La dial¨¦ctica del feminismo
Miles de americanos, durante los a?os cincuenta, aprendieron a leer siguiendo las actividades cotidianas de un prototipo de familia WASP (el padre, la madre, su hija Jane, su hermano Dick y su perro, Spot). Viv¨ªan en una casa a lo Norman Rockwell, rodeada de sinuosas colinas y un radiante cielo azul por techo. El padre iba todos los d¨ªas a la oficina, y la madre le desped¨ªa sonriente, agitando suavemente una mano desde el alf¨¦izar de la ventana... Por la tarde, el padre regresaba de la oficina y se dejaba mimosear por los brazos maternales que hab¨ªan estado cocinando amorosamente una cena humeante y deliciosa para toda la familia. Por supuesto, en uno de los estantes de la biblioteca, llena de cachivaches y de alg¨²n que otro libro, el protagonista principal era la Gu¨ªa pr¨¢ctica de psicolog¨ªa infantil, del doctor Spock. Todo era paz y felicidad en este rom¨¢ntico hogar, al que, seg¨²n Freud, todo el mundo quisiera pertenecer.?l, Freud, hubiera escrito la historia de otra manera. M¨¢s o menos como sigue: cuando el padre se va a la oficina, la madre permanece en la cocina cabizbaja y preocupada, mientras Jane cose alguna ropita para su mu?eca, Dick juega con una pistola, con la que desear¨ªa matar al padre a su regreso de la oficina, mientras se regocija en la fantas¨ªa de tener a su madre sexualmente para ¨¦l solo (Jane no cuenta). De todas formas, ¨¦l quiere ser como su. padre cuando sea mayor, mientras Jane est¨¢ ya resignada a ser como su madre.
Sin embargo, en una f¨¢bula feminista y moderna sobre la familia, la madre permanecer¨ªa apoyada silenciosa y pensativa en el umbral de la puerta, mientras el padre se apresura a coger su malet¨ªn y salir disparado hacia la oficina; ella se siente atrapada, secuestrada, maltratada por la vida, y pasa sus d¨ªas y gasta su energ¨ªa en cocinar, limpiar, planchar y conducir a sus hijos al colegio, a las clases de yudo y a las clases de ballet. Pero lo m¨¢s terrible es que es incapaz de hacer otra cosa. Ha sido educada para eso. Desde siempre ha estado abocada a eso. Cuando el padre regresa de la oficina, lo primero que hace, por supuesto sin saludar, es preguntar, cortante y malhumorado, si la cena ya est¨¢ lista. Cenan en silencio, y al terminar, el padre y su hijo Dick se colocan delante de la televisi¨®n a ver las noticias o, si lo hubiere, un partido de f¨²tbol, sin dejar antes el padre de dar un pellizco cari?oso a la mejilla derecha de Jane (lo cual, quiz¨¢, puede ser el preludio de algo mucho peor). Jane s¨®lo tiene seis a?os, pero ya ha decidido de forma irrevocable que nunca, nunca, ser¨¢ como mam¨¢ cuando sea mayor.
Con una historia similar a ¨¦sta aprovecha Phyllis Grosskurth en The New York Review of Books para exponer la nueva psicolog¨ªa de la mujer, procurando a diestro y siniestro palos te¨®ricos, doctrinales, cl¨ªnicos y, en algunos casos, pol¨ªticos, al psicoan¨¢lisis ortodoxo y a algunas formas arcaicas de feminismo. Ambos movimientos parten, en principio, de que la familia es siempre una fuente de conflictos profundos, cuya influencia es determinante en el desarrollo de todo individuo. Freud a?ade, adem¨¢s, la supremac¨ªa de los hombres sobre las mujeres apoy¨¢ndose en la diferencia m¨¢s obvia entre los dos sexos: el var¨®n posee un pene, y la mujer, no (no pareci¨® considerar- los senos o el proceso de reproducci¨®n como algo sobre lo que tambi¨¦n merec¨ªa la pena reflexionar). En los a?os veinte y treinta, Karen Horney se?al¨® que si las mujeres envidiaban los penes de los varones se deb¨ªa, simplemente, a que ¨¦ste era un s¨ªmbolo de poder social y pol¨ªtico.... eran los hombres realmente los que envidiaban a las mujeres, ya que ¨¦stas tienen el supremo poder de la maternidad. Por los a?os cuarenta aterriza Simone de Beauvoir con Le deuxi¨¦me sexe, cuyo impacto se extiende a los a?os cincuenta. Beauvoir defiende, al contrario de Freud, que si los chicos se sienten muy orgullosos de sus genitales, las chicas no tienen por qu¨¦ avergonzarse de los suyos: son los hombres los que proyectan en las mujeres sus miedos y ansiedades acerca de la sexualidad. Acusa al psicoan¨¢lisis de forzar a las mujeres a desarrollar papeles a los que no est¨¢ biol¨®gicamente determinada e ignorar la posibilidad de que la mujer pueda asegurar su propia independencia y rechazar ser "el otro" proyectado del var¨®n.
