La crisis pol¨ªtica italiana
En cierta manera, las elecciones italianas son la prueba para ver c¨®mo ha cambiado la pol¨ªtica. En este pa¨ªs en el que la lucha pol¨ªtica ha sido de siempre una lucha de ideolog¨ªas, casi un conflicto de religiones, el objeto ¨²ltimo de la decisi¨®n pol¨ªtica ha pasado a ser de pronto la crisis fiscal del Estado, como dice una expresi¨®n ya cl¨¢sica. Esta crisis ha tenido un mayor peso espec¨ªfico que el otro fen¨®meno, el del fin del Partido Comunista Italiano (PCI) y el surgimiento de dos partidos: el Partido Democr¨¢tico de la Izquierda y Refundaci¨®n Comunista, en disputa ambos por la herencia del primero. Los dos partidos han perdido el 5% de los electores que votaban comunista, pero el grueso del electorado del PCI se ha repartido entre las dos formaciones. El Partido Democr¨¢tico de la Izquierda, que ha heredado la organizaci¨®n del PCI, ha quedado como partido mayor; sin embargo, ha supuesto mayor sorpresa el ¨¦xito de Refundaci¨®n Comunista. Como partido, ha salido de un peque?o grupo de filosovi¨¦ticos tradicionales agrupados en torno a Armando Cossutta, y ha obtenido casi el 6% de los votos, lo cual ha servido para demostrar la existencia de una fe comunista que sigue existiendo incluso tras la verificaci¨®n total de que el comunismo es un dios ca¨ªdo.La identidad comunista, especialmente en la Italia central y en la Umbr¨ªa franciscana, ha sido sentida en s¨ª misma como un valor que no admit¨ªa falsificaciones hist¨®ricas. Ha sido percibida como algo subjetivo que pod¨ªa definir la calidad de los hombres, su ser diverso en una sociedad consum¨ªstica en la que, sin embargo, est¨¢n insertos con relativa tranquilidad. Fe en el comunismo sin las obras del comunismo: ¨¦sta ha sido la receta que ha permitido a Refundaci¨®n Comunista improvisar una organizaci¨®n pese a no haber heredado casi nada de las estructuras del PCI.
No obstante, el verdadero nuevo protagonista emergido de las elecciones italianas han sido las Ligas, capitaneadas todas ellas por la Liga Lombarda. Y aqu¨ª es donde ha emergido actualmente la crisis fiscal del Estado. Las Ligas son una forma de protesta contra el nivel de servicios que las regiones m¨¢s productivas del pa¨ªs, las del norte de Italia, reciben del Estado en relaci¨®n con las cargas fiscales que soportan. Italia est¨¢ dividida entre un sector privado, productivo y competitivo, y un sector p¨²blico, protegido e ineficaz. Esta ha sido durante mucho tiempo la paradoja de Italia a los ojos de los no italianos; hoy lo es tambi¨¦n para una buena parte de los italianos.
La cuesti¨®n fiscal se complica con una cuesti¨®n regional. La econom¨ªa del sur de Italia depende fundamentalmente de subvenciones de dinero p¨²blico en forma de intervenciones especiales en favor de las ¨¢reas m¨¢s deprimidas. Por eso el Sur recibe para su sostenimiento una parte de los impuestos que pagan las regiones del Norte.
Por otra parte, el flujo de inversiones p¨²blicas ha propiciado en ocasiones el desarrollo de sociedades criminales como la Mafia y la Camorra, que operan sobre todo en las regiones meridionales. A trav¨¦s de formas variadas, que van desde las extorsiones a los subarriendos, las sociedades criminales se han beneficiado de la intervenci¨®n p¨²blica, llegando a ser muchas veces incluso sus intermediarias, y a ello han llegado mediante la tolerancia y la complicidad de algunos dirigentes pol¨ªticos locales. Las sociedades criminales, fuertes con estas rentas seguras, han podido blanquear sus dineros invirti¨¦ndolos en actividades l¨ªcitas, tambi¨¦n en la Italia del norte.
