacen.Primeramente se hace la infundada y vil afirmaci¨®n de que yo hab¨ªa intentado pervertir "a unas cuantas mujeres con las peores aberraciones". Enseguida se cuenta que monse?or Escriv¨¢, ante mi reacci¨®n a su noticia de que yo no podr¨ªa volver a Venezuela, dedujo "que hab¨ªa cuestiones m¨¢s importantes que las ya conocidas".
Las grav¨ªsimas afirmaciones con que se me calumnia no tienen fundamento, son rigurosamente falsas y por dem¨¢s vagas; en especial la segunda, que no resulta m¨¢s que una deducci¨®n basada en la aflicci¨®n que me causaron las palabras de monse?or Escriv¨¢.
Descr¨¦ditos, difamaciones y calumnias son parte de una campa?a que sutilmente mont¨® el Opus Dei para impedir que algunos de los que conocimos de cerca a monse?or Escriv¨¢ dij¨¦ramos verdades que pudieran poner reparos al proceso de beatificaci¨®n y eventual canonizaci¨®n del fundador del Opus Dei. Por ser secretas las actas del proceso, los representantes de la Obra han procedido con insidia: pretendieron descalificar a testigos no convenientes a su causa ocult¨¢ndoles las imputaciones que les hac¨ªan, neg¨¢ndoles el derecho de r¨¦plica. As¨ª ha procedido monse?or Echevarr¨ªa al emitir afirmaciones que, hoy hechas p¨²blicas, exigen mi respuesta.
Lo m¨¢s grave de esta cuesti¨®n es que el Opus Dei pretende hacerle creer al Santo Padre que cualquier cosa dicha en contra de la Obra o de monse?or Escriv¨¢ o de su eventual beatificaci¨®n es un ataque a la Iglesia. Y esto es falso: no existe ninguna campa?a difamatoria contra la beatificaci¨®n de monse?or Escriv¨¢ y no hay tampoco ning¨²n grupo organizado para llevarla a cabo. Estar en desacuerdo con la imagen que el Opus Dei proyecta de su fundador y con las t¨¢cticas de que se vale para silenciar tal desacuerdo no implica ni de cerca ni de lejos un ataque a la Iglesia.
Soy cat¨®lica practicante y, por serlo, me preocupa una causa que pudiera traer confusi¨®n a los cat¨®licos, a todos los cristianos y, en general, a quienes, religiosos o no, miran con respeto la conducta de la Iglesia de Roma.- .
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