A partir de aqu¨ª fueron muchas las mujeres de diferentes tendencias que consideraron a Freud y su teor¨ªa devaluante para con el sexo femenino. Ellmann, Lessing, Friedan, French, Millett y otras autoras clave de los sesenta y setenta denunciaron esta actitud y la extrapolaron a todos los papeles que la mujer juega en la sociedad, culpando al hombre de designar al sexo femenino como hist¨¦rico, inestable e inferior, cuando aqu¨¦l lo ¨²nico que tiene de distinto es el pene, ¨®rgano ya irrelevante para la mujer desde que Master y Johnson demostraron que el orgasmo vaginal era un mito. La mujer puede y debe desarrollarse, autorrealizarse, romper todo signo de dependencia para con el var¨®n, para con la familia. Ser ella misma. Descubrirse. Autorrevelarse. Autorrebelarse a la generosidad con los otros, que, seg¨²n Gilligan, es para lo que ha sido educada. Gratificarse ella. Ser buena para con ella. Y junto a esta actitud, la acci¨®n pragm¨¢tica: conseguir los mismos derechos y oportunidades en el exterior que hasta el momento s¨®lo hab¨ªa disfrutado el var¨®n, y elegir tipo de educaci¨®n, trabajo, papel social y tiempo adecuado para llevar a cabo, si quisiera, su maternidad.
Logrados aparentemente estos objetivos en las sociedades m¨¢s desarrolladas, el movimiento feminista parec¨ªa en estos ¨²ltimos a?os haber tocado a su fin. Pero parece que, por el desarrollo de algunos ¨²ltimos acontecimientos, todav¨ªa faltan otras caras para redondear la historia familiar de Jane y Dick.
Por una vuelta del proceso dial¨¦ctico, el feminismo de los setenta engendr¨® una reacci¨®n de signo opuesto, iniciada por El var¨®n domado, de Esther Vilar, en la cual se empezaron a resaltar los aspectos negativos
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La dial¨¦ctica del feminismo
Viene de la p¨¢gina anterior que el feminismo ten¨ªa para las mujeres. As¨ª, la tesis feminista dura gener¨® su ant¨ªtesis en forma de otro feminismo que recomendaba a las mujeres retornar a la sabidur¨ªa tradicional de la mujer en su casa, dedicada a los ni?os, ejerciendo de madre de familia pasiva y renunciando a los espacios exteriores de la sociedad, donde la lucha por el ¨¦xito no compensaba la perdida tranquilidad hogare?a.
Quiz¨¢ ha llegado ya el tiempo de que aparezca la s¨ªntesis entre estas dos posturas antit¨¦ticas; los libros de, Susan Faludi y Gloria Steinem son un primer indicio de ello, pues ambas defienden el feminismo, pero a un nivel diferente de las obras seminales de los a?os sesenta y setenta. Backlash: the undeclared war against american woman y Revolutionfrom within, adem¨¢s de ocupar los dos primeros puestos en la lista de libros m¨¢s vendidos, han generado pol¨¦mica y riadas de tinta en las columnas de las firmas m¨¢s brillantes de Estados Unidos. ?Por qu¨¦ este impacto si alrededor del 63% de las mujeres americanas ya no se consideran feministas? ?Por qu¨¦ estos libros se consideran revulsivos si ya hemos escuchado y le¨ªdo la doctrina feminista y sus adl¨¢teres por activa y por pasiva? En sus inicios, la revoluci¨®n feminista de los setenta se entendi¨® como un esfuerzo tit¨¢nico para conseguir los derechos econ¨®micos, pol¨ªticos y sociales que los hombres ya ten¨ªan desde tiempos inmemoriales. Llegados los ochenta, el feminismo perdi¨® progresivamente adeptas, carisma, imagen y sobre todo doctrina, pues ¨¦sta fue sepultada paulatina y subliminalmente por la derecha fundamentalista, la industria de Hollywood y la televisi¨®n. Se culp¨® entonces al feminismo de todos los desastres que aquejaban -aquejan- a las superwoman, de sus depresiones, desventuras, gorduras, cansancios y estreses que tuvo -que tiene- el ser mujer y procurar no morir en el intento. El mensaje de gran parte de intelectuales y periodistas, medios de comunicaci¨®n -sobre todo la televisi¨®n- con engranajes pol¨ªticos e ideol¨®gicos m¨¢s o menos visibles, fue el siguiente: el feminismo es el peor enemigo..., la libertad total como mujer s¨®lo lleva a vivir una vida m¨¢s inc¨®moda y miserable, a no casarse en la vida, a ser inf¨¦rtil e inestable: dejad a un lado los avatares de una vida p¨²blica y todos los problemas se esfumar¨¢n para no volver..
