S¨®lo palabras

Lo quiero decir muy claro: aqu¨ª, con tanta preocupaci¨®n por el PIB, la tasa de inflaci¨®n y tantos otros datos apetecibles solamente por la asnal boca de macroespeculadores, llevamos camino de convertirnos en la primera naci¨®n europea menemista. A m¨ª, que estoy en paro, los malditos numeritos del ministro no me quitan el hambre ni me dan mejor vida cuando se me est¨¢ negando un derecho fundamental y obligaci¨®n sine qua non hay garbanzos. Me horroriza ver cada d¨ªa en las iluminadas terminales de inseminaci¨®n ideol¨®gica en las que se han convertido los medios de comunicaci¨®n y distracci¨®n (no lo olvidemos, comunicaci¨®n que no puede ser respondida, h¨¢bil concepto del siglo, y distracci¨®n banal y aculturizante que parece pretender erigirse en est¨ªmulo de un nuevo orden mental) a un tercio aproximadamente del pa¨ªs jugando al Monopoly con las cabezas del resto, que para eso se echan tantas cuentas sobre la renta per c¨¢pita.

Y cuando digo asnal no es sino para mejor traer a la memoria de todos la b¨ªblica par¨¢bola de Ca¨ªn -disculpar¨¢n mi ate¨ªsmo los creyentes de semejantes cosas-, cuya descendencia ha debido de adue?arse del mundo, s¨®lo que ahora laceran con su propia quijada, que justifica los m¨¢s variados cr¨ªmenes contra la dignidad humana, crimen lento, liberando palabras venenosas como Maastricht, unidad europea, iniciativa privada, embargo internacional... Incluso ¨¦sas ya tan tontas de oficina de empleo. S¨®lo palabras, ni empleo, ni, ahora, subsidio-