La frontera

EN LO que va de a?o, la polic¨ªa ha detenido a 101 personas supuestamente relacionadas con ETA: 81 en Espa?a y el resto en Francia, incluyendo a los componentes de la troika que ha venido dirigiendo esa banda en los ¨²ltimos a?os. Estas detenciones tienen un efecto pr¨¢ctico inmediato, en la medida en que dificultan la acci¨®n de los terroristas: por mucho que alardeen sus amigos, la sustituci¨®n de dicha troika no es tan f¨¢cil, especialmente en una organizaci¨®n que lleva muchos a?os sin celebrar asambleas. Pero tienen tambi¨¦n un efecto pol¨ªtico, de desmoralizaci¨®n de los seguidores de ETA, sin cuyo apoyo el terrorismo vasco habr¨ªa desaparecido hace bastante.Durante mucho tiempo, esos efectos pol¨ªticos de la eficacia policial apenas se manifestaban. Hab¨ªa otras causas, pero una de las principales era la existencia de contradicciones entre las fuerzas democr¨¢ticas sobre la forma, precisamente, de combatir la amenaza terrorista. Hace siete a?os, la solicitud de extradici¨®n de determinados miembros de ETA detenidos en Francia provoc¨® la protesta internacional, no ya de tal o cual partido, sino de una instituci¨®n p¨²blica tan representativa como el Gobierno vasco, entonces presidido por Garaikoetxea. As¨ª, se daba la paradoja de que una medida perfectamente legal y plenamente justificada resultaba contraproducente: era preferible renunciar a las extradiciones antes que dar a los violentos el impagable apoyo que ese pronunciamiento supon¨ªa. Ello perjudicaba la coherencia de la pol¨ªtica antiterrorista tanto como desorientaba a la opini¨®n p¨²blica.

El Pacto de Ajuria Enea vino a poner fin a tal situaci¨®n al trazar una frontera no entre los nacionalistas y quienes no lo eran, como quer¨ªan los amigos de ETA, sino entre los dem¨®cratas, nacionalistas o no, y quienes . pretend¨ªan imponerse por la fuerza. La renuncia a una utilizaci¨®n partidista de los efectos de la violencia, por una parte, y la negativa a aceptar el chantaje de ETA -consistente en condicionar el cese del fuego a la aceptaci¨®n de su programa en unas negociaciones pol¨ªticas-, por otra, fueron las premisas que hicieron posible dicho acuerdo.

Tales principios y la existencia misma'del pacto han sido puestos en grave riesgo por el PNV y el PSOE con la decisi¨®n, definitivamente adoptada ayer, de dar luz verde a la modificaci¨®n del trazado de la autov¨ªa de Leizar¨¢n, de acuerdo con la exigencia de ETA. De esa banda, y no de coordinadora ecologista alguna, porque es evidente que, sin su intervenci¨®n (con el balance de tres personas asesinadas y da?os materiales valorados en unos 1.000 millones de pesetas), ni al diputado general de Guip¨²zcoa ni a nadie se le hubiera ocurrido negociar un trazado alternativo al aprobado en su d¨ªa por las instituciones (tras seis a?os de informes, auditor¨ªas, debates). ?sa es la realidad, y todo lo dem¨¢s es disimulo, incluyendo la finta de ¨²ltima hora consistente en afirmar que eltrazado aprobado ayer es una variante diferente a la pactada por el PNV con la coordinadora Lurraldea. Ha¨¦e tiempo que qued¨® claro que lo de menos era el trazado concreto, y que esos ecologistas de ocasi¨®n acept¨¢r¨ªan cualquiera siempre que quedase claro que se modificaba el aprobado por las instituciones y que la modificaci¨®n se deb¨ªa a la intervenci¨®n de ETA.

Y m¨¢s que disimulo, puro jesuitismo fue la astucia socialista de presentar una alternativa propia en las Juntas Generales de Guip¨²zcoa para evitar as¨ª votar con las fuerzas que se opon¨ªan a la modificaci¨®n del proyecto oficial. El desairado papel desempe?ado por los socialistas tiene seguramente que ver con su temor a una ruptura de su alianza con el PNV, no s¨®lo en quip¨²zcoa, sino en el Gobierno vasco. La ausencia de alternativa a esa. f¨®rmula tras el fracaso del tripartito nacionalista obliga, ciertamente, a actuar con cautela y responsabilidad; pero esa ausencia de alternativa afectaba en igual medida al PNV, lo que significa que, de hab¨¦rselo propuesto, los socialistas pod¨ªan haber presionado con m¨¢s energ¨ªa.

En cuanto al PNV, su obstinaci¨®n -por dos veces volvi¨® al laberinto tras haberse salido de ¨¦l- resulta tan desconcertante que no habr¨ªa que excluir la existencia de alg¨²n compromiso previo que ha atado sus manos. Irresponsable compromiso, en todo caso, porque aceptar la modificaci¨®n de la autov¨ªa significa desautorizar a c uantas instituciones, partidos, medios de comunicaci¨®n y ciudadanos en general se movilizaron en defensa del principio democr¨¢tico que los violentos quer¨ªan quebrar. Pero irresponsable, sobre todo, por lo que supone de aliento a ETA (y a los sectores m¨¢s inmovilistas de HB) en un momento en el que necesitan como el aire un ¨¦xito cualquiera que poder presentar como prueba de la eficacia de la lucha armada. La conclusi¨®n no ser¨¢ la utilidad de los movimientos sociales, sino su inutilidad si no cuentan con el respaldo de una banda que argumenta a bombazo limpio.