Faludi demuestra (pasando revista a estudios e investigaciones notables sobre los grandes problemas a que se enfrenta una mujer en la frontera de los 35 para ser madre, las innumerables tragedias de las f¨¦minas pasados los 30 para encontrar marido o amante estable, etc¨¦tera) que los datos, muestras o hip¨®tesis utilizados por los medios de comunicaci¨®n y algunos grupos de cient¨ªficos eran falsos, no representativos y en ning¨²n modo pod¨ªan tenerse en cuenta, ya que la selecci¨®n de muestras y an¨¢lisis estad¨ªsticos estaban hinchados de moralina, miedos y temores de que las mujeres eligieran posponer el matrimonio en favor de una carrera y una vida aut¨®noma. Pero estos datos llenaron p¨¢ginas de revistas y peri¨®dicos con miles, millones de lectoras y crearon un clima de opini¨®n durante la d¨¦cada de los ochenta en contra, provocando que much¨ªsimas mujeres rechazaran, por principio, autodenominarse feministas.
La etiqueta feminista se devalu¨®, se degener¨® y se caricatunzo y condujo a que las nuevas generaciones huyan de ella como de la p¨®lvora, aunque reconozcan la gran labor realizada por el movimiento y que gracias a ¨¦l actualmente la mujer tenga m¨¢s oportunidades en los marcos social y laboral. M¨¢s oportunidades, aunque no todas las que le corresponden. Todav¨ªa queda un largo camino, quiz¨¢ m¨¢s largo y m¨¢s lento. A mi entender, m¨¢s personal.
"La piedra de toque", escribe Steinem, "est¨¢ en potenciar la autoestima, la autoridad y seguridad que cada ser humano, que cada mujer lleva dentro por encima de todo movimiento. Ha llegado la hora de un cambio institucional. Lo que realmente cambia es lo que cada uno, cada mujer haga cada d¨ªa, elija cada d¨ªa. El movimiento es cada mujer; al fin y al cabo, un movimiento es s¨®lo gente movi¨¦ndose". Por supuesto que esta novedosa actitud, novedosa y tan antigua, como el sentido com¨²n, ha levantado polvaredas y ataques por parte de feministas ortodoxas por "abandono de la causa" y por anteponer el "yo, mujer" al "nosotras, feministas". Pero los datos, y esta vez controlados, cantan: en 1985, ante la alternativa de trabajar fuera de casa o permanecer en el hogar y cuidar de la familia, el 51% de las mujeres americanas prefer¨ªan trabajar; en 1991 este 51% baj¨® a un 43% y un 53% dijo preferir quedarse en casa, lo cual demuestra que, una vez conseguida la capacidad de ocupar puestos de responsabilidad en el mercado de trabajo, ahora la mujer goza la libertad de elegir entre ocuparlos o quedarse en casa. Y esta elecci¨®n la tiene hoy gracias al movimiento feminista de los setenta. Por eso, tras denostarlo en los ochenta, los noventa est¨¢n realizando la s¨ªntesis de poner las cosas en su sitio. Es decir, que Jane elija lo que quiera: quedarse en casa como su mam¨¢ o ir a la oficina como su pap¨¢. Pero muchas Janes han quedado rotas en el camino.
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