La 'habladora'
POR PRIMERA vez en la historia del Reino Unido, la C¨¢mara de los Comunes ser¨¢ presidida por una mujer. Betty Boothroyd se convirti¨® el lunes en la speaker -la habladora- por excelencia. Heredaba as¨ª un cargo parlamentario de gran tradici¨®n y cuyo primer titular fue sir Thomas Hungerford, que en 1377 ya era conocido con el apelativo de speaker. Desde entonces, y de forma ininterrumpida, sus sucesores han sido instrumento principal en el funcionamiento y preservaci¨®n de la democracia m¨¢s antigua del planeta: han sido simult¨¢neamente portavoces de la C¨¢mara y directores de sus trabajos, empleando en ambos cometidos firmeza y, casi siempre, equidad.Merece la pena destacar dos circunstancias en la elecci¨®n de Betty Boothroyd. En primer lugar y curiosamente, que no fue el paso de Margaret Thatcher por la vida p¨²blica brit¨¢nica el que propici¨® el incremento de responsabilidades pol¨ªticas asumidas por mujeres en el Reino Unido. Es m¨¢s bien v¨¢lida la sospecha de que la primera ministra no sent¨ªa excesivo respeto por la presencia femenina en las tareas de gobierno, y ello no por af¨¢n discriminador, sino tal vez porque no encontr¨® a ninguna que le pareciera suficientemente eficaz y preparada para ello. Ha tenido que ser su sucesor, John Major, quien triplique las carteras ministeriales ostentadas por mujeres. Y, por su parte, el nuevo Parlamento ha a?adido su grano de arena al designar a una mujer como su presidenta. Betty Boothroyd, miembro del Partido Laborista, suma as¨ª su contribuci¨®n y su historial pol¨ªticos a los de otras grandes l¨ªderes de la socialdemocracia brit¨¢nica, como lo fue en su momento Shirley Williams.
En segundo lugar, es muy significativo que una C¨¢mara de mayor¨ªa conservadora haya elegido como presidenta a una pol¨ªtica laborista. Durante la elecci¨®n presid¨ªa los Comunes el diputado m¨¢s antiguo, el ex primer ministro conservador Edward Heath, y su intervenci¨®n fue decisiva porque a ¨¦l correspondi¨® determinar el orden y sistema de la elecci¨®n. La designaci¨®n de Boothroyd y el hecho de que se prescindiera de su adscripci¨®n ideol¨®gica a la hora de sopesar sus m¨¦ritos dice mucho de la confianza individual que depositan los diputados brit¨¢nicos en quien ha de dirigir sus trabajos. Porque una de las virtudes que se exige del speaker es su imparcialidad a la hora de atender a las actitudes, presencia e intereses de cada uno de los parlamentarios.
La speaker tiene por delante tareas dif¨ªciles en los pr¨®ximos a?os de Gobierno conservador deber¨¢ ir dirigiendo las discusiones sobre la gran reforma constitucional que muchos exigen (y, dentro de ella, la reforma electoral que piden los partidos menores para llegar a tener en el Parlamento una fuerza correspondiente al tama?o de su parroquia pol¨ªtica). Si a ello se a?ade que la mayor¨ªa gubernamental es exigua, el control de la labor del Gobierno y el equilibrio en el proceso legislativo son cuestiones nada sencillas de administrar en un Parlamento cuya tradici¨®n es rebelde y agitada y que ser¨¢ escenario de un desesperado intento de los laboristas por recuperar el protagonismo perdido en cuatro elecciones.
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