El toro artista atontolinado
El toro artista: esa es la creaci¨®n de Juan Pedro Domecq, a quien pertenec¨ªa aquello que se pegaba costaladas ayer en el rubio albero de la Maestranza. Ofreci¨® el ganadero Domecq un buen muestrario de toros artistas y la verdad es que le salieron bastante atontolinados. Toro artista atontolinado perfecto fue el ¨²ltimo; una criaturita que no habr¨ªan aceptado ni los veterinarios ni el p¨²blico de ninguna plaza (se except¨²a la Maestranza), porque el pobre animalito ten¨ªa aspecto de novillo, si se le miraba de perfil tambi¨¦n lo ten¨ªa de mamoncete, y daba penita verlo metido en aquellos trotes, siguiendo d¨®cilmente la muleta que le pon¨ªa delante Espartaco.
Si hab¨ªa all¨ª arte, efectivamente lo generaba el torito mam¨®n; el diestro no hab¨ªa por qu¨¦. El diestro se limitaba a poner ciertas posturas acad¨¦micas y acompa?ar tranquilamente el viaje, lo cual provoc¨® encendidos aplausos. No se puede dudar -dec¨ªan por el tendido- que val¨® y ofisio le sobran. Y era rigurosamente cierto: para torear un torito artista, atontolinado y lactante, oficio y valor constituyen virtudes absolutamente innecesarias. En cambio, para torear un toro ¨ªntegro, con sus reda?os y su casta, todos los valores y todos los oficios que se puedan allegar son pocos.
Domeq / Romero, Ojeda, Espartaco
Toros de Juan Pedro Domecq (4?, sobrero, en sustituci¨®n de un inv¨¢lido): bien presentados, excepto 1? y 6?, anovillados; inv¨¢lidos en general; 1? apuntillado en plena faena por su invalidez absoluta. Curro Romero: el primero, apuntillado en la faena por su invalidez; pinchazo baj¨ªsimo, otro cerca del brazuelo y tres descabellos (pitos).Paco Ojeda: espadazo muy trasero y bajo (minoritaria petici¨®n, larga ovaci¨®n y salida al tercio); pinchazo hondo descaradamente bajo (algunas palmas). Espartaco: pinchazo, otro perpendicular delantero, pinchazo y descabello (palmas); estocada (oreja). Plaza de La Maestranza, 20 de abril. Segunda corrida de feria. Cerca del lleno.
De estos toros -¨ªntegros y dem¨¢s-, no compareci¨® ninguno en el rubio albero. El toro artista no quiere saber ni de castas ni de reda?os. El toro artista ha de obedecer a lo que el matador le diga, y si le dice "As¨ª se muera usted, joven", pues va y se muere. Al primero le debi¨® de ocurrir algo parecido. No se sabe... Desde el palco era imposible o¨ªr nada. Tan peque?¨ªn y mamoncete como luego ser¨ªa el sexto, peg¨® unos cuantos tropezones, cinco costaladas, a la que hizo seis no se pudo levantar, y lo apuntillaron. Al cuarto lo devolvieron al corral por inv¨¢lido, el sobrero tambi¨¦n lo estaba, y cuando Curro le hizo as¨ª y as¨¢ d¨¢ndole con la muleta en el pit¨®n de babor, luego en el de estribor, no quiso moverse para nada del mundo. Nadie critica que un toro artista no quiera moverse ni para ir a por tabaco. Los artistas no tienen por qu¨¦ hacer footing, ni gimnasia, menos a¨²n si llega un tipo descarado y les pasa un trapo por los pitones.
Un artista, sea toro o vaca -o incluso humano-, lo que est¨¢ obligado a hacer es arte, pues para eso lo cre¨® Dios con la colaboraci¨®n especial de Juan Pedro Domecq. Si despu¨¦s el arte resulta crispado, al estilo del geniecillo que sac¨® el segundo, pues all¨¢ pel¨ªculas. A ese lo embarc¨® Paco Ojeda en unos derechazos descargada la suerte -o sea, descargada a modo, sin disimulos, proclam¨¢ndola urbi et orbe-; lo cit¨® de frente al natural, sin correcta resoluci¨®n pues ya el artista se hab¨ªa cansado de pintar cuadros, y aprovechando que apenas se mov¨ªa, le aplic¨® una sesi¨®n de parones cerquita de las astas.
El quinto fue un toro artista manso. Mal asunto este de los artistas mansos. Dice el catecismo: de los artistas mansos, l¨ªbranos, Se?or. Paco Ojeda tuvo la generosidad -cabe decir la torer¨ªa- de intentar dominarlo ataj¨¢ndole las vergonzantes hu¨ªdas. Y la disposici¨®n era buena; no tanto la t¨¦cnica, dado que, si lograba darle un pase, le acompa?aba la embestida, y esa no es manera adecuada de reducir a un manso. Semejante tolerancia vale exclusivamente para los toros artistas tontos de baba; es decir, los del lote de Espartaco, lo mismo el sexto que el segundo, el cual, si se fijaba uno en determinadas vacilaciones y ausencias, lo mismo pod¨ªa estar sonado.
Todo cuanto queda dicho entra dentro de la teor¨ªa del toro artista y su l¨®gica. Lo que no se acababa de entender es para qu¨¦ salieron unos individuos malencarados subidos en disparatados jamelgos, armados de lacerante puya y -?horror!- tocados de castore?o. La afici¨®n no comprend¨ªa y los toros artistas a¨²n menos. A lo mejor es que iban a la Expo y aprovechando que pasaban por all¨ª, se quedaron a hacer unas risas.
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