La Mafia italiana controla una parte del mercado mundial de la droga: sus negocios ocupan, pues, un espacio m¨¢s amplio que el de la pen¨ªnsula italiana, pero Sicilia sigue siendo para la Mafia el santuario bien custodiado. Esto ha generado en el Norte un sentido de frustraci¨®n y de protesta agravado por el hecho de que el m¨¢s doloroso de los delitos contra la persona en Italia tiene como protagonista a una sociedad criminal de Calabria, la Indragheta, cuyas v¨ªctimas pertenecen en su mayor¨ªa a ricas familias del norte de Italia. Las Ligas han partido de este sentimiento de frustraci¨®n y de repulsa que la cuesti¨®n fiscal y la presencia de las sociedades criminales genera en el norte del pa¨ªs, y han propuesto la divisi¨®n de Italia en tres rep¨²blicas o macrorregiones -el norte, el centro y el sur- con autonom¨ªa fiscal para cada una de ellas. Se trata as¨ª de impedir que los impuestos pagados en el Norte sean empleados en el Sur.
Lo curioso del caso es que una buena parte del electorado de la Liga proviene del mundo cat¨®lico, o al menos de esa parte del norte del pa¨ªs que vota democristiano. La Democracia Cristiana, y en general todo el movimiento social cat¨®lico, tiene su cuna en la Lombard¨ªa y en el V¨¦neto. Estas dos regiones han dado a la Santa Sede cinco papas en este siglo. El fen¨®meno del deslizamiento del voto de los cat¨®licos del Norte hacia las Ligas era ya visible antes de las elecciones. Por eso, la Conferencia Episcopal Italiana, en especial a trav¨¦s de su presidente, el cardenal Ruini, intervino repetidas veces para pedir a los cat¨®licos italianos que votaran por la unidad de los cat¨®licos, es decir, por la Democracia Cristiana. La invitaci¨®n ha sido clamorosamente desatendida.
Aunque todos los partidos han cedido votos a las Ligas en el Norte, las p¨¦rdidas han sido especialmente visibles y sensibles para la Democracia Cristiana, hasta el, punto de que han inducido al secretario del partido, Arnaldo Forlani, a presentar la dimisi¨®n ante el consejo nacional de la Democracia Cristiana. La cuesti¨®n ¨¦tnica (septentrional y meridional) ha tenido tambi¨¦n su parte en el conflicto; no le han faltado adhesiones a las Ligas provenientes de fuera del Norte a trav¨¦s de una difusa protesta contra la invasi¨®n de los partidos y contra el control que ¨¦stos ejercen sobre todo aquello que est¨¢ ligado a la intervenci¨®n p¨²blica. No ha sido, sin embargo, la identidad regional la que ha aparecido en primer plano, sino, precisamente, la cuesti¨®n de la relaci¨®n entre lo p¨²blico y lo privado, entre las cargas fiscales y los servicios prestados por el Estado.
A los partidos italianos se les ha demandado por primera vez a prop¨®sito de la "cuesti¨®n moral", es decir, de la calidad civil que ofrece su acci¨®n. En un cierto sentido, la pol¨ªtica italiana, antes ligada a las ideolog¨ªas, se ha hecho m¨¢s realista, m¨¢s movida por el efectivo juicio de la praxis pol¨ªtica y de sus consecuencias sociales. Tambi¨¦n este nuevo aspecto de la pol¨ªtica italiana puede ser considerado como una consecuencia del fin del comunismo. No es casual que la unidad pol¨ªtica de los cat¨®licos, su compacto voto por la Democracia Cristiana, haya entrado en crisis coincidiendo con las primeras elecciones pol¨ªticas en las que no estaba presente el Partido Comunista Italiano.
Un pa¨ªs tan gobernable y tan electoralmente estable como Italia se encuentra hoy expuesto a una crisis de gobernabilidad no conocida hasta el presente. Lo que est¨¢ en discusi¨®n es la unidad pol¨ªtica del pa¨ªs. Italia no ha conocido, como Francia, una grave crisis como la guerra de Argelia, que supuso el paso de la IV Rep¨²blica a la V Rep¨²blica. Pero la situaci¨®n pol¨ªtica italiana parece hoy la de un pa¨ªs que acaba de salir de una severa prueba y que no puede, en consecuencia, continuar con los antiguos registros. Italia ha llegado a ese estado de necesidad que hace inevitable el cambio de las instituciones. Este problema, tantas veces expuesto aunque siempre como abstracto debate pol¨ªtico, ha entrado ahora en esa fase en que las cosas imponen su voluntad a los hombres.
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